Medellín, “territorios” y [des]gobierno
Por: Abogado Nelson Hurtado Obando
Más allá de la referencia bíblica, en la escena de “David y Goliat” de lucha entre un “pequeño y un gigante” y acudiendo a un poco de “Photoshop” para recrearla desde algún punto de fuga en el espacio-tiempo actuales y situarla en la escatología [más diáfano y directo que excremental] del proceso de revocatoria del alcalde de Medellín, se “eriza la piel” ante las percepciones de soberbia y hiel que corren a borbollones por la ciudad.
Reitero que para cualquier revocatoria he mantenido mis dudas respecto a las causales de su legitimidad al punto de considerar que este medio de participación es la mayoría de las veces “contentillo legal mayor” en nombre y a cuenta de la democracia.
Tomé el suficiente tiempo para decidir si apoyaba o no el proceso de revocatoria que ya estaba bien avanzado y elegí apoyarlo y no a la sombra de ninguna consigna, ni de ninguna arenga, ni de ninguna malquerencia y mucho menos bajo el alero de ninguna “empresa electoral” de todas esas que prostituyeron el lenguaje, la humanidad, el civismo, la democracia y en su sentido y valor el ideal mismo del bien común.
Tengo conciencia [no vanidad] de quizás haber sido entre los muy primeros que expresé críticas a ese pseudolenguaje que hace algunos años empezaron a usar los gobernantes de la ciudad para dirigir sus acciones y ejecutorias a la <<gestión, administración y gobernanza de “los territorios”>>.
Advertí en eso de <<gestión, administración y gobernanza de “los territorios”>>, un quiebre, una fractura profunda y el tiempo actual como juez tardo, pero, imparcial, nos devuelve un aliento de paz por opinión no irresponsable, ni inconsecuente.
Muy simple. Se ha mantenido a través de varios años y de diversos instrumentos jurídico-legales y técnicos la tesis que: “Medellín es una ciudad-marca, internacionalizada” en la que “su mayor activo es su suelo urbano y rural” y desde ella [así consta] se ha estructurado el POT y todos sus ajustes y reformas.
En esta aventura [y a pesar de que alguien en una especialización dijo que “es más difícil hablar que escribir”] inicié a escribir un texto de Derecho Urbano cuyo subtítulo definido es “De Sodoma a Medellín” pretendiendo con vanidad extrema darle núbil pareja a “La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del modelo Barcelona” de suyo ya una relación incestuosa en tanto la muy española se había “hermanado con Medellín” que si mal no recuerdo recibió por “dote” cerca de seis mil millones de pesos ($6.000.000.000,00) que pagó EPM por el diseño del garabato de marca que nos llega a los ojos en las facturas.
Puro asunto de suelo urbano irresistible a la alta sismicidad de “sus territorios”, muchas de cuyas hectáreas urbanas en los polígonos de mayor y mejor consolidación por sus infraestructuras están radicadas en el patrimonio de no pocos “inversores extranjeros” que de manera “innovadora generan nuevo suelo urbano” por vía de demolición y agregando el “valor de espacio construido” en altura, propiedad horizontal o simples edificios y en aglomeraciones de mixturas de usos por el modelo de “la ciudad soñada” compacta, accesible, caminable, “ante todo sostenible aunque no fuera sustentable”, que grandes derramas captura con sus eventos y el incremento del turismo internacional y sus “servicios adicionales” que tanto influjo ejerce en los extranjeros, territorio que se prefiere como para ese “final feliz” y con indiferencia que sea en una bañera o en un “quirófano de hotel”.
¿De dónde la <<gestión, administración y gobernanza de “los territorios”>> de la ciudad de Medellín?
Como dicen “nuestros parces” la “vuelta era esa”.
La muerte de Escobar no significó la “Inflexión” en el cenit de la curva de inseguridad que padeció[ce] la ciudad de Medellín, ni tampoco lo que se ha documentado como el período de la “donbernabilidad”, como tampoco lo ha sido la llegada del “panóptico tecnológico”, ni siquiera respecto de infracciones de tránsito que hoy creen que son “simples” y menos por lesiones y muertes en hechos o incidentes viales [mal nombrados “accidentes de tránsito o ahora “siniestros viales”, que ninguno de los dos existen], ni porque ceda la contaminación, ni porque se tenga explicación válida a que a la ralentización del tránsito automotorcorresponda en contrapartida una inusitada aceleración de las funciones y “labores” [Arendt] humanas vitales.
“La vuelta era esa”, la <<gestión, administración y gobernanza de “los territorios”>> de la ciudad de Medellín. ¿Por qué nadie dijo, por ejemplo: <<gestión, administración y gobernanza de “los suelos”>>?
La “ciudad soñada” planeada, construida y edificada desde las diferencias y por las “mafias”, no ha de ser peor que la “ciudad soñada”, planeada construida y edificada desde las “diferencias y resentimientos” de “las élites del igualitarismo”.
Medellín y cualquier municipio, poseen muchos suelos: urbanos y rurales y desde el universo de la geología, suelos por su formación, composición, fertilidad, su uso o destinación, etc., pero, jamás, ni Medellín, ni ningún otro municipio podría tener diversos y numerosos territorios.
En las actas del Concejo de Medellín existen afirmaciones [de varios concejales] de grueso y rígido calibre como: “El que quiera vivir aquí que pague por eso y, sino que busqué dónde pueda hacerlo”.
