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​Petro no improvisa. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

7/16/2023

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​Petro no improvisa. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado

Entre la bruma y abrumados asistimos los colombianos al gobierno de Petro, sin ritual, sin formas y sin contenidos. Un juicio que se basa en el poder absoluto de un hombre que se cree investido de una misión divina para transformar el país a su antojo, sin respetar la voluntad popular, la separación de poderes, los derechos fundamentales ni siquiera de los sujetos que forman su hipotético pueblo.
 
Sé que muy pocos han comprendido la proposición hecha en varios escenarios respecto a que: <<el señor Petro gobierna cumpliendo con la “Constitución y las leyes” y conforme al juramento prestado al tomar posesión como presidente de la República de Colombia>>. 
 
Sin embargo la proposición ha parecido más como una burla a la inteligencia y a la memoria de los colombianos y no lo es en absoluto y a tono con la constante pregunta sobre si lo esencial, lo inmanente, el núcleo fundamental de la Constitución de 1991 se mantiene incólume. 
 
En varias oportunidades hemos mantenido la percepción que la Constitución de 1991 no fue un gracioso y espontáneo producto de la llamada “séptima papeleta” sino la conclusión de la “fase previa” de un proceso, al menos continental, de refacción constitucional a tono con las proposiciones del todavía difuso “nuevo orden mundial”. Nada tan efímero como los “nuevo orden mundial” y en especial desde la postguerra.
 
Crecen las voces significativas que nombran al señor Petro como una verdadera y real afrenta a la dignidad y a la soberanía de los ciudadanos que sentimos no estar abrazados por la Constitución, sino abrasados por ella, por una Constitución y unas leyes que ya no regulan nuestra convivencia y que sólo garantizan cada vez más intensamente las incertidumbres de nuestros derechos. 
 
El presidente no respeta esa voluntad popular y pretende imponer su visión personal e ideológica como la única válida y legítima. Para ello, usa su poder para torcer y adaptar la Constitución y las leyes a su conveniencia, sin importarle los principios democráticos, los controles institucionales ni el equilibrio de poderes. El mandatario se cree por encima de la Constitución y de las leyes y las cambia según sus intereses y caprichos, invocando falsamente el catálogo de los derechos fundamentales y apoyándose en algunos precedentes judiciales que le sirven para justificar sus abusos y arbitrariedades. 
 
Como presidente no gobierna para el pueblo, sino contra el pueblo y con mayor énfasis contra su “hipotético pueblo”, no busca el bien común, sino el poder absoluto; no dialoga democráticamente con las otras ramas del poder público, sino que las amenaza y presiona con sus huestes incendiarias que salen a las calles a sembrar el caos y la violencia. No actúa como un demócrata, sino como un dictador que ha recurrido a decretos de emergencia y hasta a pactos espurios con sectores políticos y sociales afines a su proyecto autoritario y con el soporte armado de variopinta delincuencia.
 
Igualmente ha sido proposición la que pregunta: ¿Cuál es la Constitución de Colombia vigente conforme a las numerosas “sustituciones” introducidas por vía de “actos legislativos” y sin mencionar las introducidas por vía “de interpretación”? La Constitución que Petro impone es otra de las “constituciones paralelas”, que desconoce la soberanía popular, los límites al poder y el pluralismo político y de tal manera que en el punto el señor Petro no improvisa dado que las nuevas constituciones lo son y en correspondencia con el “nuevo orden mundial”, maleables, adaptables, circunstanciales bajo la prédica de hallarnos en un modelo de democracia expansiva y de irreductibilidad de los derechos fundamentales.
 
Si hay un verbo que hace carrera en Colombia desde el gobierno de Petro es el verbo “improvisar” y no hay quien pueda decir que no lo ha lanzado como guijarro cargado de dinamita en estos meses de gobierno petrista. Un verbo que se usa para calificar las decisiones erráticas, inconsecuentes e irresponsables de Petro, que han generado caos, incertidumbre y desconfianza en todos los ámbitos de la vida nacional.
 
Petro no improvisa. Quizás sea esta nuestra máxima equivocación, poniendo la esperanza de la derrota del petrismo en “su improvisación” marcada en materia legislativa como profundo fracaso y en el incremento del gasto público desde el “presupuesto nacional” de bolsillo sin olvidar el “presupuesto carnaval de ratones” a nivel regional y dirigidos al fortalecimiento del “establishment” petrista.
 
