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Marelbys o la justicia del “repudio, rechazo y condeno…sin condena”. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

5/28/2023

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Marelbys o la justicia del “repudio, rechazo y condeno…sin condena”. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

He tenido que modificar la columna que tenía para enviar a @vozjurídica por razón de la sucesión de hechos que ocurren en Colombia y que todavía no alcanzan a convertir en desiertos nuestras almas. Me refiero a hechos que vinculan a la Casa de Nariño entre la dama que “les habla a las orejas del presidente” Laura “da-rabia” y su empleada Marelbys.
 
En los últimos tiempos, Colombia ha sido testigo de una serie de hechos que han dejado un sabor amargo en la sociedad. Los actos de violencia, corrupción e impunidad parecen repetirse sin cesar, sumiendo a nuestro país en una profunda crisis de justicia. Es por ello por lo que me veo en la necesidad de modificar la columna que tenía preparada, pues los acontecimientos recientes han dejado una huella imborrable en nuestras conciencias.
 
Resulta lamentable constatar cómo la indignación se convierte en una constante en nuestras vidas, pero la justicia sigue sin alcanzar a hacerse presente de forma contundente. Los ciudadanos manifestamos nuestro repudio hacia aquellos que violan la ley, esperando que las instituciones judiciales actúen con firmeza y diligencia para castigar a los culpables. Sin embargo, al repudio, al rechazo y a la condena social que se han instalado en nuestro imaginario como más poderosos que las decisiones judiciales, les hemos confiado bajo una noción equivocada de la esperanza la garantía de plausible de la “recta, pronta y cumplida justicia”.
 
De justicia es necesario afirmar sin duda y sin temor alguno que una cosa es la justicia y otra es la administración de justicia y con mayor contundencia y sin asomo de miedo que una cosa son los jueces de la República y los abogados en ejercicio, a diario confrontados, enfrentados y avasallados por el “bando contrario de legislador-delincuencia”.
 
La sensación de impunidad se cierne sobre nosotros como una sombra ominosa. Los casos de corrupción, donde altos funcionarios se enriquecen ilícitamente a costa del erario, son demasiado frecuentes. A pesar de las pruebas y testimonios presentados, muchos de estos casos se ven obstaculizados por maniobras legales y la falta de voluntad para impartir una justicia imparcial. La ciudadanía contempla perpleja cómo los responsables de estos actos continúan gozando de privilegios y evadiendo su merecido castigo.
 
El sistema de justicia debe ser el pilar fundamental en una sociedad democrática y con propiedad repetiremos hasta el final que la justicia y el poder judicial son el último bastión que le queda a la democracia, garantizando que las leyes sean respetadas y que cada individuo sea juzgado de manera justa e imparcial. Sin embargo, la confianza en nuestras instituciones judiciales se ha visto profundamente erosionada. Los colombianos no podemos permitir que la impunidad sea la norma, debemos alzar la voz y exigir cambios profundos que garanticen la justicia que tanto anhelamos.
 
Acosamos la necesidad de fortalecer los mecanismos de control, quien lo creyera, desde la distopía del “control de la honradez” en el sistema judicial, mientras el “legislador” funciona como “rueda suelta y esclava del ejecutivo y de la mixtura delincuencial nacional y trasnacional” con sus no pocas “fuerzas coercitivas ilegítimas” y de no sólo de naturaleza o componentes físicos.
 
Desgraciado un pueblo, un país, que por razón de las causas criminales que deben decidir, sus jueces y también los abogados en ejercicio deban ser como personas y ciudadanos de mejor estirpe, custodiados, guardados, protegidos, con las de todas maneras diabólicas infraestructuras de los “cuerpos de protección y seguridad” personal.
 
Tal vez estas locuras no me alcancen para la paternidad como distopías ante la huida de toda utopía de la sociedad humana, porque además no es que se requiera una reforma integral que simplifique los procedimientos y acelere los tiempos de respuesta, evitando así la prolongación innecesaria de los procesos legales. 
 
Si bien es cierto que una “justicia tarda es injusticia”, en los tiempos que transcurren tampoco es menos cierto que una justicia célere per se, tampoco es garantía de la plena dispensación de justicia; podrá llamarse eficientismo, competitividad, ponerse a tono con “estándares internacionales" con vocación distópica universalista, del “todo mensurable o medible” desde todo “índice” como axioma de “soy medible, luego existo”.
 
Prueba de lo anterior es que el reciente informe de “Índice de Pobreza Multidimensional” [IPM], entre los componentes de evaluación contempla el de “la miseria”, pero no como “miseria humana”.
 
La sociedad colombiana está cansada de ver cómo se desdibuja la línea entre el bien y el mal, entre la legalidad y la ilegalidad, entre los derechos y legítimos intereses y los intereses ilegítimos, miserables o torticeros. Necesitamos que la justicia se haga presente de manera contundente, que los delitos no queden impunes y que aquellos que han violado la ley reciban su merecido castigo. Solo así podremos sanar nuestras almas y construir un país más justo y equitativo.
 
El “buenismo-garantismo-desprisionización” jamás podrán ser sustitutos de la bondad, la compasión y la misericordia debidas al ser humano que hay en cada delincuente y mucho menos perdiendo el horizonte, con las salvedades inmanentes a la variable condición humana individual de ser el acto delictivo una realidad tangible de acción o conducta libre y autónoma y cercana a los sentidos y valores que les atribuye Erich Fromm. 
 
Cada día cae en la copa una nueva gota, que en la esperanza de los colombianos forja la creencia que ha de ser la última que la derrame, pero que infortunadamente, esa última gota pareciera que no llegará nunca. La impunidad persiste y la sensación de desamparo ante la injusticia se arraiga cada vez más en nuestra sociedad.
 
