¿“Cerco humanitario”?. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado
¿Templanza, cautela, moderación?
El homicidio del policía Monroy, no es un homicidio más en las frías estadísticas de “bajas” de compatriotas agentes de nuestra Policía Nacional, así muchos hayan ofrendado sus vidas en medio del “conflicto” que sacude al país y por causa de enfrentar a todas las especies de delincuencia que asuelan la vida, los bienes, la dignidad humana, la libertad y la democracia de todos los colombianos.
Es claro que el derecho penal a través de la historia de la humanidad se ha erigido con prominencia como la salvaguarda del hombre frente al oprobio, la barbarie, el despotismo, la inhumanidad manifestada con excesos por el Estado mismo y sus autoridades y por la justicia por manu propria ejercida por autoridades, forajidos y criminales cuyas víctimas, digamos que unos inocentes y otros presuntamente responsables claman por igual y por el mismo principio de la dignidad humana: por justicia a través del debido proceso y todas las garantías que la civilización ha forjado en pro del ser humano que también lo es el delincuente.
Superó la humanidad la Ley del Talión del “ojo por ojo, diente por diente” y se alcanza la cima bajo la proposición que el derecho penal no es el derecho de la vindicta pública y que algunos pretenden legitimar desde alguna religión diciendo que “Jesucristo condenó la venganza, pero no dijo nada del desquite”.
El homicidio en secuestro del compatriota policía Monroy es diferente, desde su propio contexto. En primer lugar tiene origen en un conflicto propiciado en gran medida por la voluntad omnímoda del presidente Petro en materia petrolera, como igual ocurre con la seguridad social arrasando en todos los casos el orden constitucional en el trámite de las leyes previsto como: estatutarias, orgánicas y ordinarias, rompiendo el pacto político entre todos los connacionales para segmentarlo como si se hubiese establecido solo en beneficio y garantía de sus correligionarios y graduando en general como enemigo a todo el empresariado colombiano.
“Devotos” del petrismo han apelado a la “lealtad al presidente” y este es apenas el reflejo de la condición de “sumisos” rendidos y subyugados a la “imagen” del presidente-redentor prototipo que bien ha descrito E. Kraus, privados de todo discernimiento y sindéresis y de toda razón e inteligencia crítica desde lo que construyen como “enemigo” a todo aquél que se atreva a “mascar y remascar y digerir” sus doctrinas y sus dogmas los “artículos de fe” de su “religión política”. Ningún ciudadano debe y menos está obligado a la “lealtad con el presidente”, ni siquiera con su propuesta, plan o programa de gobierno como lo han considerado algunos y menos porque “haya sido aprobado” consecuencialmente de la elección misma que lo ungió presidente. ¡Tremendo despropósito! “Arco triunfal que cruza la tiranía y el despotismo” suprimiendo de facto el control político mediante el debate legislativo en un congreso emasculado.
Es, [con la bella expresión del economista Luis Guillermo Álvarez], el inicio del “Nirvana Comunista” en efectivo, en pesos contantes y sonantes en los que la política redentorista “planifica y estructura” el mantener “medios llenos y medios vacíos los estómagos”, en tanto los “medios llenos no piensan” pero producen votos y los “medios vacíos” se curan del “mal pensar” medio llenándolos. Es la instrumentalización de la masa en el escenario de la “necesidad y del temor”, de la no-libertad y de la indignidad humana.
La muerte del conciudadano policía Monroy en secuestro y el secuestro de otro grueso número de uniformados tiene la impronta, más allá del Estado colombiano, el sello indeleble del “poder autoritario” en cabeza del presidente y comunicado a las demás autoridades sumisamente insubordinadas contra el Estado democrático en “solidaridad de cuerpo” [estómagos medios llenos y medios vacíos] y contra todo derecho y contra la Constitución y la ley, asunto que no se supera con las melifluas palabras del ministro de defensa, ni con las de “prudencia, templanza y cautela” del comandante de la Policía Nacional, ni mucho menos apelando al artículo 90 de la C. P. sobre la responsabilidad patrimonial del Estado por “daño antijurídico” originado en un actuar regular o irregular de las autoridades públicas. No todo es “medible y cuantificable” y menos en simple dinero o en “pedir perdones o enviar solidaridades” por medios y redes sociales.
Ergo, Monroy denota que en el horizonte ya no se trata de la antiquísima discusión entre “Sacrificar a uno para salvar a mil…” sino de “Sacrificar a uno y condenar a miles…” y no solo a mil policías o mil soldados, sino a miles de ciudadanos, a la humanidad misma.
Escozor producen quienes confían la “superación” de la profunda crisis de humanidad y humanismo a “debates en redes sociales” arguyendo dizque el “poder de penetración” que tienen en la “comunidad” y bajo los lugares comunes de: “salvar la democracia, rodear las instituciones, derrotar la corrupción, preservar la vida de nuestros policías y soldados…” que no dejan de ser consignas y estribillos inocuos.
Escozor producen quienes confían la “superación” de la profunda crisis de humanidad y humanismo a las “marchas democráticas y pacíficas” arguyendo dizque el “poder de movilización y concienciación” para producir la recuperación y salvación de la democracia.
