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“Deseología jurídica” Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando @abogadohurtado

3/21/2021

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“Deseología jurídica”
 
Por: Abogado Nelson Hurtado Obando


“Don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos…”
Sería nuestra proclama, que, Don Quijote retorne por estos lares de su “ínsula Barataria” y trayendo rendido ante su dama y ante Sancho gobernador, al “gigante Caraculiambro”.
​

Hoy, no preocuparían a Don Quijote, ni a Sancho, los asuntos de la economía, ni del mercado, ni las tesis de la “oferta-demanda”, ni las aplicaciones pragmáticas de las pseudociencias sobre la emocionalidad, ni sobre “la suerte de la fea que la bonita desea”, ni si el “zapato de Cenicienta”, era de cristal o de oro en las manos del “Príncipe Deseo”,
heredero del trono en la línea de sucesión y pronto ungido “Rey del Dese
 
“Pedid y se os dará”, -será su proclama, su divisa, su causa-; arrebatará nuestro tiempo, al reloj, será su “Chief Executive Officer” y fiel al principio: el “Rey no se equivoca”, será también el rey del tiempo y nos lo ha de devolver dividido en “paquetes de minutos o de horas” y pagaremos su precio, bajo los mantras de “el tiempo es oro” y  “hay polvo de oro en el aire”.
 
Don Quijote y el gobernador Sancho, no percibirán, desde la biblioteca, el movimiento de vértigo del mundo; tampoco se preocuparán de la “sindéresis rotativa”, ni de cómo nos expropian las palabras para decapitarlas en las “guillotinas de la brevedad”, que funcionan a la excesiva y peligrosa velocidad del “click”; no percibirán que también han muerto las palabras: las que nacen del alma y a las almas llegan, en los brazos que abrazan; palabras que convertidas en caricias, tocan en acto de descubrimiento sublime, la piel y el cuerpo, que viajan al encuentro mágico de un beso, entre labios donde se hacen flor emblemática de todo silencio.
 
Asesinos de las palabras: emoticones y emojis y caracteres de grafías decapitadas, en la brevedad de la velocidad que exigen los tiempos que discurren; condena, a que las palabras orales, sean solo monosílabos, porque también fuimos despojados del coraje para pronunciar el primer “te quiero”. Pero, somos muy felices; tenemos un “CEO” que nos da una “buena administración de nuestro tiempo”, no importa que tengamos que salir más temprano de casa para llegar ante el “tirano reloj” del sitio de trabajo y sin importar la llegada más tarde a la mesa en casa y a los cuadernos de tareas de los hijos o al encuentro del amor, para el que la “congestión o el trancón, el mal tiempo” serán siempre pretendida buena excusa.
 
Con todo y eso, Don Quijote y Sancho, tampoco serán perturbados en sus sueños y menos porque en “el tiempo ajeno”, uno a uno se vayan satisfaciendo “nuestros íntimos deseos” y menos porque los adminículos a los que pegaron nuestros ojos y convirtieron nuestras manos y las puntas de nuestros dedos, en “grifos”, a través de los cuales la “inteligencia militar de los ejércitos de algoritmos”, nos siguen y extraen y escurren “nuestros datos”, que, “siendo tan propios y tan íntimos”, harto ignoramos y bajo la promesa de ser liberados del “conócete a ti mismo”, en tanto nos conocen más y mejor desde afuera.
 
Es como la percepción de un “nuevo orden”, el de “los esclavos del deseo”, presidido por un “benevolente y democrático tirano y sus ministros de la codicia y la avaricia”, que no obstante, no dejarán de elaborar sus discursos contra las pseudociencias: el neuro-mercadeo-político, la neurotecnología, la neuroprogramación y que abogarán hasta por un falso neuroderecho y un falso neurohumanismo y una falsa neurofilosofía y una falsa neuroética, para los nuevos entes vaciados de toda conciencia, pero sumamente hábiles y eficientes en la rutina de hallar la satisfacción de sus “deseos”, bajo la condición infame de tecno-neuroprosumidores.
 