Es comprensible que muchos colombianos se sientan desesperanzados y desconfíen de un sistema de justicia que no logra brindar respuestas efectivas. Las estadísticas de impunidad son alarmantes, y el sentimiento de desamparo se ve exacerbado cuando vemos cómo los delitos más atroces quedan impunes, dejando a las víctimas sin el consuelo de una justicia reparadora. De honradez ciudadana es admitir y reconocer que esta desazón no es propiciada ni por los jueces, ni por los abogados en ejercicio, sino que tiene origen y con profundas raíces de un actuar contrario del legislador en la aprobación de las leyes desde “instrumentos de cálculo”, político-económico.
 
La lucha contra la impunidad no puede ser una batalla individual, sino un compromiso de toda la sociedad. No podemos permitir que los intereses particulares o que la rentable dualidad negocial de la corrupción/anticorrupción sigan socavando los fundamentos de la República unitaria y democrática con “blanco de tiro” en la justicia y la administración de justicia y el rompimiento del sincronismo de los “pesos y contrapesos”. Debemos recordar que la justicia es la columna vertebral de una sociedad democrática y equitativa, y es responsabilidad de todos velar por su fortaleza.
 
Es necesario que los ciudadanos estemos vigilantes y denunciemos los actos de corrupción y los abusos de poder. Debemos exigir una justicia independiente, imparcial y pronta. No podemos permitir que los culpables sigan eludiendo su responsabilidad y que las víctimas sean revictimizadas por un sistema que no les garantiza el acceso a la verdad y la reparación, pero que además victimiza al resto de ciudadanos que no siendo víctimas directas de la delincuencia, deben padecer el rigor de la tiranía de la “ley del más fuerte” y avasallados a vivir en absolutos escenarios de no-libertad [necesidad-temor] y distópicamente sintiendo antes que acatamiento y respeto por la ley y las autoridades públicas, temor y miedo frente a ellas.
 
No podemos resignarnos a vivir en un país donde la impunidad campea a sus anchas. Debemos alzar la voz y exigir un cambio real. Es momento de que los colombianos nos unamos en torno a la defensa de una justicia y de su administración que nos represente y nos proteja. Solo así podremos recuperar la confianza en nuestras instituciones y construir un país donde la justicia sea una realidad tangible y no solo una aspiración.
 
En conclusión, Colombia se enfrenta a un desafío crucial en materia de justicia. El repudio, rechazo y condeno mediático y social nunca han sido y nunca serán ni suficientes y menos plausibles. Son otra forma de avasallamiento hoy nombrada “paloterapia” para el ciudadano. Necesitamos actuar y exigir cambios profundos en nuestro sistema judicial. Debemos recordar que la justicia es la base de una sociedad equitativa y democrática, y que solo a través de su fortalecimiento podremos alcanzar la tan anhelada paz y reconciliación. Es hora de alzar la voz y trabajar juntos por una justicia que realmente nos represente y nos haga creer en un futuro mejor.
 
Es evidente que en Colombia se percibe cada vez más lo que antes parecía ser solo intuición, prejuicio o conjetura respecto a las expectativas que rodeaban a un gobierno encabezado por un presunto exguerrillero. Antes de las elecciones que lo llevaron a la presidencia de la República, este líder confesaba públicamente su deseo de "regresar a su juventud, retroceder 30 años", lo cual no es más que una referencia al regreso a sus días como guerrillero activo y a su participación en hechos como el incendio del Palacio de Justicia y la trágica muerte de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, entre ellos la valiente magistrada Fanny González, de la que el pueblo de Colombia debe hacer de sus últimas palabras la “oración matutina” y que antes de ser asesinada en el palacio de justicia, dijo: 
 
                        “Por voluntad de Dios y autoridad de la Ley, vine a la Corte a administrar justicia en nombre de la República de Colombia... no a llorar ni a pedir clemencia. Dios está conmigo y me ayudará a conservar mi dignidad de magistrada. Si es designio de Dios que yo muera para que se conserven inmaculadas las instituciones jurídicas y vuelva la paz a Colombia, entonces que Dios, el presidente y las Fuerzas Armadas salven la Patria. Muero, pero no me doblego”.
 
Marelbys y el pueblo de Colombia deben hacer proclama y suyas, las palabras de la heroína exmagistrada para decir:
 
¡No más justicia de “repudio, rechazo y condeno…sin condena” a través de medios y redes sociales y en las bocas sacrílegas de las palabras, la coherencia y la honradez en las voces de autoridades que usurpan la legitimación de los jueces que solo puede tener cuna en sus sentencias. 
 
Colombia repita conmigo: “Hay jueces en Berlín”.

 
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“Sísifo” presidente. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

5/20/2023

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“Sísifo” presidente. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

No somos el absurdo, convivimos con el absurdo y si la vida, más se comporta como un constante pasar [y no un fluir] en una banda de Möebius y ni siquiera en círculo vicioso, la existencia nos haría el absurdo mismo que es unitario y totalizante si aceptáramos su esencia como renuncia inexpugnable e irrevocable a la ensoñación y diseño de la autonomía y la libertad y la verdad para dotar la existencia de sentido y de valor.
 
Es la lucha eterna desde y sobre el cómo vivir en un mundo absurdo y encontrar sentido en él.
 
No somos absurdos, sino que convivimos con el absurdo, a veces denotado como incertidumbre, como ese reino de lo nebuloso cuyo feliz alumbramiento confiamos a la razón.
 
