Por la democracia y por Medellín, todo
Por: abogado Nelson Hurtado Obando
Twitter @abogadohurtado
No me vinculé a ninguno de los grupos promotores, ni me hallo vinculado a ninguna de las empresas electorales que rondan la actividad política de la ciudad, el departamento y el país.
No he recurrido al argumento ad hominen contra el binomio alcalde-cónyuge, ni me he preocupado por cuántas “camisas azulitas” tiene el alcalde o si la corbata -excepción- le quedó más arriba de la hebilla de la correa o si el largo de los pantalones es ese del que se decía que le habían quedado “marraneros”.
Siempre, desde su elección, desde su posesión y hasta el día de hoy he percibido desde su discurso al señor Quintero, como un alcalde prisionero en una “red de externalidades” que solo él puede conocer y de la que a los ciudadanos “alpargatócratas” [como uno y como muchos] nos llega la evidencia en cuanto sus discursos como “actos perlocutivos” están más cargados de la intencionalidad de intimidar que de persuadir.
Sabemos, aunque recurramos frecuentemente a citarlo, que los paradigmas de Goebbels en cuanto a comunicación han sido refinados por las modernas “técnicas de la comunicación gubernamental” [cortinas de humo] y su finalidad disuasoria “en el sitio y en el tiempo” y que muy a pesar de ello el discurso del señor Quintero como alcalde de Medellín, no corresponde tan siquiera con dichas técnicas comunicacionales siendo perceptible como un hombre, como un gobernante cuyas palabras no le pertenecen y como un gobernante que no pertenece a sus palabras.
Asusta en una sociedad como la de Medellín que se precia de haber superado la más cruenta época de la violencia y haber alcanzado “posicionamientos internacionales tanto premiados” que a la proposición del alcalde que “los seguros no pagan lo que no esté asegurado” surja el relato novelesco de exaltación del gobernante por la “claridad, la transparencia y la explicación sencilla para el pueblo” que termina “comprendiendo de modo breve todas las singularidades de plurales asuntos complejos” y lo más horroroso asumiendo el rol de juez de última instancia cuyo veredicto no ha de ser otro que el de “crucifiquen a los contratistas incumplidos y corruptos”, sin que importe nada distinto a que la “sentencia realice las consignas”, aun contraderecho y con absoluta prescindencia del juez natural.
No es gratuito, ni es un lapsus, que el señor Quintero en video que circula en las redes[https://twitter.com/i/status/1454194118951940096] afirme que. <<…en este período EPM desde que “nosotros somos alcaldes”…>>. ¿Quiénes son esos “personajes” ocultos que forman el cuerpo colegiado “nosotros somos alcaldes” de Medellín?
Aprendimos tempranamente que a los honores democráticos jamás se renuncia, ¿por qué razón el señor Quintero renuncia [por egoísta, narciso o autoritario que pueda parecer] al clásico pero real “yo el alcalde” de Medellín?
En principio de la campaña de revocatoria expresé mis dudas respecto de la procedencia de causal o causales y aún conservo alguna reserva; no obstante, por el cúmulo de información [no todo conocimiento] que circula en las redes y anclado en los “actos de habla” del alcalde de Medellín y en aras de la buena fe y la dignidad humana llegué a pensar que quizás la poca o mucha sindéresis que me acompaña estuviera gravemente afectada por una ignorada dislexia.
Siempre he manifestado que la revocatoria del mandato fue consagrada constitucionalmente justamente para que nunca pudiera hacerse conforme a su desarrollo confiado al legislador y conocida la estructura legal del accionar electoral en Colombia.
Y al punto manifiesto: si la revocatoria del mandato es un derecho consagrado en la Constitución a favor del ciudadano elector [pueblo], ergo, no se trata de una nueva campaña electoral en el pleno y amplio contexto del artículo 40 de la Constitución, sino en el preciso contexto de su numeral 4°.
Sin embargo, para el ejercicio de dicho derecho ciudadano a revocar al mandatario hemos percibido cómo en Medellín se ha obstruido, obstaculizado y entrabado y bajo no pocos incidentes así registrados en medios de información y en redes sociales y en muchos de ellos con intervenciones puntuales de numerosos servidores públicos del ente municipal.
La revocatoria del mandato además de un derecho, es un acto esencialmente político y más que político un acto jurídico-legal-administrativo y no simplemente una campaña electoral común.