Sin duda, todo el “nuevo orden”, puede compendiarse en una única constitución, como sería el “Tratado de deseología jurídica”. ¿Qué tal si confrontamos a fondo el tema del garantismo penal, con la desprisionización?, ¿La función social y ecológica de la propiedad privada, con la vivienda digna, la salud, la promiscuidad y el delito sexual entre parientes? ¿Qué tal si confrontamos la universidad abierta y gratuita, con la empleabilidad profesional, formal y los posteriores empleos chatarra? ¿Qué tal si debatimos en términos de “dignidad humana”, lo que es un “profesor en aula virtual”? ¿Qué tal si debatimos, sobre lo que son un juez y un abogado en ejercicio, bajo las “rutinas del procesalismo tecnológico”?
 
¿Será que la respuesta del BID a la reforma a la ADMINISTRACIÓN de JUSTICIA (no a la justicia) de Colombia, con un crédito de $500 millones de dólares, para digitalización judicial, es la solución?
 
No creo que alguien pueda hallar respuesta temprana a la profunda inquietud expresada por la Jueza 13 Civil del Circuito de Medellín, doctora María Clara Ocampo Correa, adalid de la “sistematización” y ya casi con el “grado de influencer judicial” cuando, afirma: “Amanecí extrañando el contacto con las partes; mirarlos a los ojos, estar segura que me escuchan”. Profunda pregunta libre de los cerrojos de la interrogación; nos vemos, pero, ¿nos miramos?, nos oímos, pero, ¿nos escuchamos?
 
Es incontrastable que, superado el estado de bienestar, todo se ha dirigido hacia el “estado generador de felicidad”, que no es más que el paso de la representación de una sociedad distópica, antes incierta, imposible e improbable, a la cruda y abrumadora realidad de la sociedad distópica, en la cual la “homogeneización”, cuyo debate muchos rehúyen, no es nada más que ese estado de adormilamiento, de “sueño profundo”, inherente al devenir tecnológico, para no referirme a “alienación”, palabreja que odio desde mis años de estudiante de bachillerato, que a ello se resumía el “discurso de los furiosos izquierdistas” y bajo el refuerzo del “catecismo” de distribución gratuita, de la “Revista Alternativa” de “don gabo”, a quien desde entonces le profeso mi mal querencia y no sin razón, pues eso de que se hubiera mamado de “seguir estudiando derecho, por que no le gustaba la letra menuda, pequeña”, no es verdad,  en tanto “don gabo” nunca pudo concebir y apropiarse de que: la diferencia entre un "técnico legal" y un abogado, es el doloroso camino, nunca recorrido por aquel, desde la palabra, oral y escrita, al concepto; por eso "don gabo" se mamó de estudiar derecho.
 
Quizás algún día, los países más felices, desmontarán toda la estructura del aparataje de la administración de justicia y en alianza con compañías aseguradoras y bancarias, fundarán el “Banco de los deseos ciudadanos” y procederán a asignarle las tareas del Banco de la República, de banco emisor y mixto, de crédito y ahorro…así, lo que inmensa mayoría que únicamente espera de los jueces, será bajo el eslogan: ¡Vuestros deseos, son órdenes!
 
Ahora, Don Quijote y el gobernador Sancho, entonces, alzarían sus ojos y verían, que, desde su puesto en la biblioteca, (que algún profano les asignara) y en conservada edición de lujo, con tapas de cuero y caracteres en oro, que los hombres no llevan, a cadenas atados sus cuellos, ni sus manos atadas a esposas y que van de un lado para otro; diría: “Barataria” libre de “galeotes”.
 
Durmiendo el sueño de la gloria, (en la biblioteca) Don Quijote y el gobernador Sancho y a pesar de su ingenio, no podrían comprender, cómo delincuentes y ciudadanos, por igual, sin cadenas y sin esposas, van de aquí para allá, evolucionados y “libres y felices, llevando el mundo entre sus manos”, en pequeños adminículos y nada sabrán, Quijote y Sancho, de mundos digitales, ni de satélites, ni de datos, ni de segundas, cuartas, ni quintas “revoluciones industriales”, sin carbón y sin petróleo y mucho menos sabrán del “rey algoritmo” y por tanto no han de preocuparse de cuestiones de ética, ni de derecho, ni de justicia, que al fin sus misiones fueron cumplidas, “desfaciendo otros galeotes”.
 