El absurdo es una parte inherente de la condición humana y aprendemos a lidiar con él en la reivindicación del eterno fluir y no del continuo pasar del absurdo unitario y totalizante que nos priva de reconocerlo y reconocernos como sus objetos de repetición y de patrones predecibles y nos condena a la incertidumbre y al miedo, como finitud de la razón.
 
La vida no es plana, ni es círculo vicioso [argumento viciado de facilismo], ni es una banda de Möebius. La vida en contextos de una y de todas y en un único contexto de esencialidad es “movimiento” y tanto movimiento hay en un fluir como en un pasar sin que entre uno y otro haya identidad y menos que pueda predicarse simetría en relación con sus efectos o consecuencias. Aun en un movimiento de “círculo vicioso” se estaría ante una “incertidumbre cognoscible” como sería en símil la “fuerza centrífuga” que libera de la atadura al centro de giro, lo que no hallamos en el movimiento de pasar en banda de Möebius, de esencial única superficie y que aunque acomodable a todas las direcciones y sentidos tiene la virtud de hacer imperceptible el engaño del mismo eterno pasar y sobre todo haciendo indistinguibles los puntos del eterno inicio y del eterno final enfrentándonos a la “certera-incertidumbre” de no saber cuándo se mueve en “eterno retorno” o cuándo en  “eterno principio” y sin poder emitir juicio estanco de probable distinción.
 
Pero ¡vamos! y bajo el milenario y desafiante designio de: “Eppur si muove”.
 
Si bien Hobbes [que no pasó por la universidad de Oxford, sino que se graduó en ella], legó a la humanidad [y desde su relacionamiento bíblico] su obra de “El Leviatán” para justificar la fatal necesidad del Estado entre la comunidad humana por razón de atribuir a cada individuo, como identidad, el “homo homini lupus est”  [el hombre es un lobo para el hombre], diríase que desestimó o no consideró que el hombre es un lobo para el hombre, mucho más por lo astuto que por la ferocidad que aquella encubre.
 
Hobbes, para su época y desde “El Leviatán” [vaya a saberse cómo y porqué] no consideró respecto del Estado y del gobierno, hacer la referencia a “Sísifo” desde la causa de su condena y la condena misma.
 
Es tradición oral y judicial en Colombia sostener que: “en las fincas los cercos caminan de noche” y no es que esto sea asunto de poca monta en cuánto es pieza esencial en la dinámica del eterno conflicto de tierras que cubre toooda nuestra historia.
 
“Sísifo” tenía un vecino colindante con su finca, muy poderoso, llamado “Autólico” que tenía el poder de convertir sus toros en vacas. Cada vez “Sísifo” constataba que sus toros eran cada vez menos y que su hato ya era “decreciente” y sin que pudiera constatar cómo y quién era el “cuatrero o abigeo” que lo hacía.
 
No optó “Sísifo” por ninguna <<exhaustiva investigación, ni altos comisionados, ni por montar “pmu”, robocops y menos llamar al 123>>
 
“Sísifo” solo puso en los cascos de sus toros una pequeña inscripción: “mis toros se los roba Autólico” de tal modo que en la dehesa del abigeo los halló convertidos en vacas con los cascos de toro y de sus toros marcados.
 
La teoría de Hobbes en “El Leviatán” en este estanco histórico puede que haya sido desdibujada y no se halle plausible de reestudio en “las academias y spa” de la época y que no sea necesaria la discusión e introyección de cómo y porqué “el hombre es un lobo para el hombre”, en tanto la humanidad sólo “ve y percibe” el mundo habitado por “Sísifos” cual humildes víctimas soportando injustas e irredimibles condenas. Cualquiera diría que es reducción simplista al absurdo.
 
No basta entonces repetir que habita el país un inmenso “rebaño de lobos con piel de oveja”. Sólo se trata del “champú subcultural” competitivo. Otra cosa es haber visto las fauces de los lobos en el “hamburguer festival”.
 
“Sísifo” prevalido de su astucia y por ella predispuesto al ardid y al engaño, a la trama, la trampa, a la treta dio el paso a la traición y a la felonía contra el Olimpo, contra Zeus, quien no dudó en enviarlo al inframundo, de donde el astuto “Sísifo” logró escapar. “Sísifo” fue condenado a llevar desde el pie de una montaña y hasta su cima, una enorme roca entre cuello y espalda que alcanzada aquella rodaba cuesta abajo debiendo empezar de nuevo y sin interrupción, el continuo y penoso ascenso.
 
“Sísifo” no murió, de tal modo que a “valor presente” no es mitología, ni es leyenda, como no es infundio que en Colombia también tenemos nuestro “Corinto” incluyente: tenemos “Sísifos y Sísifas” y como desde la “Cuna de la humanidad” con numerosas estirpes esparcidas sobre la faz de la tierra.
 
En Colombia, la “tierra de nuestros mayores” en la que “la capa del viejo hidalgo se rompe para hacer una ruana”, hicimos “una ruana antioqueña de una capa castellana” y del “yugo español” un “yugo de novia” para la amada libertad.
 
Y en esta, la “tierra de nuestros mayores” también echaron raíces las estirpes de astutos “Sísifos mayores y menores”, que durante más de seis décadas han ejercido y de facto el “derecho de pernada” sobre la fe, la buena fe y la amada legada por nuestros mayores.
 
Y salió de “Corinto” y quizás bajo la divisa de “si quieres la paz, prepárate para la guerra” y de ser un “Sísifo” de menor entidad ahora se halla de “Sísifo ascendido o mayor” del cual no cabe duda de que su proclama es: “si quieres la guerra prepárate para la paz”.
 
Y no es que sea el egregio sofista de la antigua Atenas, sino que es el sofisma mismo de los tiempos presentes, la astucia y la argucia mismas hechas carne.
 