En esta perspectiva [salvo mejores criterios] la carga que la Constitución y la ley puso en los hombros de los ciudadanos promotores de la revocatoria para su procedencia no puede ser agravada por el desequilibrio y la desigualdad como si se tratara de una campaña electoral común.
En Medellín, los ciudadanos promotores de la revocatoria están enfrentando la ilegítima campaña contra la revocatoria desplegada desde el corazón de la administración municipal a punto de “poder bruto”: presupuesto, eventos de farándula, encuestas y publicidad en prensa, radio, televisión y a través de gran parte del “ejército burocrático” en relación de trabajo o legal y reglamentaria o bajo la sombra de la contratación estatal en todas sus especies.
En este contexto, es evidente que el alcalde interviene en política y de manera ilegítima como en ejercicio de un supuesto “derecho a réplica o de defensa o de contradicción” [que sería hasta admisible] pero, jamás utilizando, usando o sirviéndose del presupuesto público, la pauta publicitaria en grandes medios de prensa, radio y televisión en su favorecimiento personal y menos en canales públicos en los que no hay iguales espacios democráticos para la expresión ciudadana.
Más allá de los intrincados laberintos jurídico-legales en los que pueda hallarse prisionero el alcalde de Medellín según las informaciones vertidas en medios y en redes sociales y más allá de criterios de “ética y moralina” subjetiva y pública, es sentir profundo en el estamento social e institucional de Medellín, que el señor Quintero como “alcaldes” de la ciudad, no han estado a la altura del civismo, la civilidad, el orden jurídico como “servidores públicos”, ni de la democracia y menos al servicio del bien común.
En este proceso sigue la tarea más difícil: lograr que los 250.000 ciudadanos que suscribieron la convocatoria concurran el día señalado a las urnas a votar sí a la revocatoria, lo que es exigencia de la coherencia, madre de la honradez.
Ese día señalado es la oportunidad democrática para derrotar, [sí, así: derrotar] a esa “democracia de estómago” exacerbada por las cantinelas, las consignas, las arengas, el odio, el juicio ligero y fácil, la lucha de clases, el resentimiento, la codicia, la avaricia, la división entre los ciudadanos por su posición económica, social, política, cultural y el maltrato general y peligrosista bajo el rótulo “de enemigo” atribuido al resto de ciudadanos por el solo hecho de ejercer el derecho a discrepar, a disentir, a dudar, a preguntar, más aún, contra ciudadanos en ejercicio del sagrado derecho a estar equivocados.
Señor Quintero Calle, si en uno de los incontables frentes de batalla que usted ha abierto en escasos dos años de gestión como alcalde, el más caliente es el de EPM y si como lo ha afirmado de viva voz en diversos medios la contingencia de Hidroituango tiene como “causa” “el incumplimiento y la corrupción de los contratistas” y de tan hondo calado, ¿por qué su empecinamiento en pretender que aun bajo “licitación pública” el contrato sea “cedido”? ¿Podemos entender que a esa “licitación pública” solo ha de presentarse “el cesionario”? Si existe certeza de “incumplimiento y corrupción”, ¿por qué no ha declarado la caducidad contractual a la que está obligado?
Manifiesto en consecuencia, que más allá de todas las presuntas irregularidades que puedan haber ocurrido adentro de su administración y conocidas solo a través de medios y redes, que seré uno de los ciudadanos de Medellín, que votaré SÍ a la REVOCATORIA y por la única razón que siento que usted no honra su palabra y que sus palabras menos pueden honrar a “los alcaldes” de Medellín que en usted se encarnan.
Somos muchos los ciudadanos de Medellín que estamos cansados en esta “piñata de primera comunión” con tantos conejos sin encanto y sin el “prometido mago”.
No conozco de ningún Juez de la República una sentencia que sin hesitación diga: “En nombre de la República y por autoridad de la ley, FALLA: Se CONDENA a los contratistas (subcontratistas) de Hidroituango por “ incumplimiento contractual” y “por corrupción”…
Desearía que los conciudadanos que firmaron la revocatoria y los que no pero que tienen buenas razones para ello sean coherentes y honrados y concurran el día señalado a votarla afirmativamente; quizás sea el último timonazo que el pueblo de Medellín pueda darle en medio de un mar embravecido al barco de la democracia que en el océano de la República está sin capitán a la vista.
Como ser humano, como ciudadano y como abogado vivo en la enorme dimensión de saber y sentir que en democracia nuestra identidad, nuestra alma y nuestra arma más poderosa es LA PALABRA.