Creer que Petro improvisa es darle uno o dos pasos de ventaja al petrismo. Creer que improvisar es sólo realizar la compleja descripción que da el diccionario español de la RAE, como un actuar sin previo estudio, sin preparación antecedente, de súbito, por fuerza de las circunstancias, de modo imprevisto, es craso error.
 
Suele tratarse despectivamente al improvisador y como carente de saberes, cercano a un ignorante absoluto. Pero Petro no es un improvisador en ese sentido. Petro es un improvisador calculador, que usa la apariencia de espontaneidad y creatividad para ocultar sus verdaderas intenciones y estrategias. Petro es un improvisador manipulador, que aprovecha las coyunturas y las crisis para avanzar sus intereses y agendas. Petro es un improvisador altamente profesional y peligroso, que pone en riesgo la estabilidad y la convivencia del país con sus acciones arbitrarias e impredecibles.
 
Los hechos irregulares continuos que semana a semana son protagonizados desde el gobierno de Petro por sus distintos ministros ya no se distinguen  entre los que son actos propios del servicio público y los que son actos personales, particulares y privados de sus agentes estatales burocráticos. Es innegable que tiene más masa caótica institucional la salida del país de un menor de edad de manera irregular, sin sujeción a las leyes y por ser “hijo de la ministra” que el “error de digitación” en que incurre la misma ministra al “olvidar que tiene cónyuge” al ingresar al cargo y que posteriormente “no se le olvide” para que el “pobre marido holandés zurdo” asuma como contratista del Estado.
 
En este contexto, que un embajador colombiano se complazca y participe activamente en las celebraciones de la “dictadura nicaragüense” no tendrá ninguna trascendencia, ni producirá a nivel nacional, ni internacional ninguna crisis, ni siquiera a nivel de alerta de organismos internacionales, ni de consejos de seguridad alguno.
 
Finalmente, una enorme equivocación ciudadana es la creencia que el “establishment” petrista ha sido contenido por las acciones de servidores públicos [con nombre propio] o que lo será con otras personas en los mismos cargos sin contar que a sus anchas dispone de muchos billones en el presupuesto de la nación y fundamentalmente por disponer a su entero favor del ejecutor del principio staliniano:  "No importa quién vota, sino quién cuenta los votos".
 
Petro no improvisa y menos como consumado radical; recorre su camino, allanado no per se, con la Constitución de 1991, pero sí con el universo de reformas constitucionales y precedentes y bloque de constitucionalidad que en esta línea y conforme a las nuevas doctrinas y tendencias constitucionalistas están llamadas a resolver las “tensiones entre la constitución y la democracia” a lo que no son suficientes ni el juez Hércules, ni el Temis, ni el Júpiter y menos el ideal juez impoluto.
 
Lo anterior, por lo menos en el inmediato futuro descarta que el señor Petro convoque a una constituyente, pero no la descarta absolutamente.
 
Petro no improvisa y así es equivocado pensar que lo indigno de los subsidios distribuidos a través del Banco Agrario son las filas que hacen las personas para cobrarlos. La indignidad no está en las filas [proceso de adiestramiento y habituación]. La indignidad está en la relación beneficiario:subsidio, como es altamente probable que ocurrirá respecto al sistema de salud, de alimentos, de combustibles, etc.
 
Petro no improvisa. Y los improvisadores somos el resto de los colombianos que no formamos parte del “hipotético pueblo petrista” y es simple: una dama sargento del Ejército Nacional no estando en servicio y cuando se desplazaba con sus dos hijos, son secuestrados “por imprudencia” por transitar por parte de “territorio guerrillero”. Seguidamente el mismísimo presidente ordena a los miembros de las Fuerzas Militares y de Policía de Colombia “dirigirse con respecto a los miembros de la guerrilla del ELN”.
 
Menos mal que algunos comunicadores sociales y periodistas en distintos medios han retornado sus análisis al contexto del lenguaje-palabra lo que nos permite cerrar con las palabras que mantenemos en “nuestro vasito de noche” y pronunciadas no hace más que un par de días por Confucio y del siguiente tenor: 
 
«Si falla el lenguaje lo que se dice no es lo que se piensa. Si lo que se dice no es lo que se piensa, entonces las obras no llegan a realizarse. Si las obras no llegan a realizarse entonces no florecen la moral y el arte y si no florecen la  moral y el arte entonces se desvía la justicia y si la justicia se desvía entonces todo el país anda a la deriva»
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