Hecho “Sísifo ascendido” por la tumultera de “Sísifos menores”, ciñe sobre sus sienes la corona de “rey tuerto en pueblo de ciegos”. Y esas son sus cruces y sus condenas.
 
Desde “Corinto” empezó a subir la cuesta democrática con su enorme “roca entre nuca y espalda”, [que a decir de un gran amigo: no tiene cerebro, sino espalda con prolongación de nuca], “roca” que alcanzada la cima empezó a rodar por las laderas del “cerro de Monserrate” hasta quedar en la sima donde [quiérase o no] aún yace con su estirpe de “Sísifos menores”, a buen recaudo en panóptico con “fiel vigía”, santuario iconoclasta y de la “liturgia negra” contra la autoridad, los modelos, las normas, la coherencia y el respeto por sí mismo, por “sus propios otros Sísifos”, por todos los otros y por todos en el infinito de los demás.
 
Nadie creería que en un “Sísifo ascendido” y de tan poco volumen se agolpara tanta “masa” de incoherencia, contradicción, subjetividad, caprichosidad y arbitrariedad, caos, felonía y megalomanía expuestas y más allá de los legados históricos de “en mis dominios jamás se oculta el sol y el rey jamás se equivoca”. Enorme “roca” lleva entre nuca y espalda nuestro “Sísifo mayor” como condena y sin conciencia, ni en sus “Sísifos menores” de que “cuesta abajo es la rodada”. 
 
Podría pensar que la condena que paga nuestro “Sísifo mayor” en términos de “masa ideológica” que lleva entre nuca y espalda, es condena y agravada por el imposible que le hace indistinguible entre su “eterno principio y fin” en su propia “banda de Möebius” aferrada a la cuesta de la montaña entre cima y sima sin la “gerencia del riesgo implícito” que comporta la “confianza movida por la energía sucia de su astucia” y estulticia que deviene en creencia y mala fe que solamente pueden crecer y florecer en sus jardines de ”Sísifos menores astutos” o el mismo “pueblo que me eligió y que aprobó todas las vergajadas [latigazos con la verga seca del toro] que se me ocurran” como “Sísifo presidente”.
 
“Sísifo presidente” aún sin alcanzar por primera vez la cima de la cuesta con su enorme roca “entre nuca y espalda” sin la primera y total “cuesta abajo es mi rodada” ha sentido que la necesidad de “reciclar” su vulgar astucia y fortalecerla con el cinismo.
 
“Sísifo presidente”, astuto y cínico se hace prófugo de su conciencia y huye de la verdad por relativa que sea negando hasta la verdad misma de la que es incierta, móvil y temporal verdad científica a la postre medida irrefutable de la razón y la racionalidad humana, confutándola con conocimientos fragmentarios
 
“Sísifo presidente” se erige corifeo. Y corifeo de su “roca ideológica” que distribuye entre su séquito en buenas porciones cual si se tratara de la <<multiplicación de los “penes” y los peces” de Nicolás Maduro>>.
 
“Sísifo presidente”, astuto y cínico que conociendo bien la importancia de permanecer adherido a su “roca ideológica” contra la ciencia y el propio devenir histórico y reciente de la humanidad aplica sus “inamovibles  o pétreos dogmas” y al mejor estilo del tirano cubano ejecuta en principio la “purga democrática, pacífica y rutinaria” de las fuerzas armadas porque la firme tradición civilista y democrática y la lealtad a los mandatos constitucionales de “los purgados” prefiere allanarlos como peligros inminentes para la consolidación de sus vergajadas. “Sísifo presidente” ejecutó el rol, el protocolo, el libreto tempranamente advertido.
 
“Sísifo presidente” se promete y se vende como el “hacedor” de justicia y de justicia social, de la moralidad y lanza la guerra bajo el sofisma de la anhelada paz, una paz a la medida de su codicia de todo orden y conectada a su paleolítica “roca ideológica” desde la cual su ego aún no controla el fuego.
 
“Sísifo presidente” le dijo [video en redes] a sus “Sísifos menores” antes de ser por estos “ascendido” que era imposible cambiar sus condiciones porque tanto pronto lograran empleo, lograrían ingresos, poder adquisitivo, seguridad social, saliendo de la pobreza y dejando de ser “Sísifos menores” convirtiéndose en ciudadanos “de derecha”.
 
Muchos de los “Sísifos menores” han sido puestos en “camino de santidad hacia los altares”: “Sísifos” del sistema de seguridad social, del empleo y el régimen laboral, de la planeación, dirección y gestión del modelo económico, la producción, la distribución de la precariedad, y de la sui géneris “expropiación” sin norma legal reglamentaria distinta al “como no quieren vender” hay que “dar el brinco por encima de la constitución y las leyes” y como la decisión que establece que “la responsabilidad de los médicos por sus actos médicos de los que derivan lesiones o muerte de los pacientes, es por incumplimiento de obligación de resultado”. Es la promesa de garantía de “larga vida sabrosa” de “Sísifo presidente".
 
Entre sus “Sísifos menores” destaca ya el “próximo presidente” que no ahorra su autoritario cinismo para advertirse como continente de todo “poder aun sin saber” bajo vergajadas como: “nunca meteríamos a la cárcel a una mujer que ha vivido el drama de un aborto”, <<Entonces a ella no solo la vamos a imputar o no sólo se le imputó por el “delito de escopolaminar”, sino de “intento de homicidio”.
 
La indiferencia ciudadana propicia la matematización de la democracia y anatemiza al ser humano poniéndolo bajo el yugo de las “dictaduras de minorías” o férula de los astutos.
 
