Alumbrados y deslumbrados. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado
Allá quedó la natilla de maíz molido y pasado por cedazo de crin de caballo y en pura leche y con panela de verdad-verdad cocida en el fogón improvisado de tres piedras gordas y encima la paila especial de cobre y un mecedor de madera entre las callosas manos de “macuenco” con sus brazos musculosos como el “Hércules de la natilla”.
El frente de nuestras casas en la uniformidad de sus fachadas de boñiga y arena con la pintura de cal, blanca, eran adornadas con bombillitos de colores tan pronto empezaba el mes de diciembre; diríase que allí tuvo inicio el servicio “a domicilio”; entre vecinos y como fina atención de respeto, reconocimiento y solidaridad en el intercambio de natilla, buñuelos, postres de frutas, queso de piña, hojuelas.
El 24 de diciembre había matada de marrano en la cuadra y que recordemos de “naides, ni de nadies” supimos que hubiese enfermado y muerto por comerse la colita tostada o arrancar pedacitos calientes y crujientes de la “cascarita” del pobre “semejante” así sacrificado y luego pasado por el fuego del helecho, combustible especial para este menester. Después venía la elaboración de chorizo casero y el envío de las “libritas de carne” para algunos vecinos.
El 28 de diciembre seguía la parranda del día de “Santos inocentes” hasta llegar a tiempos cercanos de la “evolución de la especie” en que no sabe y por cuánto tiempo nos doleremos de la “inocentada de los Santos” y por aquello que Judas [el de Jesús] no fue uno solo, ni actuó solo.
El 28 de diciembre mi santa madre se levantaba temprano y sin romper la regla de primero el baño y la lavada de todos los elementos de cocina, preparaba la masa de queso y de maíz molido para hacer buñuelos, empanadas y tamales; las empanadas y los tamales guardaban su secreto en la masa que les envolvía “el alma” o relleno. Nada parecido a lo de ahora hechos de una masa coloreada e insípida y tostada.
Diría que mi madre ya apostaba por el día de la “inocentada de los Santos”: a los buñuelos con dedicación especial para nosotros sus hijos y otros niños de la vecindad les ponía ojos, nariz y boca o pico de granos de frijol en forma de animalitos. Pero, “pa´los vecinos” la natilla iba acompañada de varios buñuelos, empanadas y tamales algunos de ellos “rellenos de algodón…”
Después el 24 era usual que en un viaje de 5 horas en camión y por carretera destapada y polvorosa nos trajeran a Medellín a “ver los alumbrados”, eso sí era grato y “encantador” recorrer la avenida La Playa desde el teatro Pabló Tobón, Junín, etc., tenía el valor incólume de la libertad. Ya después, “el parche” cuando vinimos a estudiar a la capital era ir a “ver alumbrados” con las noviecitas y los compañeros de colegio por entre el olor de crispetas calientes, la fritanga callejera de olorosos chorizos, picanticas butifarras y en fin, de la abundancia de la gastronomía cuando aún no habían ordenado el cierre de nuestros “palacios del colesterol” y desprevenidos y hasta desprovistos de esos calzoncillos de hoy, con bolsillo y cuya destinación instrumental es el intento de proteger la vida escondiendo el celular.
Fuimos de esas generaciones que nos apropiamos de los alumbrados de manera libre, voluntaria y espontánea, no a fuerza de propaganda, ni de publicidad, ni de la mano de los “profesionales de la manipulación y la ventaja”o maestros de “el vivo vive del bobo” en tanto ellos lograron alumbrarnos como individuos y comunidad en nuestras potencialidades, tesón y pujanza, no de ninguna “raza paisa” sino del pueblo antioqueño que además de llevar “el hierro entre las manos porque en el cuello le pesa” lleva en el corazón la dimensión humana y social de EE. PP. M., como “Fuente vital de bienestar y de progreso” y este es nuestro verdadero ENCANTO, que es bien diferente de los nuevos “encantamientos”.
Venir a ver los “alumbrados navideños de Medellín”, era purito amor platónico, no por los “calabacitos alumbradores”, ni solo por la ciudad construida aún entre tapias de tierra pisada y la mezcla de hierro y acero con formas y perfiles de vanguardismos, sino más allá y por el amor entre sus personas habitantes y por el “territorio extensísimo” que bajo de las plantas de los pies a cada uno correspondía para “echar raíces” en la “Bella Villa”.