Dormid el verdadero sueño profundo, Don Quijote y don Sancho gobernador, que hoy y por modo de otros, sin hierros en sus cuellos y sin esposas en sus manos, los nuevos “galeotes” son muy tecnofelices. ¡Dejádlos, “ser ahí”, felices, aunque no libres!
Amo andar armado…
Armado, de palabras, para dar eco a los silencios,
Armado, de abrazos, para recoger todas las distancias,
Armado, de besos, para que broten en flor sus labios,
Armado, con su última mirada, antes del inicio del último vuelo,
Tú, en tu fila y yo en la mía, dos portales de salida, en un mismo aeropuerto,
distintos destinos, sin regreso, sin despedida y sin otro encuentro,
Armado, de sus presencias que habitarán mi estancia, por siempre,
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Plumas y bocas, sin esfínteres. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando @abogadohurtado

3/14/2021

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Plumas y bocas, sin esfínteres

Por: Abogado Nelson Hurtado Obando

Hace 8 días el señor José Torres, publicó la siguiente columna: https://www.ambitojuridico.com/noticias/columnista-impreso/tic/el-diseno-del-sistema-legal. Hice entonces una generosa referencia, en cuanto mi aporte a @VOZJURIDICA, ya había echado a andar y luego veo en marzo 11 en su enlace publicitario la siguiente pregunta: “¿Imaginas a la justicia preparando fórmulas perfectas?”
 
No es mero asunto de twitter, de tuitear o de retuitear o de dar “likes”, señores abogados, silentes y silenciados y algarabiadores, en especial aquellos que en todo ven, sin mirar, una violación a DD.HH, al DIH, al debido proceso, al derecho de defensa, a la presunción de inocencia, a la garantía de no autoincriminación, a la seguridad jurídica, etc., etc., etc.
 
Tampoco es como dice el apreciado y respetado colega @pipecab en su tuit de hoy:” … pero por nada del mundo se dañen el día con las columnas de los odiadores dominicales”.
 
Quienes abogan por el desprecio de lo escritural, no alcanzan a comprender que, al hombre en su existencia, digna y libre, no le bastó el lenguaje oral, ni el pictográfico, ni siquiera el arte rupestre, ni la complejidad de los jeroglíficos que descubrió Champollión en la famosa “Piedra de Roseta”.
 
Pues bien, el señor José Torres (@1jftorres) en su columna de @Ambitojuridico, de visu se aprecia que carece de toda formación jurídica y que, si tal lo fuera, ha hecho una columna excremental contra la universidad y contra la abogacía, como vocación que se ejerce profesionalmente.
 
Su excremental texto, es del siguiente tenor: “Las respuestas a estas preguntas no las tenemos los abogados. Todo lo contrario, en las facultades de Derecho nos enseñan que entre más enredado sea el concepto, el contrato o la sentencia, mucho mejor. El sistema legal, al igual que la justicia, es demasiado importante para dejárselo a los abogados. (Negrillas y subrayas que yo agrego al texto original).
 
Excremental, porque, respecto de la universidad y de la más humana de las vocaciones que ha de ejercerse profesionalmente, la abogacía, nadie puede en contra de ellas, hacer de su boca o de su pluma, un ano más y sin esfínteres.
 
Excremental, por mentiroso y avieso y suponiendo que es abogado desde lo que escribió con su “anopluma” que: “Las respuestas…no las tenemos los abogados… (y)…en las facultades de derecho nos enseñan…”(negrillas, (y), ajenas al texto), es pérfido, respecto de su universidad, de sus colegas, de los fiscales, de los jueces, de la sociedad por entero.
 
Nosotros no renegamos de la tecnología, al contrario, ya dijimos que soñamos un software, creímos en él, lo creamos y lo pusimos en funcionamiento y funcionó hasta que una magistrada consideró que “con la información pública judicial, no se podían enriquecer los particulares”.
 
