El derecho, entre los “chulos grises y los chulos azules”
Por: Abogado Nelson Hurtado Obando
Un abogado, debe ser un auténtico ser de preguntas, desde lo vital, desde lo íntimo, desde el ánima que refirió Aristóteles; un abogado, se negaría doblemente a sí mismo, si asume el rol de solo “consumidor de respuestas”: tales como “lo dijo…, es la última jurisprudencia, es la sentencia unificadora…”, pues, podrá ser en el mercado de servicios jurídico-legales y con todo el aparataje del marketing y la publicidad, un abogado que deslumbre, pero no que alumbre.
Un abogado, casi de manera natural, aprende a “separar” en el ejercicio profesional de su vocación, su credo religioso y político y a depurarse de toda contingencia de discriminación por raza, sexo, condición económica, etc.
Estamos en frente de tiempos difíciles y no solo para el ejercicio profesional, sino para los derechos y garantías civiles, políticas y económicas de todos los seres humanos y ciudadanos.
Hoy, de manera confluyente y muy temprano en la mañana, leí las preocupaciones del doctor Iván Cancino en twitter: @CancinoAbog, del exmagistrado J. Orlando Santofimio @j-o-santofimio y del doctor Javier Tamayo Jaramillo en su columna de Ámbito Jurídico, todas estas proposiciones en la misma perspectiva de un sentir ciudadano que se generaliza y de manera desconcertante, respecto del derecho, del abogado, de la administración de justicia, que en mi sentir es como el retorno a la época de Carlos V, apodado el “Rey Sabio”, que dijo: “El rey no se equivoca”, hoy, no solo predicable en relación con los actos arbitrarios de los gobernantes y autoridades del Estado, sino que incluso y de otras maneras, alcanzan las interacciones entre personas humanas, bajo el contexto del uso arbitrario de las propias razones o de la posición dominante.
Muy puntual el doctor Cancino en su protesta, (a la que nos sumamos) y respecto de las circunstancias de desigualdad que se presentan para el ejercicio profesional y de no pocos eventos de maltrato para los abogados en ejercicio, por parte de algunos servidores de la administración de justicia. Pero, la puntualidad del doctor Cancino, es apenas una “punta del iceberg” -como ahora se dice-, lo que amplía el doctor Tamayo Jaramillo y a la que en ese sentido de amplitud se refiere el exmagistrado J. Orlando Santofimio.
Hemos escrito y predicado ante auditorios más pequeños, que, en perspectiva, asistimos a un proceso que tiene un solo "punto de fuga": la conversión y/o de reconversión o remanufactura político-económica y tecnológica del derecho. Y como lo dice Tamayo Jaramillo en su columna, somos al final “una sola golondrina”.
Este estado de cosas, no es gratuito, ni es espontáneo, ni es natural como si se tratara de una versión de la “Teoría de la adaptación de las especies” y en nuestros menudos buceos por la prehistoria y la historia, situamos al punto del problema que nos ocupa, el hecho innegable de la reunión del primer “Foro sobre el estado del mundo” realizado en 1995, en el Hotel Fairmont de la ciudad de San Francisco, a la cual se hizo presente Zbigniew Brzezinski, consejero de Jimmy Carter, quien propuso, bajo el término tittytainment, alimentar en el futuro a la humanidad, no solo con el alimento físico, sino con una adicción a algún objeto que produjera enorme dependencia, hallando la solución en los artilugios y artefactos tecnológicos: hardware, software, internet que ya venían en pleno desarrollo. Quisiéramos en este punto, que el lector curioso tomara la iniciativa de investigar y consultar más sobre el punto y no limitarse a Wikipedia, Google, etc. para que de pronto, la que es su “propia identidad o su propia personalidad”, la contraponga de frente y fríamente ante su “propio celular” y que ojalá pueda preguntarse: “¿quién soy yo, ahora?”.
Ni la economía puede tener códigos de ética y menos puede tenerlos la tecnología y mucho menos que de ellas pueda predicarse neutralidad, pues en ambas, lo inherente es el interés y el ánimo de lucro y con la imposibilidad de poder aparejarles tratados axiológicos y deontológicos, por lo que seguiremos sosteniendo de la tecnología, que: su carácter óntico, le inhibe de todo código ético, ergo, ¿cómo su ontología?
Es por estos rumbos – creemos nosotros- que debe existir un debate profundo: ¿automatizar la administración de justicia? ¿Automatizar la administración de justicia y el derecho? ¿Está libre el algoritmo oculto, de supuestos económicos, ideológicos y políticos y de otros sesgos? ¿Bastará el simple jingle del “ahorro de recursos” para destinar a la “inversión social” y redistribuir la riqueza? ¿No es precisamente un tittytainment, la “zona de confort” que instaura la tecnología en nuestros despachos de abogados? No diremos, nunca jamás, que despreciamos o consideramos inútil la tecnología, al contrario, es útil y será mucho más, cuando podamos afirmar sin duda que nos apropiamos de ella, pues hasta el momento, apenas somos sus medios, sus instrumentos, su objeto de apropiación, sometidos a los dioses generadores de algoritmos y softwares, a sus rutinas técnicas, sin voluntad sobre nuestros ojos y nuestros dedos, sin nuestro tiempo, por los estándares de eficiencia y competitividad y sin siquiera tiempo para el ocio, entendida como una necesidad biológica y una práctica social y hasta ocupando sin pagar arrendamiento, ni servicios, por los espacios propios y naturales de la intimidad personal y familiar. La invasión no fue solo afuera, sino adentro y de esta última no alcanzamos a medirnos las altas dosis de dopamina que comporta espichar una tecla y ver ante los ojos la soberbia imagen de grandes pixeles.
¿Nos hemos autoevaluado acerca del lenguaje oral que estamos usando? ¿No hemos asimilado qué representan los emojis y los emoticones, respecto del lenguaje escrito y los efectos que producen? ¿Sabemos cómo ha disminuido el número de palabras que usamos en una conversación, aun con un ser querido? ¿Operan los códigos de la abreviación y el lenguaje técnico, para la insustituible comunicación entre seres humanos? ¿Cuántas veces la respuesta a una pregunta esencial, es: “el sistema está caído, el sistema está escalando la información? ¿Cuántos de nosotros ya no tenemos esos atributos de la personalidad, como el nomen y solo somos un dato, una cifra, un código? ¿No son acaso los “chulos grises y los chulos azules, las “entidades rectoras” de nuestro actual “tráfico vital”, aun en personas de “alta alcurnia y prestancia intelectual”, no son pues en algunos casos la expresa manifestación de “no reconocimiento y de negación del otro”?
Creemos que la humanidad, antes que desaparezca, necesita la deconstrucción profunda del humanismo y en ello, los abogados tenemos una enorme tarea.