Era purito amor platónico, el de un pueblo y una humanidad sin temor, amante de la libertad siguiendo a la diosa Diotima cuyo movimiento vital se gestaba entre los extremos de la “abundancia y la necesidad” y no bajo la falaz promesa de “la necesidad a la abundancia”, porque EE.PP. de M., no era símbolo, sino la “Fuente vital de bienestar y progreso” hacedora de libertad desde la abundancia y no la caja menor de los “ricos Epulones” que ya ni migajas de sus botines dejan caer a los irredimibles.
Ahí es donde a todos nos habitaba el verdadero “ENCANTO de MEDELLÍN”.
Hasta entonces a nadie se le había ocurrido invertir el camino hacia la libertad de la diosa Diotima y no creo que haya sido propiamente un antioqueño titular de “deuda ancestral” alguna, ni de un “paisa aventurero y aventao”pero honrado con prototipo en el girardoteño al que su contador le reclamó alguna vez porque “hacienda se escribía con H” y ante semejante despropósito le ha respondido: “señor contador, con H o sin H, cuántas aciendas tiene usted y cuántas tengo yo”.
En menos de tres (3) décadas destronamos a Diotima para lo que bastó invertir los “polos de la libertad” y pasar de la “abundancia-necesidad” a la de “necesidad-temor-abundancia” como controvirtiendo en algo a Arendt y allí perdimos todos los arreos de oro y plata del potro indomable de nuestra libertad.
Cercanamente también nos quedaríamos sin Dios y sin dioses y sin Kant y nos hallamos ya no en la “ciudad soñada” sino en la “ciudad-pesadilla” bajo el yugo y el látigo de la antifilosofía en manos de los monopolios del útil “imperativo hipotético”
Nunca comprendimos a tiempo que en la versión de la “necesidad a la abundancia”, nos desapropiaron de todas las hambres, de todas las hambres que nunca debieron ser saciadas por los efectos colaterales del “tamal metódico”. Fue el último golpe a la diosa Diotima y a Platón y Medellín, la “Ciudad Encanto”, la “Tacita de Plata”, la de la “Eterna Primavera”, la “Ciudad Belleza y Bondad” sucumbió y dejo se hacernos “ciudadanos alumbrados”.
Antes, los alumbrados no se destacaban por la “derrama económica” [Gastos cuantificados que como mínimo realizan los turistas en su visita a la ciudad a ver los alumbrados] y que se vende desde el palco alcaldesco como si fuera la “redención económica” de la masa de vitualleros, el paso de la “necesidad-temor a la abundancia” y el crecimiento estadístico para el DANE y la vanidad y megalomanía del gobernante como “generación de empleo” y golpe duro a la necesidad y el hambre.
A ver los alumbrados de Medellín llegarán miles de turistas nacionales y extranjeros y entre ellos parientes “ya extranjeros” que dejarán servida la mesa y si acaso tendrán tiempo para una llamada desde el aeropuerto minutos antes de abordar el vuelo de regreso.
Pero, ellos, todos los que regresan y muchos de nosotros que nos quedamos después de “ver los alumbrados” tendremos “reseteado y actualizado el deslumbramiento” cuya carga energética le garantiza larga duración hasta el tiempo de las nuevas recargas: la próxima navidad y la campaña electoral.
En la ciudad en marcha de la “necesidad-temor-abundancia” y sin saber por cuánto tiempo más, el “tamal métodico oficial” seguirá generando la “derrama económica negativa” aunque hayan desaparecido las “otras hambres” y el apagón de los alumbrados nos dejará deslumbrados y quedaremos sin saber siquiera si somos o no somos “calabacitos alumbradores”. Sin hambres, excepto en el “estómago-cerebro”.
Tragedias y carnavales son fuente de enorme “derrama de capital electoral” para gobernantes impúdicos que han roto la “belleza y la bondad”.
Medellín ya no es la ciudad-encanto y los alumbrados en este contexto y quienes vienen a verlos regresarán y otros se quedarán “deslumbrados” por el “encantamiento” del “poder mágico-máfico”. Mientras las otras hambres pasan sus horas calmas frente a las pantallas, la vida, la vida digna, la belleza, la bondad, la libertad, la democracia no padecerán de retortijones porque la promesa del “Valle del soguar” es que ya se tienen listas las “dosis de refuerzo” de “imperativos hipotéticos” con más principios activos y de
efectos duraderos…
No hay tal, “barriga llena corazón contento”. Hora de repensarnos.