¿Qué diría la ya hoy exmagistrada y exdocente, de la columna que se critica, cuya finalidad no es otra que a la pregunta de: “¿Imaginas a la justicia preparando fórmulas perfectas?”, darnos la respuesta que el autor de la columna quiere y por boca de que: “En este punto van a pensar que me enloquecí. Pero Charlie Munger es uno de los inversionistas más inteligentes y exitosos de todos los tiempos”.(Negrillas fuera del texto).
 
Pues para esa justicia de “fórmulas perfectas”, señor José Torres, en Colombia no necesitaríamos de algoritmos, ni de “legaltech, ni de “Ex fellow del Legal Desing Lab de la Universidad de Stanford”, pues para eso en abundancia tenemos: brujos, horoscopistas, curanderos, ungüentos y pomadas, el indio amazónico, la señora que lee el tabaco, los riegos y baños, los amarres de amor y sus solturas, las velas para la suerte y la abundancia, las tiradoras del tarot y de las cartas, a “Javis”, al “espíritu de Walter Mercado”, a “Laura en América” y a las “doctoras xxx, yyy, zzz” y otros y ahora también “los bitcoins” y… sin tanto Charlie Munger.
 
Excremental su diagnóstico, pero pútrido diagnóstico en su coprología del derecho y la justicia. Cómo es de fácil volver mierda la historia de la humanidad que lleva cosida a su piel el derecho. Señor Torres, usted no distingue entre los logros de la civilización y “los éxitos” del mercado; estos últimos son de caminos cortos y tiempos breves, no le estamos censurando, ni impidiendo que aproveche su “cuarto de hora”, bien que sabemos que: ”un técnico es un hombre sin ideas y sin ideales, una pieza de un engranaje”, no hay duda que a usted, como a García Márquez, les faltó “pelo pa´la moña”, para hacerse abogados y “no porque no les gustara la letra menuda”, sino porque solo contaron con los dos ojos de la cara.
 
No aspiro a “la desclasificación de esta columna”, si en el sentir del gran colega y amigo @pipecab, (nunca me lo ha dicho expresamente) pueda clasificar entre las que pueden ser “columnas de odiadores de domingo”, por la generalización de su tuit. No falto jamás a decir como abogado, que, respecto del derecho y la ley y de boca de cada abogado, el ciudadano solo ha de: “Escuchar lo que debe escuchar, no lo que quiera escuchar y hacer, lo que debe hacer, no lo que desearía hacer”.
 
Nosotros no nos resignaremos a “la creencia tecnológica” de que solo bastan los dos ojos de la cara y la imagen en todas las redes sociales y en todos los medios: ser abogado-juez, cuesta mucho más; ¡cuesta dolor y sangre y el “grito liberador!, por eso no creemos en la fórmula de la pusilanimidad: “…si el 90 % de los conflictos se origina por el tono de voz (o por lo que se escribe)…”, ergo, nada más peligroso que ¡el silencio!
 
Nos recuerda señor Torres, una columna que leímos hace muchos años, no recordamos si en la Revista “Cromos o en Semana”, no lo recordamos, en la que el hoy escritor Héctor Abad Faciolince, igual se despachó con toda la adjetivación posible, en contra de los abogados.
 
Respecto de su columna señor Torres, creemos que G. Lichtenberg (1742-1799), está celebrando, porque con usted ha demostrado que: si era posible que la humanidad llegara a celebrar “…el regreso de la ignorancia a la universidad…”
 
Usted mismo es una contradicción: “Esto no es una cuestión de forma únicamente, es de fondo. La complejidad no está únicamente en el lenguaje que usamos los abogados o en los documentos largos. La complejidad también nace porque no nos estamos sentando a reflexionar, a pensar en profundidad”. (Subrayas y negrillas fuera de texto)
 
¿Sobre qué puede reflexionar y pensar “en profundidad” un técnico “poseído”, por la economía que carece de ética, pero no de “utilidad y lucro” y de un “inversionista exitoso”?
 
Dicen, solo dicen que: “una sola golondrina no hace verano”, pero como a ellas ni a nosotros como abogados, nos asusta ni el invierno, ni el infierno.
 