Los demás, víctimas de todos los “Sísifos” y por ellos mismos, llevaremos como condena y de nuevo la “roca democrática a la cima” sin riesgo de nueva rodada y como Prometeo, la patria colombiana volverá a mejorar y disfrutar las “manzanas doradas de nuestras Hespérides” porque “cuando Dios hizo el edén pensó en [Colombia] América”
 
El lenguaje, la palabra, develan las ingestas de las almas. 

 
 

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Defenestración, golpe de estado, “parresía”. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

5/13/2023

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​Defenestración, golpe de estado, “parresía”. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

En estos días don Petro impúdicamente se refirió en uno de sus trinos a la “parresía” y citando una de las obras de M. Foucault: “El Coraje de la Verdad".
 
Ni siquiera en el mundo griego existieron tantos ““parresiastas” como los que diría que “por derecho natural” ocupan espacio en Colombia, como silvestres plantas maleza y en especial en los autóctonos “cotos de caza”electorales nuestros. 
 
No hacemos referencia a verdades absolutas, que, si existen, aún nadie puede dar cuenta de ellas y mucho menos como “parresiasta”, pues hasta Sócrates el más sabio después de consultar al oráculo de Delfos, solo pudo decir: “Sólo sé que nada sé”.
 
¿Es Petro un “parresiasta”? Agregó en su trino: “El que gusta de la verdad o va al ostracismo o cambia al tirano. Verdad y Poder es una hermosa discusión filosófica que se expresa en el cambio…”
 
Volviendo al fondo del océano griego hallamos que el “parresiasta” no es cualquier hombre común y corriente, sino aquél para quien en un momento exacto de su existencia reconoce como inexpugnable, indisoluble, indistinguible, inseparable “su intención”, su pulsión con el “decir verdad” misma. No es entonces la verdad de “todo lo que dice”, no es la verdad del discurso “que dice”, ni es su propia verdad, sino, él mismo, como propia verdad con el sentido y valor de “su compromiso con la verdad”. El “parresiasta” se trasciende.
 
Petro es un hombre de “palabra lata” y disvalorada, mal constructor de metáforas y lo peor, carente de autorreflexión sobre su decir y hacer cotidiano.
 
No tiene compromiso con “su intención de decir todo”, sino con su pulsión de “decir su verdad”.
 
Sin embargo -y atormentado- por no ser “parresiasta”, sino una defectuosa autopercepción de lo que es aquél, da curso al más fácil y vulgar expediente: autoproclamarse víctima, victimizarse.
 
En efecto, virtud del “parresiasta” es reconocerse frágil y débil y a su vez fuerte y valiente y del tamaño de la verdad misma que dice; el “parresiasta” no hace “gerencia de riesgos” y tiene plena conciencia de la monumental verdad y cuantificación matemática por el número de enemigos que levanta.
 
En lo anterior se halla otra de las debilidades de Petro: es falaz en su discurso, no puede enunciar su “…verdad de una manera serena y clara, [ni]escucha a los demás, incluso al torpe o el ignorante: [que]también ellos tienen su propia historia”. 
 
Un “parresiasta” nunca es víctima y mucho menos se autovictimiza y no es que sea asunto de “no sentir miedo” al contrario, el “parresiasta” tiene el dominio del miedo. A Petro, al contrario lo domina el miedo.
 
¿Qué puede significar todo lo anterior, paganamente?
 
Que, por mucho que lea y admire la obra de Foucault y por más que pueda conocer de la filosofía griega, en él no se encarna el “parresiasta” de que trató Sócrates, el mismo que aún reclama la humanidad.
 
Petro, trata de pasar de frente y sin agache ante: ““parresía”” y parresia. Petro es tosco.
 
No es que solamente se autoperciba, sino que está autoconvencido que como presidente de Colombia, no solo es audaz y que sus actos de habla son libres y que además son: locutivos, ilocutivos y perlocutivos, en su tentativa de que se les reciba como sello final que no dejaría duda respecto de su “excelsa condición humano/humanista”.
 
Y ni siquiera bajo la acepción “parresia” [sin tilde] puede aparecer Petro, como emisor audaz y libre, de sus actos locutivos, ilocutivos y perlocutivos y mucho menos porque diga cosas “aparentemente” ofensivas, pero en realidad “gratas para aquellos a quien se las dice”.
 
No es audaz. Es hombre que actúa con “enredo y maña”. De los discursos de Petro que circulan en la red, tanto en campaña presidencial en 2018, como en 2022, “su pueblo” está compuesto por ocho y once millones de sufragantes a su favor, respectivamente. No hay duda de que “el pueblo de Petro” no son los cincuenta millones de personas que hacen la población colombiana y que la Constitución define que reside en ellos la soberanía.
 
Obvio que los discursos de Petro no son los que dicen “cosas aparentemente ofensivas” son abiertamente ofensivas y menos que en “realidad sean gratas”, ni para “su pueblo de once millones de electores” y mucho menos para el resto de treinta y nueve millones de colombianos que no son “su pueblo”.
 
Para “su pueblo” de once millones de votantes, que Petro sea “el patrón o jefe del Fiscal general de la Nación” es sumamente grato y lo celebran: “los de la primera línea, los financiadores ilícitos de su campaña presidencial, el hijo que no crió y…”
 
Ni audaz, ni libre. Petro cada día es más esclavo de sus palabras, de sus “enredos y mañas”.
 
