Cuidar la naturaleza no es solamente un asunto de necesidad y/o conveniencia, sino también de ética
Por: Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
Y es que la naturaleza no solamente nos abriga y acoge, sino que nos sirve sin reclamo, sin reproche y con abundancia. En ella no hay escases y cuando sus frutos son insuficientes, es porque insuficientes han sido los esfuerzos de muchos, o bien se han agotado las fuerzas de otros o lo que se ha presentado es el exceso en la ambición de unos pocos que deciden optar por el acaparamiento, por un dañino extractivismo, una contaminación producto de conductas enfermizas como los incendios forestales, o ilegales mediante el envenenamiento del agua con mercurio, en fin, la lista es bastante larga que bien pueden adicionar los lectores.
Los lugares comunes sobre la necesidad y la conveniencia de la naturaleza están absolutamente claros, ahora bien, ¿en qué lugar se halla la ética entre todos los que saben cuánto necesitan a la naturaleza y por qué les conviene?. La Real Academia de la Lengua Española le tiene a la palabra ética varias acepciones, de las cuales se resaltan: “Recto, conforme a la moral. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores”[1]
La pregunta planteada va logrando una respuesta desde la definición de lo que es la ética, no obstante, sin dejar las definiciones de lado, la respuesta a la pregunta no se dará simplemente por ellas, ni por pálpito o intuición, sino que se aportará una reflexión desde los planteamientos de la Filósofa Adela Cortina que, entre otros textos de su autoría, tiene el que publicó en el año 2013 y que tituló: ¿Para qué sirve realmente…? La Ética.[2]
La Filósofa Cortina en el texto mencionado indica que la ética sirve, entre otras cosas:
- Para cambiar las formas y tratar de potenciar las actitudes que hagan posible un mundo distinto.
- Para abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar.
- Para intentar forjarse un buen carácter que aumenta la probabilidad de ser felices y justos, al ayudar a estimar los mejores valores y optar por ellos.
- Para recordar que los seres humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidar de los cercanos, pero también para recordar que tenemos la capacidad de llegar hasta los lejanos, creando vecindarios nuevos. Para eso hace falta no sólo poder, sino también querer hacerlo.
- Para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quien caiga, buscar aliados más que enemigos. Y que esto vale para las personas, para las organizaciones, para los pueblos y los países. Que el apoyo mutuo es más inteligente que intentar desalojar a los presuntos competidores en la lucha por la vida. Generar enemigos es suicida.
- Para ser protagonista de la propia vida, autora del guión de la propia biografía, para construir con otros la vida compartida, sin permitir que nos la hagan. Para realizar un sueño, el de una sociedad sin dominación en que todos podamos mirarnos a los ojos sin tener que bajarlos para conseguir lo que es nuestro derecho.
- Para aprender a degustar lo que es valioso por sí mismo, para escuchar el vínculo con todos aquellos que son dignos de respeto y compasión.
- Para no confundir “democracia” con “mediocridad”, lo que supondría el mejor camino para asegurar el rotundo fracaso de cualquier sociedad que se pretenda democrática; y para que una educación alérgica a la exclusión no multiplique el número de mediocres, sino que cultive y universalice la excelencia.
- Para ayudar a construir una democracia más auténtica, que sea gobierno efectivo del pueblo.
- Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra como un sobreentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza”
Estas conclusiones de la Doctora Cortina y que aportó como en forma de síntesis al final de cada uno de los capítulos de su libro, al leerlas de cara a la naturaleza, caben sin esfuerzo alguno, ya que una mirada ética a la naturaleza servirá para no olvidar que, marginándola, explotándola y abusando de ella sin compasión alguna, sin invertir el mínimo esfuerzo que esté en nuestras manos para procurar su mínima conservación y protección, se traducirá en sufrimientos y padecimientos difíciles de resolver, cuando es justamente eso lo que deberíamos ahorrarnos, si optamos por hacer lo que está en nuestras manos. Servirá para reconocer lo que es valioso, para construir no solamente con los iguales (humanos), sino con otros, no humanos, pero necesarios para la vida humana. Y servirá, retomando a Cortina: "Para aprender a apostar por una vida feliz, por una vida buena, que integra como un sobreentendido las exigencias de la justicia y abre el camino a la esperanza”. ¿Cómo interactuar con la naturaleza si desconocemos o no reconocemos qué es la ética y para qué sirve realmente?