¿Maestros y profesores y estudiantes de derecho y abogados y fiscales y jueces y ciudadanos, no leyeron la columna de Torres?
 
Con razón estamos como estamos. Con nuestra alma, por la universidad, por el Derecho, por el orden legal, por los enormes jueces y fiscales que tenemos, por los Maestros y por la vocación de abogado que no puede ser simplemente “customizada”, ni ser objeto del “e-commerce”, por los “ciudadanos alpargatócratas”, ¡por el “grito liberador!, con todo nuestro afecto.
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​Derecho sin humanidad, sin ética. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando @abogadohurtado

3/8/2021

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​Derecho sin humanidad, sin ética

Por: Abogado Nelson Hurtado Obando

¿Romanticismo? No lo creemos; aunque hayamos escarmenado bastante, incluso desde la prehistoria del derecho, no habrá tiempo, ni recursos suficientes para bosquejar siquiera el más cercano compendio de su historia y debemos contentarnos con saber, que desde entonces ha ido cosido a la piel de la humanidad, a su evolución y a su vida biográfica y que se ha decantado y se le ha bruñido como la más alta joya de la civilización, a sangre y fuego, en el crisol del dolor humano.
 
Sin embargo, en los tiempos presentes, atroces y crueles, es como si la civilización misma se hubiese encargado de desmemoriar a la humanidad, de purgarle la sensitiva piel, como si la guillotina, los tribunales de la inquisición, el holocausto nazi, el apartheid, fueron alegorías, propias de desbordadas imaginaciones.
 
Sabemos a lo que nos atenemos con esta columna, pero no vamos a renunciar a escribirla, ni la vamos a “diplomatizar” en aras de acumular “likes” y mucho menos para hacerla “soft- ware” de máxima circulación.
 
Insistimos en que el derecho, no es meramente una profesión, que los abogados no somos profesionistas, que no somos meros “ganapanes” de los que habló Ossorio y Gallardo, Couture, etc.; insistimos en que los abogados somos seres humanos que ejercemos nuestra vocación profesionalmente, que tiene en su norte, tres estrellas: la humanidad, el derecho y la justicia.
 
La sociedad del vértigo, la humanidad empobrecida, la del himno “no tengo minutos”, avanza arrasando con la joya de la civilización, la que es inherente a la humanidad misma y en tanto los lazos naturales entre los hombres, nunca han sido suficientes a asegurar la justicia, la paz, la convivencia, la cooperación, la solidaridad.
 
Profesamos nuestra adhesión a la ciencia jurídica, por tanto, mutable, cambiante coherentemente con los tiempos y desde allí y quizás, contrariando con insuficiencia a algunos grandes jusfilósofos, sostenemos que el derecho, es, derecho y deber.
 
Hemos sido desmemoriados de la complejidad de lo simple, razón primigenia de las ciencias naturales y culturales y cuna de los grandes filósofos y pensadores y científicos y hasta tal punto que nos hallamos confundidos, extraviados, entre las demandas de la simplificación y la simpleza, como corchos en un remolino.
 
Desgracia sí y cierto el apotegma moderno y dictado por el mercado: “Estoy en medios y en redes, luego existo”.
 
En criterios altamente absolutos, dos vocaciones que deben ser ejercidas profesionalmente son: el derecho y la medicina y su ejercicio, al menos todavía para el abogado, tiene en su fundamento, en el “intuitu personae” como el principio rector, es decir la prestación del servicio profesional, en la elección del usuario en consideración a la persona del abogado, lo que además apareja mantener incólume el “secreto profesional” y la intimidad del usuario y trátese de asuntos civiles o penales o de cualquiera otra especialidad del derecho. El usuario se confía al abogado.
 
Que la relación esté dominada por el intuitu personae, equivale a la obligación de atender de manera personal el asunto que se nos ha confiado. No nos hemos opuesto al ejercicio profesional bajo la constitución de sociedades, pero hemos advertido sus falencias y la significación que ha tenido en el deterioro y pauperización del ejercicio profesional.
 