Tal vez, todo lo que Petro haya dicho como cosas “gratas para aquellos a quien se las dijo” [sus 11 millones de electores], ya no son gratas ni siquiera entre ellos que descubren tardíamente que Petro “sólo les dijo lo que ellos querían oír” [antes de la elección] y no lo que realmente Petro quería hacer [después de ser elegido] que, no es nada distinto a: no habrá ingreso de $500 mil pesos mensuales para 3 millones de adultos, no se gravarán los 4000 más ricos, [por lo que sus adeptos se chupaban los dedos en campaña], no se incrementará la vivienda, no se detendrá el alza de los precios de alimentos y gasolina, etc., y la reforma laboral y a la salud permanecen entre tinieblas y que sí habrá despojo de tierras, pues lo que se pretende incluir en el PND, ni siquiera se asemeja a la expropiación administrativa, ni judicial por causa de satisfacer demandas de infraestructura y por vía de “razón ideológica” pues el problema de los campesinos de Colombia no encuentra solución en el “reparto político de tierras” en un contexto global de “semillas controladas, alto costo del dinero, costo de instrumentos técnicos y ausencia de tecnologías, producción mundial industrial”.
 
Petro autoentrampado. Ostensible su incoherencia. Y lo más importante es significar que las primeras voces de descontento y acciones de inconformidad públicas se iniciaron precisamente en su “nido electoral” “su pueblo de once millones de electores”, es decir, que sus “pichones” son los que empezaron a dañar su guarida. Las cosas que Petro les dijo y les dice ahora ya no son gratas, ni siquiera para sus “bases electorales”, entre quienes los más pobres, amarrados a “la esperanza petrista” ya padecen con más rigor la carestía de alimentos, servicios públicos, gasolina, escasez de medicamentos, etc.
 
¿Quién quiere defenestrar o “dar golpe de estado a Petro? 
 
Nadie quiere hacerlo. Nadie quiere destituir a Petro como presidente, no al menos como creen algunos colombianos que pueda hacerse como tan fácil y rápido como ocurrió en el Perú.
 
Para el caso de “golpe de estado” o de defenestrar no queda sino una verdad: Petro, solito, es el que se ha “arrojado o tirado por la ventana” [balcón]. Desde ese balcón Petro se arrojó y de cabeza [quizás por el peso enorme de su lengua] porque no son de menor entidad que como presidente de “su pueblo de 11 millones de electores” [que excluye 39 millones de colombianos], los haya convocado a la movilización y protesta social, a la revolución si “sus reformas no eran aprobadas por el congreso” contra el que se despachó agregando que si no le eran aprobadas, tal vez no “tendrían más congresos” [clausura] que si se agrega aquello de ser el “superior jerárquico del Fiscal”, no queda duda ninguna de que la división de poderes le vale un rábano. Prueba fehaciente es haber llevado a las puertas mismas del Congreso una horda de conciudadanos indígenas armados con “inocentes bastones de mando”, a ejercer violencia moral y psicológica contra los congresistas, sin descartar la física y ya legitimados sus “cercos humanitarios” que incluyen homicidio.
 
Si bien la ““parresía”” tiene aún el profundo sentido y valor griego, como parte fundamental de la retórica [que tanto molesta a muchos en la actualidad por ignorancia], en el caso de Petro se hace evidente que no es ni de sombras un “parresiasta” en la dimensión propia que la civilización humana le ha dado y que es quizá la primera puerta que ha de cruzarse hacia la gloria del heroísmo. 
 
Si el pueblo colombiano se ha atrevido a salir a las calles, [incluyendo ahora muchos de los que fueron el pueblo elector de Petro] y si lo han hecho nuestros hombres en retiro de las Fuerzas Armadas de Colombia, no es anunciando “golpe de estado” y menos convocado a defenestrar a quien solito se ha “arrojado por la ventana” que corresponde fidedigna e históricamente con su establecimiento.
 
Petro, ni más ni menos y en varias oportunidades [y así le hayan aplacado ahora sus remolinos capilares y con “insubsistencia del edecán de peineta de nácar”] ha hecho gala discursiva [a un paso de la acción] de que le es más fácil apelar a la “razón de la fuerza, que a la fuerza de la razón”. 
 
Petro sabe que atemoriza y que esparce miedo, ya no solo entre los 39 millones de colombianos que no fueron sus electores, sino también entre su propia hueste de electores; lo que no sabe Petro [sobre lo que hemos escrito] es que el miedo que inocula lleva inherente el germen del coraje, del arrojo, de la valentía. Diría que, además, la gente en la calle es la demostración de la acción sincrónica, armoniosa de la perfección de la unidad dual del ser humano: materia y espíritu. “No puede tensarse tanto el arco, que al fin la cuerda no se rompa”. 
 
Antes que en sus cuerpos, el pueblo de Colombia ha sido constreñido en su espíritu.
 
Petro ha escrito: “El que gusta de la verdad o va al ostracismo o cambia al tirano” y el pueblo de Colombia le ha respondido: no iremos al ostracismo [desaparición, destierro] y cambiaremos al tirano. Carlos Alonso Lucio, Everth Bustamante, Carlos Gaviria, por lo menos han sostenido que usted Petro no ama la verdad, que es hombre de mañas y de poco fiar, que es como el tahúr que cuando no gana arrebata y que no honra la palabra y así ha dicho con igual profundo calado [lavarse las manos por lo fallida y “los pactos incumplidos”] que “yo no crié la paz total”.
 
Tenemos conciencia los colombianos que “la soberanía reside exclusivamente en el pueblo” (art. 3° C. P.) y que no hay “golpe de estado, ni defenestración” sino en los precisos eventos que establece el artículo 217 de la misma Constitución: defienda la soberanía, mantenga la independencia (no cambio de modelo económico, no a combustibles importados de Venezuela, no a la reforma del sistema de salud y pensiones, no a la reforma laboral), mantenga la integridad del territorio nacional (no zonas de despeje o regiones) y mantenga la integridad del orden constitucional (no constituyente).      