No desestimamos el uso de las tecnologías, ni de las redes, ni el significado de las marchas democráticas, civilistas y pacíficas, significamos su insuficiencia y sobre todo por estar incorporadas como “estrategias progresistas” para el debilitamiento de las organizaciones democráticas: las primeras por el nivel de desinformación que generan a través de “fake news, boots, bodegas y bodegueros pagos con presupuesto público, etc.” llevando a la organización democrática a acudir a los mismos procedimientos ante los que sucumbe la tesis, el discurso, el argumento y por supuesto la verdad por relativa que sea generando más desconfianza, incredulidad, cansancio, apatía y sensación de esfuerzos estériles. Las segundas, las marchas, justamente por democráticas, cívicas, civilistas y pacíficas terminan como un elemento más de “paisajismo en el espacio público” que es reconvertido en validador del talante “pluralista, garantista y democrático” de todo usurpador, que lo usa a su favor como su propio y sin igual “cortafuegos”. Nótese como las “marchas pacíficas” de las conocidas “primeras líneas” de “devotos, correligionarios, contratistas, aliados estratégicos” terminan “legitimando” y a través de todos los medios y redes la violencia programada y de libreto de las supuestas “acciones populares” y deslegitimando en su orden: las instituciones policiales, militares, los jueces, la administración de justicia y las autoridades del Estado democrático contra las que no dudan en pretender y ejercer un “derecho penal de enemigo”, alentado desde sectores académicos y organismos internacionales del llamado “buenismo penal” cuyo “garantismo” y en frente de las “prisiones de facto” que impone la delincuencia sobre enorme masa de ciudadanos desde la “necesidad y el temor”, no son más que la pragmática de una “economía de los delitos y las penas” desde la “desprisionización” bajo los títulos de “negociaciones de paz, de sometimiento a la justicia, acuerdos” y más recientemente como “política de Estado de humanización y dignificación de las prisiones” mientras desde adentro de ellas, la sociedad civil sin trazas de delincuencia sigue en estado de no-libertad y prisionera no solo de la inseguridad propiciada por la delincuencia desde las prisiones y en los campos y en las calles, sino incluso prisionera de las normas del Estado de derecho y de algunas autoridades que más que queridas son temidas.
No obstante, la sociedad cívica, civilista y democrática, sin guía y sin discurso termina presentando sus “demandas contradictorias” y como plañideras “llorando e implorando” conmiseración con los seres humanos caídos en prisión y hasta haciendo despliegues mediáticos de “discursos y paradigmas de perdón” a los victimarios.
Del derecho penal y de sus normas ha de hacerse exégesis y no solo gramatical, sino lingüística y en el contexto social, ergo, si el ministro Prada dice: “…que protestan y reclaman derechos no tiene porque estimagtizarlos…” y que no hubo extorsión a la Emerald Energy, ni secuestro y homicidio del agente Monroy Prieto, sino un “cerco humanitario”, y ofrece las posibilidades de poner estos hechos en “blanco y negro”, como una reactualización de Carlos Gaviria (q.e.p.d.) cuando afirmó: “…una cosa es matar para enriquecerse, y otra cosa matar para que la gente viva mejor,…”, no hay espacio a la duda respecto a que avanza la acción del gobierno entre las opciones de: bueno/malo, amigo/enemigo, delito/cerco humanitario, dignidad y libertad prevalentes de delincuentes sobre víctimas civiles no incursas en hechos delictuales; sin más, rota toda imagen, idea o concepto de unidad nacional surge con toda entidad e identidad un nuevo país: el país de la delincuencia al que se reata como en “fusión empresarial” el país político y cuyo cordón umbilical [según se conoce por los medios] se extiende a la familia presidencial. Es que ¿es acto de alta lealtad y nobleza y probidad que el presidente “pida que se investigue a su hijo y a su hermano”? En “blanco y negro” y como el ajedrez tememos que todo quedará en tablas: “todo fue a mis espaldas y el dinero no entró a la campaña” en el continuum de nuestra historia.
Preciso reiterar que sin plaza pública y sin discurso, no hay democracia; necesario comprender que la democracia perdió el espacio público en manos de las normas técnicas de arquitectos e ingenieros y gurús de seguridad; que el espacio público es espacio de tránsito o de paso de connacionales extraños e indiferentes y de extranjeros en vértigo que a lo sumo se detienen a escuchar en mal inglés o francés a un “paisano” que “fabula con sumo rigor” sobre algún personaje en el Parque Inflexión de Medellín.
Horroriza que miles de ciudadanos colombianos, que sin ser químicamente buenos puros, estemos presos, no en las redes de un poema sino en las propias del Estado Social de derecho, democrático y participativo, del poder del “comodín constitucional” de moda, de los variopintos discursos político-penales y penales-políticos de los nuevos “cotos de caza” y a merced de muchas más “empresas electorales” y con sobre oferta de “candidatos de sus propios YO” y sin más argumentos: que la basura, el mal estado de las vías, “el puente de Fico y el de Quintero” y una lista interminable de “lugares comunes”. Nada desde el núcleo. Nada que asombre tan siquiera como un nuevo “buen comienzo”. La gran mayoría repetirá curules en congreso, asambleas y concejos y más de los mismos serán alcaldes y gobernadores…talvez así conoceremos y padeceremos el “cerco humanitario” y lo decimos por aquello de “genio y figura, hasta la sepultura”.
Sin humanidad, sin humanismo todo “cerco humanitario” no es más que la trampa aleve que tienden los manipuladores. “Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar esas palabras".
Extraña la “desaparición” de no pocos manipuladores, su silencio, su retiro a “clausura”, sin que sepamos si en arrepentimiento o calculando nuevos asaltos a la humanidad, a los conciudadanos, a la democracia, a las libertades o si por fin se enquistaron como “garrapatas a las jugosas tetas públicas.”