Y, reiteramos, este modo de prestación del servicio profesional de abogado, antes que prestarse desde el intuitu personae, se presta bajo las condiciones del mercado, del mero tráfico del conocimiento jurídico, como una vulgar mercancía, como desde un salón de telares, entre el cual hallamos un grupo de abogados que ejercen entre el “aviso y el overol” del negocio, sentados en sus “clusters o cubículos especializados”, mientras “el dueño de la marca o patrón”, pocas veces o casi nunca comparecerá personalmente en audiencia en procura de la defensa de los derechos y legítimos intereses que le haya confiado un usuario, pues para eso comparecerá el “abogado-obrero”, el que redactó la demanda o la contestó desde su “puesto en el telar”, el que acopió la jurisprudencia y los precedentes apropiados al caso, el que si obtiene resolución judicial favorable, permanecerá en el ostracismo, pues será el “dueño o patrón” quien convoque medios, ruedas de prensa y sea el “youtuber” de los videos promocionales y publicitarios para las redes sociales, lo mismo que hará respecto de un asunto civil, comercial, de derecho administrativo, de familia, civil, laboral o penal, lo que deja en evidencia que la aprehensión holística del derecho, más termina convertida en una oferta de una “pizza plus hawaiana jurídica”.
 
Es estruendosa la alharaca publicitaria y mediática y de redes sociales que despliegan, cuando un juez de la República, singular o colegiado les profiere sentencia favorable, pero, nunca publicitan con igual despliegue las sentencias que les son adversas.
 
Por las sentencias “exitosas”, los medios del escándalo: prensa, radio TV., redes sociales se abren o se abren pagando, por cuestión de rating, pues el morbo y especialmente el de ribete judicial es un excelente vendedor.
 
La aparición de jueces y abogados en medios: prensa, radio TV., redes sociales, no es por sí mismo malo, ni tampoco es malo que los abogados en ejercicio, día a día cumplan metas en torno a la calidad de vida e incluso del nivel de vida, no somos monjes, ni hermanitas de la caridad, ni el ejercicio profesional, personal, es a sueldo o a paga del “estado de beneficencia” y mucho menos cuando la administración de justicia dejó de ser una función pública a cargo del Estado, irrenunciable y pasó a ser un servicio público y por tanto susceptible de ser prestado en las condiciones del mercado.
 
No nos cansaremos de repetir que la justicia y la administración de justicia, son el último bastión que le queda a la democracia y también hemos sostenido que una cosa es un político o comerciante graduado de abogado y otra bien diferente un hombre hecho abogado que incursione en la política o en el comercio; podrá serlo y hacerlo, pero tenemos claridad que debe ser con cualquier mundo de baratijas, menos con el derecho y el orden jurídico, que si bien no se pueden concebir como sacros, desde criterios religiosos, si lo son en el contexto de la historia de la humanidad y de la civilización.
 
En ese camino, el derecho ha sido sometido a una especie de “obsolescencia programada” y por este aspecto ha de entenderse que es un subproducto del mercado y como tal de la economía, vacío de contenido ético y repleto de interés y lucro, lo que facilita el desgaste del criterio de “publicidad de los procesos” que se amplía ilegítimamente hasta el hacer públicas las meras expectativas sobre el sentido de una sentencia, incluso mucho antes del debate probatorio.
 
Estamos haciendo un gran daño, sobre todo al llamado “país nacional”, porque ese cuento de “respeto y acato, pero no comparto”, no produce en la masa el mismo efecto que entre pares con formación jurídica; en ese país, todo será desde la boca del abogado más integérrimo, como desde la boca del “ganapanes”, la siembra de una una duda, una sospecha, un velo de oscuridad, un sabor a componenda, a triquiñuela, a “gato encerrado”, a concusión, cohecho, prevaricato; es plantar otra división funesta ante el “pilatos democrático” del populismo: “a quién queréis, a XXX o al fiscal, al juez, al abogado o a los tres”.
 