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Petro, “Rondón aún no ha peleado” Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

5/6/2023

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Petro, “Rondón aún no ha peleado” Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

Que los seres humanos somos "actos de habla" se refiere a la idea de que gran parte de nuestra existencia y relación con el mundo se lleva a cabo a través del lenguaje. 
 
El lenguaje es una herramienta fundamental que utilizamos para comunicarnos con los demás, para expresar nuestros pensamientos y sentimientos, para comprender el mundo que nos rodea y para actuar en él.
 
Desde una perspectiva lingüística, un acto de habla es cualquier expresión que realiza una acción en el mundo, ya sea persuadir, afirmar, preguntar, ordenar, entre otros. Al hablar, no solo estamos transmitiendo información, sino también realizando actos que pueden afectar a las personas y al mundo que nos rodea.
 
En la expresión "yo soy el jefe del estado y por tanto soy el jefe del fiscal" se presenta una contradicción y, más aún, una declaración que atenta contra el estado de derecho y la separación de poderes y puede poner en riesgo la independencia judicial y la imparcialidad en la administración de justicia.
 
En un estado democrático de derecho, es fundamental que exista una clara separación de poderes entre el poder ejecutivo, el poder judicial y el poder legislativo, para evitar que un solo individuo o grupo de individuos concentre demasiado poder en sus manos y pueda abusar del mismo. En este sentido, el fiscal debe ser una figura independiente del poder ejecutivo, con el fin de garantizar que se lleve a cabo una administración de justicia justa e imparcial.
 
La expresión que se menciona ni siquiera sugiere por vía de interpretación de un presidente “lego en derecho constitucional” que como jefe del estado tiene el control total sobre el fiscal y el “acto de habla”, al contrario, ejecuta una afirmación lo cual es incompatible con la idea de la independencia judicial y la separación de poderes. Esto puede llevar a que el fiscal no actúe con independencia y objetividad, sino que se vea influenciado por los intereses del poder ejecutivo.
 
La afirmación "yo soy el jefe del estado y por tanto soy el jefe del fiscal" comporta una acción-orden que no es equívoca, ni ambigua, sino una declaración de acción que rompe y subvierte el orden constitucional democrático y la cual, no puede ser luego objeto de explicación o de "contextualización" bajo el aleve: "yo no quise decir eso, no dije eso, ustedes entendieron mal".
 
Esta afirmación del presidente no puede ser explicada o contextualizada de manera que cambie su significado y sus implicaciones para la independencia judicial y la imparcialidad en la administración de justicia y la existencia de la República como Estado Social de derecho.
 
En este sentido, es importante que las autoridades y líderes públicos sean cuidadosos y responsables en su uso del lenguaje, ya que las palabras que utilizan pueden tener implicaciones significativas en la forma en que se entienden las relaciones de poder y la naturaleza del estado. Es esencial que se respeten los principios fundamentales de la democracia y del estado de derecho, y que se fomente una cultura de respeto a la independencia judicial y la separación de poderes, para garantizar que el poder se ejerza de manera justa y equitativa en beneficio de toda la sociedad.
 
Podría afirmarse que el tratar de "acomodar" el "acto de habla" de "yo soy el jefe del fiscal" a la "contextualización posterior" del hablante o emisor, [Petro] corresponde en la actualidad con la tendencia de la "relativización" y la prostitución del lenguaje factor determinante del deterioro de la democracia.
 
La tendencia a la relativización del lenguaje y a la reinterpretación de los actos de habla en función de la intención posterior del hablante es una amenaza para la democracia y el estado de derecho.
 
Cuando se relativiza el lenguaje, se diluyen las distinciones entre el bien y el mal, la verdad y la mentira, y se pierde la capacidad de establecer principios claros y universales para la conducta y la toma de decisiones. En este sentido, la relativización del lenguaje puede contribuir a la erosión de los valores democráticos y a la vulnerabilidad de las instituciones del estado de derecho.
 
Además, cuando se permite que los actos de habla sean reinterpretados y explicados en función de la “intención posterior del hablante”, se abre la puerta a la manipulación y al engaño. Los líderes y las autoridades pueden utilizar este recurso para justificar sus acciones y sus palabras, incluso cuando estas van en contra de los principios fundamentales de la democracia y el estado de derecho.
 
Por tanto, es importante mantener una perspectiva crítica y vigilante respecto al uso del lenguaje por parte de las autoridades y líderes públicos, y no permitir la relativización del lenguaje o la reinterpretación de los actos de habla y menos por el propio hablante. Aplica “no aclare que oscurece”.
 
Que los altos órganos de cierre del poder judicial de una república democrática se manifiesten, reconviniendo al presidente de la rama ejecutiva a que acomode sus actos de habla a la constitución y a las leyes y al respeto a la separación de poderes, no es una reconvención simple que pueda minimizarse por el subsiguiente acto de habla del presidente como: "acepto el llamado de la Honorable Corte Suprema de Justicia..." y al contrario, en una profunda percepción, devela al camaleón que "como puede decir una cosa, puede decir otra" creyendo que así puede quedar incólume, íntegro y limpio como el cristal atravesado por los rayos del sol.
 
Cuando los órganos de cierre del poder judicial de una república democrática emiten una reconvención al presidente de la rama ejecutiva para que respete la constitución y las leyes, no se trata de una simple observación que pueda ser minimizada por una respuesta retórica del presidente.
 
