Medellín, “…echémosla a suertes, a ver a quién le toca"
Por: abogado Nelson Hurtado Obando
Twitter: @abogadohurtado
En estas “republiquetas” el denominador común no ha sido otro que la banalización y la venalización de toda institucionalidad, de toda raigambre sociológica y antropológica de los seres humanos en relación con el entorno donde se vive, donde se habita, donde se tiene arraigo y en su denotación amplia de hogar.
Experiencias recientes en algunas “republiquetas en propiedad horizontal” muestran como muchos copropietarios han debido acudir a la vía judicial para “revocar” a algunos administradores que después de la “primera elección anual” han conseguido una subsiguiente “reelección in aeternum” de cuatro, ocho o catorce años al cabo de los cuales los copropietarios terminan siendo subordinados del administrador que culmina su azarosa gestión “colgándose a su llavero” al mismo consejo de administración que por desconocimiento o por connivencia y por fuera de las normas legales y reglamentarias asume motu proprio la función de “legalizar” todo gasto, cualquier gasto que el administrador y más allá de sus funciones ejecute, no importa que correspondan a gastos no previstos en el presupuesto y no aprobados por la asamblea, pues lo que interesa es el funcionamiento de las dragas de la “contratación extractiva”..
¡Ay de los copropietarios que quieran organizarse para acudir a la asamblea ordinaria a “revocatoria” del “consejo de administración llavero” y luego a revocar a in aeternum administrador; les lloverán “rayos y centellas”, pero ¡sí que vale la pena!
En la ciudad y para el caso concreto de Medellín, es enorme la similitud con lo que acontece en muchas unidades residenciales en propiedad horizontal o en parcelaciones.
La coincidencia tiene su propio cordón umbilical lógico; es generalizado que en cada vivienda o apartamento en propiedad horizontal, cada “familia” se conforma por tantos “estados de derechos personales” cuantos sean sus miembros y con la posibilidad aparente de tener un “PMU” [puesto de mando unificado] que no escapó a la banalidad, ni a la venalización institucional, al rompimiento del rito y de la solemnidad y a la fractura estructural de toda semiótica y de toda axiología sin las cuales el parentesco no consolida la familia y mucho menos su sentido y valor ético y moral, ni la plausibilidad de un proyecto de vida en la comunidad de afecto, ayuda y socorro mutuos.
En este sentido hemos pensado que el artículo 42 de la Constitución ha sido abrogado, por la visión de que en Colombia solo existe un tipo de familia, la constituida por el “vínculo natural o jurídico” entre patrimonios y con prescindencia absoluta de provenir de vínculo católico o civil entre parejas homo o heterosexuales. Así, la mayoría de los conflictos llevados a decisión de los jueces convergen por ejemplo en ser: “cesación civil de efectos patrimoniales católicos o de divorcios patrimoniales civiles.” No hay vínculos, hay planes de negocios, de utilidad medible.
Hemos significado que, en la propiedad horizontal la vivienda ha terminado siendo parqueadero de cuerpos cansados, a lo que se suma hasta el pretender la apropiación privada de los “parqueaderos de visitantes” cuando a algún copropietario le hace falta alojamiento para el “miembro más querido de la familia” de último modelo.
Grosso modo me atrevo a sostener que lo que ocurre en la ciudad no es nada distinto al estado macro de los hechos cotidianos que ocurren en la propiedad horizontal con la misma y con las singulares violencias comunes “superhipermega” exacerbadas.
A esta edad y después de más de tres décadas de haber obtenido el título de abogado no me arrepiento de haber dicho, de haber sostenido y seguir sosteniendo que la estructura del Estado colombiano empezaba a reconfigurarse bajo el canto del “Réquiem por los partidos tradicionales” que como reconvención futurista [no de “visionario”] le hizo López Michelsen al país político respecto de las “juntas administradoras locales” y la “elección popular de alcaldes” en su columna de El Tiempo de 1986 a cuya sombra hemos sostenido que la República y con la escasa unidad nacional lograda hasta entonces había entrado en su proceso de disolución y liquidación en las manos de muy buenos democrateros y pérfidos demócratas. Tiempo después y con el coche fúnebre andando algún pasajero se tira y una lágrima costó una presidencia y el que fuera el glorioso Partido Liberal entró en su fase terminal.
