¿Para cuándo la batalla…?
Por: Abogado Nelson Hurtado Obando
Se multiplican los casos de personas que habiendo padecido sus síntomas y actuando oportunamente, no accedieron a la prueba solicitada, sino 20 o 25 días después de hallar recuperación a punta de las aromáticas naturales de la casa de la abuela, “brebajes esenciales” de: saúco, cidrón, romero, menta, manzanilla, jengibre, canela, limón “en nido de miel de abeja”, para hacer presentable la preparación.
Que a personas que pasados 28 días desde los primeros síntomas y ya superados, se les practique una prueba cuyo resultado es “positivo para covid-19, paciente recuperado” y por descarte se anuncie telefónicamente que las tres personas que conviven con la persona positiva, sin pruebas, se deben considerar asintomáticos-recuperados ya es un avance tecnoclínico de marca mayor.
Pero que luego otra llamada anuncie: “quédense los cuatro en casa que iremos a practicar las pruebas” y que transcurran ocho días más y nadie aparezca al domicilio y que otros ocho días después se repita la llamada a anunciar que hoy 9 de agosto se practicará la prueba, cuando ya al parecer han sido milagrosos los “brebajes esenciales de la abuela” y la dosis de ivermectina que nos “recetó un amigo médico ganadero” y que así y todo por teléfono se nos diga que el estado de los cuatro, es el de “pacientes recuperados”, no nos aleja de la pensadera que, la vida realmente no vale nada y que somos briznas que arrastra el viento.
Hemos sido coherentes y lo hemos hecho con mucho amor desde que tenemos uso de razón: ponernos firmes al escuchar las notas del himno nacional, repetir los versos escolares del “Saludo a la bandera”, izarla en los días de celebración de nuestros días patrios y nuestro balcón se engalana y se hace diferente con el tremolar de la bandera nacional en medio del desierto que llega hasta el cielo en las estructuras de “cemento habitable”.
Este 7 de agosto de 2020, ha sido diferente; no uno, sino varios torbellinos abatieron nuestros sentimientos patrióticos y arriaron la bandera, que ni siquiera fue izada en el alma, herida, compungida y desecha en el fango de la pensadera que quizás la propia patria siempre nos ha sido ajena.
Un “medio torbellino” sumándose al “río grande de la patria, revuelto” lo propicia un profesor de matemáticas que no tiene empacho en sostener desde su “nido del pajarito azul” y casi como una orden, que los magistrados de la Corte Suprema de Justicia tienen la obligación de “explicar paso a paso sus decisiones…”, evidenciando el desconocimiento respecto a que el acto de conocimiento de los entes jurídico-legales es la comprensión y no la explicación, propia de las matemáticas y además proponiendo que “…hay que acabar con 200 años de historia…” patria, mientras celebra en Tunja, a la “ciudad educadora” y patriota.
Súmanse a lo anterior, los vientos huracanados por el “calentamiento de las aguas de los mares políticos del trópico”, en consenso o convergencia amorfa con los “ejércitos en tierra” de la “división opinión-razón” del país político y del país nacional.
Sabemos los ciudadanos que abrazamos la vocación de ejercer profesionalmente como abogados, que el crisol donde la humanidad ha fundido todo su dolor a través de miles de años de su historia, es el derecho, a través del cual, la humanidad y no ninguna Nación en particular, ha creado una institucionalidad con pretensiones de universalidad en cuanto a dignidad humana, garantías civiles y políticas, juicios justos, garantía plena de presunción de inocencia, no autoincriminación, derecho de defensa, contradicción de la prueba, segunda instancia, etc.
Una vez más lo reiteramos: no estamos adscritos a ningún “ismo” o “ista” del escenario político electoral patrio, sin embargo, expresamos con carácter, la solidaridad por el amargo momento que, por primera vez en Colombia, transita un expresidente por los campos del código penal. Ni siquiera antes ocurrió con el asunto de la “separación de Panamá”.
Eximios penalistas han propuesto, reiterado y decantado que la decisión adoptada por la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, puede ser “exagerada e injustificada” y han hecho relevantes incidentes procesales que en su saber de la dogmática jurídico-penal, podrían significar menoscabo de las garantías, de lo cual poco o nada sabemos los que siendo abogados, no somos penalistas y mucho menos los que son, solo “ciudadanos comunes y corrientes” al decir del doctor Luis Fernando Álvarez.
De allí, a proponer en medio de la crispación, la convocatoria de una asamblea “nacional” constituyente, por “consenso” para que se encargue de “reformar la justicia”, es decir, el órgano o aparato de administración de justicia y establecer una sola corte, si es una propuesta peligrosista para la institucionalidad alcanzada en el devenir jurídico-legal de la civilización humana, y en consolidación bajo los estados democráticos. Nada pone límite o freno al poder de una constituyente.
No es entonces consecuente solicitar el levantamiento de la reserva sumarial de todo el proceso, “…con el fin de que la opinión pública, los medios de comunicación y la comunidad en general puedan constatar de manera integral, la total inocencia de su proceder…”, como se expresa en el comunicado del abogado defensor del señor expresidente.
Como ciudadanos y más como abogados, siempre hemos sostenido que la independencia o autonomía de los jueces, no proviene propiamente de la estirpe o naturaleza de las funciones, competencias y potestades que les atribuyen la Constitución y las leyes, como de su legitimación por sus sentencias; ¡Dios nos libre de los jueces elegidos en votaciones populares! Cuántas veces asistidos de plenas razones jurídico-legales y aun científicas y técnicas y con algún “consenso académico”, obtenemos sentencias que deniegan las pretensiones de “ciudadanos comunes y corrientes”, contra las cuales solo quedan los caminos institucionales y procesales de los recursos ordinarios y extraordinarios y en algunos casos, el dudoso acceso a instancias internacionales.
No apreciamos en contexto que estemos en Colombia frente a una versión propia del “Affaire Dreyfus” que dividió en su época a Francia.
¡Qué lejos estamos los colombianos de comprender – no de explicar- la verdadera acción final que hizo libertadores y grandes a Bolívar y a Santander como “El hombre de las leyes”!
Cuánta necesidad ahora, más que de dividirnos entre “Bolívares” y “Barreiros”, de unirnos todos como los niños soldados patriotas, no reclutados, Pedro Pascasio Martínez (12 años) y el “negro José”, el primero, cuya lección deben recoger todos los jueces de la República, pues al capturar al general Barreiro no hizo más que demostrar y legar a la patria que, el oro deslumbra, pero no alumbra.
Tal vez así tenga sentido celebrar las próximas batallas del 7 de agosto, izar la bandera nacional y cantar a todo pecho el himno nacional. De resto estaremos “buscando el ahogao río arriba”, que suele ser el proceder de la opinión por lo general matemáticamente tumultuosa. La justicia como valor y la administración de justicia, conforman el último bastión que le queda a la democracia, que no es consenso, ni mera convergencia o espectáculo mediático.