Esta reconvención es un recordatorio importante de la importancia de mantener la independencia de los poderes del estado y de respetar el estado de derecho en una sociedad democrática. Cuando un líder o una autoridad utiliza su poder de manera inapropiada o viola los principios fundamentales de la democracia y el estado de derecho, es necesario que se le haga responsable y se le llame a rendir cuentas.
 
En este sentido, la respuesta del presidente al llamado de la corte suprema no puede ser simplemente un acto de habla vacío de contenido, sino que debe ser un compromiso real de respetar los principios fundamentales del estado de derecho y de trabajar en beneficio del bien común de la sociedad.
 
Es importante reconocer que las palabras y los actos de habla tienen un impacto real en la forma en que se entiende la realidad y se toman decisiones, y por tanto, es esencial que se utilicen con responsabilidad y con un compromiso genuino con la democracia y el estado de derecho.
 
Es cierto que existe una distinción entre el país nacional y el país político. El país nacional se refiere a la población en general, compuesta por ciudadanos comunes y corrientes que no tienen un papel directo en la toma de decisiones políticas y en la administración del Estado. Por otro lado, el país político se refiere a aquellos ciudadanos que tienen un papel activo en la política y que ocupan cargos de poder en el gobierno y en la administración del Estado.
 
En este sentido, los actos de habla del país nacional y del país político pueden diferir en su alcance y en su impacto en la sociedad. Los actos de habla del país político pueden tener un impacto directo en la vida de los ciudadanos, ya que están relacionados con la toma de decisiones políticas y la administración del Estado, mientras que los actos de habla del país nacional pueden estar más relacionados con la expresión de opiniones y valores.
 
Los ciudadanos comunes y corrientes tienen un papel fundamental en la formación de la opinión pública y en la demanda de un gobierno transparente y responsable, mientras que los ciudadanos políticos tienen la responsabilidad de representar los intereses de la población y de garantizar el buen funcionamiento del Estado.
 
Evidentemente el señor Gustavo Petro en una misma semana y en distintos “actos de habla”, ha evidenciado su desafecto al Estado Social de derecho y democrático y tal como se establece en el artículo 1° de la Constitución y vaya cosa, poniendo en peligro el principio de la dignidad humana de todas las personas que habitan el territorio nacional.
 
Es evidente [contrario a lo que sostienen los “psicólogos constitucionalistas del turno de oficio”] que Gustavo Petro no ha usado ni siquiera de las peligrosas metáforas, sino que ha acudido de manera directa y desnuda a los “actos de habla” de imperio, de orden, de mandato como los que terminaron en el constreñimiento a la libertad del Congreso y al ejercicio de la representación política del pueblo soberano mientras se discutía el PND, propiciando el traslado desde más de 400 km hasta Bogotá a la famosa “guardia indígena” o monstruoso “cerco humanitario” porque “si el congreso no aprueba las reformas habrá estallido social y ustedes congresistas, es probable que no tengan más congresos”.
 
En la secuencia de “actos de habla” de Petro, no hay solución de continuidad.
 
Así, como gobernante, sus “actos de habla” autárquicos en su doble acepción turgente por carencia, no alcanzan a ocultar sus obsesiones y rayones autoritarios, autocráticos, dictatoriales y felones.
 
Pero y del mismo modo, es evidente que sus “actos de habla” autoritarios, autocráticos, dictatoriales y felones y en su oscuro contexto, como toda sombra traen su “luciérnaga” y ahora aparece que el “fundamento, la razón, el motivo, el argumento y la causa” es que el Fiscal no le da información sobre el asesinato de 200 personas.
 
Y para colmo de la desgracia del país [ni siquiera del felón] salta su hijo Nicolás Petro y su abogado en queja anticipada contra el mismo Fiscal por la “falta de garantías procesales fundamentales” para que responda criminalmente por la captación de dineros y financiación ilícita de la campaña presidencial, sin que en el mismo contexto sea suficiente que el presidente y respecto de su hijo diga: “yo no lo crié”. ¡Más allá de “noche y niebla” y de “cortinas de humo”, presidente e hijo tampoco le han dado la información que el país les ha solicitado desde antes de su elección, misma petición de información que no ha dado ni el CNE, ni el RNEC.
 
Ojalá [y parodiando a Marañón] “el único camino más corto hacia el poder es el recto” no se les escuece a muchos colombianos con las piñas sin pelar que han de tragarse…por haberse dedicado a “vivir sabroso”.
 
Ya no serán solo las mujeres colombianas en España las que estarán “…llorando en las esquinas, esperanzadas de que él pueda cambiar el rumbo del país”, como escribió Petro en su twitter en la visita a España. ¡No tan apoteósico, mi querido! grita la vecina.
 
Quizá España sea un buen destino para Nicolás, como la ha sido y lo es para el RNEC.
 
En Colombia, dizque al parecer “La ética nada tiene que ver con el derecho” del mismo modo: la democracia, la separación de poderes, el Estado de Derecho social, la dignidad humana, la vida, la libertad, el bien común, la propiedad privada…no son materias que hayan de ocupar el ocupado tiempo de cerca de 400 mil abogados…ni de la academia de las que ya no egresan, sino que se ofertan en “promociones”.
 
Podría decir que Petro tal vez es la exacerbación de ese lastre de “espíritu Bonapartista” que se le endilga a Bolívar y hombre graduado “cum laude de la ignorancia supina” frente a la talla de un Jorge Eliécer Gaitán e incluso de Alberto Lleras Camargo.
 
Petro, es hora de recordarte a Bolívar en su “acto de habla”, <<“Coronel Rondón, salve usted la patria” a lo que hoy el pueblo de Colombia, como antes Rondón, responde: “Es que Rondón aún no ha peleado”>>


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