En el mismo hilo de la ética, la Filósofa citada dice que “Un mundo sin compasión no es habitable para los seres humanos” a lo cual modestamente le agrego que no solo no es habitable para los seres humanos, sino que no es habitable para todo aquello que integra y representa la naturaleza. Un mundo sin compasión es sinónimo de destrucción, merma, sometimiento, violencia y exterminio y que no valora lo que es realmente importante como para conservarlo sin contaminarlo, maltratarlo, desecharlo o sustituirlo por lo artificial o inerte aunque hable, porque podrá hablar, pero nunca respirar.
Lo esencial de la naturaleza debe verse reflejado en la aplicación de los principios de precaución, prevención y sostenibilidad, desde aquí se edifica una ética viable para interactuar con la naturaleza, ya que cuidarla no es un asunto de maquillaje o de su uso para el ornato. El paisajismo no es suficiente para crear conciencia del cuidado que la naturaleza demanda, porque ella, como lo humano, requiere de valores morales, los cuales son necesarios para poder interactuar con ella y no solamente como un presupuesto de interacción de personas. Sin valores morales (para identificar lo bueno y lo malo) hacia la naturaleza, lo que se le pretenderá será que tribute a la generación pero de títulos valores y se seguirá negociando con ella siempre a partir de la consideración de que es una activo altamente costoso tanto por lo que puede extraérsele, no siempre por las buenas, sino también por lo que puede artificialmente construírsele aunque ello, en ocasiones, sean obras que amenazan ruina.
Lo singular, es que con dificultad tenemos un adecuado balance sobre la materialización de los principios mentados en al párrafo anterior, sabemos su alcance teórico, pero nos desentendemos de su aplicación, por eso como reflexión sobre lo necesario que es por sentido de necesidad, conveniencia y ética, considerar, por llamarlo así, la razonabilidad del estado de la naturaleza como razonables han de ser los estados financieros de una organización y valga, por tanto, el siguiente símil: Cada año las empresas hacen un balance en relación con lo que fue su comportamiento financiero. A partir de ese balance saben si la empresa está sólida, si tendrán utilidades aquellas empresas que son con ánimo de lucro o si se lograron excedentes por parte de las que no tienen ánimo de lucro, que en todo caso nunca tienen ánimo de pérdida (esas son las fundaciones y corporaciones), pero en sentido similar se cuentan las que hacen parte del sector de la economía solidaria, sin descartar las entidades públicas, cualesquiera sea su naturaleza, porque ellas también hacen cierre fiscal y consolidan estados financieros.
Los estados financieros dirán también si hay pérdidas o algún déficit, es decir, algún saldo en rojo que deba ser mirado con atención, sobre todo si genera riesgo de comprometer la estabilidad de la empresa o entidad y sugiere las medidas que deben tomarse para poder resolver el déficit que se presente.
Pero no solamente las empresas hacen balance, también lo hacemos las personas naturales, de hecho, el fin de cada año es propicio para esas cuentas y para las proyecciones, es decir, que tanto las personas naturales como aquellas personas jurídicas se dan su tiempo para revisarse, hacer ajustes, plantear mejoras y corregir lo que se deba para mantener vigencia, utilidad, excedentes, ganancia, óptimos, estabilidad, crecimiento, prosperidad y éxito.
No obstante, ¿Qué compromiso tenemos con la naturaleza? ¿Qué balance real hacemos para determinar con cuánta flora, fauna, calidad de agua, integridad de los territorios, estabilidad del ecosistema, protección de los ríos, disminución de la contaminación y otros, iniciamos el año y lo terminamos? ¿Quién genera ese juicio de razonabilidad del estado de la naturaleza?
Las preguntas quedan, por ahora, sin respuesta concreta, aunque concluyo sugiriendo que es absolutamente necesario un imperativo ético con la naturaleza, el cual será el no seguirla viendo como un objeto de consumo, como la despensa en la que se tiene lo que se requiere para satisfacer necesidades y caprichos propios de la vanidad o la ambición, y menos como una letrina o basurero. La naturaleza debe ser el continente para la interacción, la reciprocidad y la armónica interdependencia en pro de un cuidado mutuo que redunde en una vida sana y feliz, que se traduzca en un necesario y auténtico quid pro quo, no solo por interés, sino por un sano intercambio en el dar y el recibir.
A la naturaleza hay que convertirla en aliada y no en una amenaza, enemiga o adversaria a quien se le culpe, cuando se expresa o responde, por todas nuestras negligencias, imprudencias y desmedidas ambiciones.
Referencias:
[1] REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Tomado de: https://dle.rae.es/%C3%A9tico
[2] CORTINA, Adela. ¿Para qué sirve realmente…? La Ética. Barcelona. Editorial Paidós (Espasa Libros SLU). 2013. P. 18
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