En 1988 se inicia el primer período de alcaldes elegidos por voto popular para un corto período el cual fue suficiente para que algunas “sociedades de San Vicente” en varios pueblos se convirtieran en el “músculo financiero” de no pocos candidatos a alcaldes y luego de elegidos, en su “caja mayor” de desagüe del erario y sin que la buena suerte tampoco les negara su acompañamiento permitiendo que no pocos premios mayores de algunas loterías “cayeran repetidamente” en su círculo familiar y de amistades pueblerino.
Y el golpe final lo propició la Constitución de 1991, la que ingenuamente ha derramado la creencia que se debe a una “inocente séptima papeleta” surgida espontáneamente desde la fiebre del trópico que cíclicamente ha vuelto calenturienta a “la juventud estudiantil” como que:“Son aves que no se asustan de animal ni policía…” que de nuevo encabeza el hit parade libertario chileno.
No soy uribista, ni mis convicciones políticas las he hipotecado a ningún “ista”, ni a ningún “ismo” [empresarista o empresarismo electorero] como tampoco otros muchísimos conciudadanos, que no somos agentes de ninguna empresa de corrupción público-privada como pretenden estigmatizar el alcalde Medellín y todos sus “secreaúlicos” y la camada de concejales de la ciudad, diputados y congresistas antioqueños que a diferencia de otros “no dicen nada” para decirlo todo con su silencio repleto de “cuotas de dominio burocrático” en diferentes dependencias municipales de la ciudad y en contravía de la raigambre sociológica y antropológica que aún nos queda como ciudadanos con espiritual arraigo a la tierra de este “El lugar donde nací, y con mis amigos crecí, la ciudad para mis hijos, donde vivo y trabajo por ti; Medellín crece contigo, su progreso es para todos, depende también de ti darle amor a Medellín”.
No es contingente que, al ejercicio democrático del derecho político a revocar el mandato del alcalde de Medellín, se requiera la expresión clara y pública de los concejales de Medellín, de los diputados antioqueños y de manera especial de cada uno de los congresistas, manifestando de frente y categóricamente, su apoyo por el “Sí” o su apoyo por el “No” a la revocatoria, circunstancia que por anticipado los pondrá al descubierto acerca de si marchan con sus conciudadanos o en contravía de ellos favoreciendo el triunfo o precipitando el fracaso de la revocatoria o si con su silencio REFRENDAN lo que expresamente ha escrito el alcalde en sus trinos en Twitter del calibre de: “Que el mundo entero sepa que detrás del intento de revocatoria en Medellín está el uribismo y los parapolíticos más peligrosos del país”; ya antes nos ha nombrado “enemigos” y “pelagatos”.
Señores congresistas si muchísimos conciudadanos de Medellín no somos “enemigos”, ni “pelagatos”, ni “uribistas” y apoyamos la revocatoria, ¿qué venimos siendo? ¿”…los parapolíticos más peligrosos del país”? ¿Es esta nuestra condición por ejercer un derecho democrático? ¿Qué son entonces ustedes señores congresistas antioqueños elegidos con nuestros votos, votos de conciudadanos “enemigos, pelagatos y parapolíticos”?
De igual modo, la exigencia es más categórica para los conciudadanos practicantes del credo uribista, no anticipen la derrota de la revocatoria, no se apropien indebidamente de esta gesta civilista y cívica, que no es de su propiedad exclusiva, pues en ella hay miles de “quinteristas defraudados, engañados”, miles de ciudadanos uribistas y miles de ciudadanos de otros grupos partidistas y otros tantos miles de ciudadanos, simplemente ciudadanos y no precisamente “viudos de poder” como también los llama el alcalde.
Cuestión de honor, de coherencia, de dignidad, que lo digan públicamente pues la crisis de Medellín alcanza y no deja sana la institucionalidad nacional que no es un proceso ajeno, ni extraño al que recorre a Latinoamérica. Extraña el silencio del exrector de Eafit en este campo fértil para discernir sobre la eticidad y moralidad del “vivo y el bobo” que se atribuye al antioqueño y para saber de qué lado están uno y otro en este proceso revocatorio, como también se extraña el discurso de la moralina del expresidente de Bancolombia Carlos R. Yepes y a propósito también de hallar y desde ahora un candidato, ciudadano, tal como ese aceite publicitado “libre de impurezas”.
¿Ergo, quiénes son los “empresarios” que sí le gustan a Quintero? “Hablen o callen para siempre”, pues nada será más claro que: <<Los soldados cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado y apartaron la túnica. Era una túnica sin costuras tejida toda en una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: "No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quien le toca”>>. ¿Independientes o libertinos?