Asistimos sin lugar a dudas a una “cartelización” de nuestra vocación ejercida profesionalmente (no litigio, ni litigar) y nos referimos a puntos claves recogidos de la experiencia cotidiana: “asesores jurídicos y protocolistas de notarías, abogados amigos de gerentes de bancos, oficinas de tránsito, entornos de detención previos a “judicialización”, “bufetes de marca promiscuos” y de tercerización del ejercicio profesional y aún con agentes de propaganda en algunos medios.
 
Más allá de la “cartelización”, la vulgarización, banalización y venalización del derecho y del ejercicio profesional, medido desde los “éxitos acumulados”, por arreglo o negociaciones económicas, dizque por precaver “largos y costosos procesos ante un juez”, bajo la simple herejía de “es mejor un mal arreglo que un buen pleito”.
 
No nos importa, si es penalista, civilista, etc. o abogado canonista; no nos importa si son amigos y bien conocidos, reconocidos, inteligentes, promisorios, destacados y meritorios colegas, en Bogotá, Medellín, Cali, etc., ni nos importa si viajan en jet privado o en burro, pero, sí nos importa que la autonomía y la libertad para el ejercicio profesional, está siendo trancada por sórdidos intereses, porque el derecho sí está lleno de contenidos éticos y porque el abogado, no es y ni siquiera puede confundirse con el usuario a quien brinda su defensa; advocatus, denota precisamente el que aboga por otro, el que procura su defensa, el que acude en auxilio, sea asunto civil o penal, etc.
 
Pavor despierta en nosotros, los “casos sonados” y les huimos a esos usuarios que, en la elaboración del plan de trabajo profesional, empiezan brindando su colaboración con el “yo me encargo de que salga en la TV o de que se publique en el periódico y de que lo entrevisten doctor”; tenemos la intervención en audiencia de una autoridad judicial en la que expresa que  una “captura en supuesta flagrancia”, se había realizado por la presión mediática.
 
El derecho es uno, como un frondoso árbol, con sus ramas y sus hojas, unas bajas y otras altas, pero todas encumbradas hacia el sol; no hay hojas promiscuas, en el sentir peyorativo que se les asigna desde: especializaciones, maestrías y doctorados, negocios de academias de baratijas, que hasta se atreven a la venta de “premios internacionales, rankings, etc.”, que viajan en los <<carros blindados de las transportadoras de “valores bancarios”>>, que al parecer son los únicos “valores” que aprecia y percibe una enorme masa de la humanidad.
 
En Antioquia tuvimos el colega más promiscuo, él era en sí, el verbo promiscuar, el hombre al que habitó el derecho; Maestro, desposeído de las pasiones religiosas, políticas, de raza, sexistas, sociales o económicas, colega padre de nuestro compañero de universidad a través del cual consolidamos una amistad de la que sentimos orgullo; un colega promiscuo, que abordó el derecho holísticamente, en sus confines infinitos, el que tumbó los “cercos” de las especializaciones, ese fue el Maestro Jairo Duque Pérez, como lo son en sus despachos, mujeres y hombres cumpliendo su rol de Jueces Promiscuos de la República.
 
Pero, ese Maestro (promiscuo) no fue el único, aún viven cientos de Maestros, eso sí, la mayoría sacados a escobazos de la “universidad moderna”, de quienes sería injusto mencionar nombres, sin la lista completa.
 
El “empresariado jurídico”, no es el campo fértil del derecho y menos cuando se alzan voces de abogados que reclaman sin sonrojo “la simplificación del derecho”, que no es nada distinto a pedir la simplificación de la humanidad, del hombre, proclama del power point, de la tabla de Excel, del video, del eficientismo, del relativismo, del hacer por el premio, por el balance económico.
 
Sirvan de final, las profundas proposiciones del Maestro Andrés Aguirre: “No llegará el día de la inteligencia ética artificial. Eso es de la naturaleza y esencia de un verdadero ser humano: no de algoritmos, ni de autómatas, ni de bots.” Y la tenaz sentencia de Lichtenberg (1742-1799) “Hoy en día, en todas partes se celebra el conocimiento. ¿Quién sabe, si algún día llegarán a crearse Universidades para volver a instaurar la ignorancia?”
 
Es pues hora de eliminar la obesidad de las almas. El “éxito” es de caminos cortos y tiempos breves. 
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