En este período crítico [2008] se exacerbó ese discursillo “justiciero” y “populista” en el más próximo sentido y no se ocultó la acción de “la lucha de clases” que también consta en actas del concejo bajo las arengas de “en Medellín sabemos dónde viven los ricos, en El Poblado”, lo que no se compadece con la realidad de una numerosa población, que hoy hace de equilibrista en la cuerda floja de la clase media.
Esta feliz crisis que soporta Medellín puso al descubierto que nunca sabremos cómo es que Quintero Calle logró embaucar a la ciudadanía bajo el imposible político de su “independencia”, para dar curso y en tono mayor al mismo discursillo “justiciero populista panfletario” que recorre a Latinoamérica.
Así, aunque duela, la verdad es que Medellín tiene varios “territorios” y un único [des]gobierno. Ya no es misterio, “ellos están aquí” y ni siquiera importados por los “mafiosos del GEA”.
Que la ciudad, no que tenga varios territorios, sino que sea varios territorios, permite mirar, inconfundible, que tiene un único [des]gobierno en razón a que tiene multiplicidad de “ciudadanos” no por su estructura constitucional objetiva, sino por razón de los vínculos vitales rotos con el suelo que habita y con todo su entorno natural y cultural.
Si de Barcelona se dice “La ciudad mentirosa…” de Medellín se diría: “La ciudad huérfana…” hasta la revocatoria.
Hablar de <<gestión, administración y gobernanza de “los territorios”>> de la ciudad de Medellín, es nada más y nada menos que hablar de “consenso de reparto” antidemocrático y autoritario entre estructuras de poder legítimo e ilegítimo. Espuria “cohabitación” [Francia pretérita], unicidad de [des]gobierno que solo puede sostenerse con un discurso de “lucha de clases bajo todas las formas de lucha” modernizado, que es bajo cualquier alias que se le ponga el discurso que recorre la región, como progresismo, neoconstitucionalismo, constitucionalismo decolonizador, etc.
Cursa el proceso de revocatoria y no es de ahora que hemos dicho que no se trata de un ejercicio propio y directo y libre del derecho fundamental a “elegir y ser elegido” y que el acto de revocatoria ni siquiera es conexo al mismo y mucho menos una excepción en el contexto del Estado Social de derecho democrático y participativo.
El acto de revocatoria en primer lugar es la marca indeleble del paso de un Estado de derecho demoliberal representativo a una democracia participativa; en uno y otro el derecho a elegir y ser elegido; en uno sin acto de revocatoria y en el otro sí.
El acto de revocatoria se nutre de lo dispuesto en los artículos 40, 259, 3 de la Constitución y en la ley 1757 sobre mecanismos de participación democrática y a tono con el criterio de la Corte Constitucional de democracia participativa universal y expansiva.
El acto de revocatoria a criterio de la misma Corte Constitucional es un evento de democracia participativa no electoral, haciendo expresa su independencia del derecho fundamental de elegir y ser elegido.
Consecuencia de lo anterior surge la prohibición como abstención objetiva y plena para el gobierno del alcalde “candidato a ser revocado” [no candidato a ser elegido] de promover campaña alguna que fomente o influya la ABSTENCIÓN ciudadana o el sufragio por el “NO” a la revocatoria.
Tarde actuó la Procuraduría en comunicar las prohibiciones [no en prohibir, pues son de orden constitucional y legal] al alcalde de Medellín y a todo su equipo de gobierno.
Es inocultable que desde la conformación del comité promotor de la revocatoria, Quintero Calle y su séquito [muy lejanos de la categoría “servidor público”] han usado bajo “actos legítimos de gobierno” todo el poder, todo el presupuesto, todos los medios y todas las redes dizque a ejercer un supuesto “derecho a la defensa”, quizás a “permanecer en el cargo”, siendo lo pretendido, eso sí: “inaudito”.
Como uno, muchos conciudadanos, “alpargatócratas”, de “media petaca”, nos decidimos a apoyar la revocatoria porque parroquialmente “no nos gustó” ese estilo pendenciero, contestatario-agresivo, señalador, estigmatizador, excluyente, nepótico, parcializado, “alienado y alienador”, de “adanismo” puro, oscuro, y lo hemos hecho con absoluta independencia y autonomía, libres de contratos y libres de toda amarra con organizaciones político-electoreras y libres de impagables “hipotecas ideológicas”.
Dijo Lleras Restrepo, el último estadista de la patria que: “Ningún funcionario público tiene vida privada”, es probable y plausible, no obstante me quedo con mi abuelo que nos enseñó desde su ignorancia que: “De enfermedad o muerte o de prisión o de desgracia alguna de una persona, jamás ha de hacerse mofa” y con igual razón desde y por la condición humana que se pretenda el linchamiento del “ciudadano” alcalde por sus presuntas “debilidades” que no puede ser sustituto, ni sustituir el juicio que corresponde a los jueces de la República argumento legítimo de sana democracia y de la nobleza de la política.
Podemos tener la clara comprensión que el paladín Goliat cayó justamente porque su debilidad fue su soberbia que era todavía más alta que los “seis codos de su estatura”.
No le niego al alcalde “candidato a revocatoria” [no candidato a ser elegido] que en ejercicio del derecho a estar equivocado acuda ante las “petro-jurisdicciones internacionales”, que quizás “libremente” avalen los “premios de las frías estadísticas de la tecnocracia” y las “cifras y datos” de “imagen/aceptación” de las encuestas de los medios, asesores, consultores-marketing, etc., poseedores de la última ratioantidemocrática. Nada es casual, ni fortuito en lo que le ocurre a Medellín en el contexto de la región y usted bien que lo sabe alcalde.