Los pobres en el discurso de la pobreza. Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando
Red X o Twitter: @abogadohurtado (Publicado inicialmente en 2013)
Hace varios años intentamos plantear y/o explicar imperfectamente, cómo y porqué la democracia renaciente en América Latina, se desdibuja, ya no bajo las arengas y los jingles de los caudillos que en su suelo han pululado, sino ahora en el que hemos llamado el discurso de la pobreza, en boca de algunos venidos como neodirigentes políticos, autodefinidos como rotura, fractura y entierro del pasado lejano y reciente, autodesignados como dechados de toda virtud, sabiduría e inteligencia y como blasones de lo pulquérrimo y lo impoluto, honra y prez del bien común y de la democracia.
En América Latina, “los extremos que tanto se han rozado empezaron a juntarse”, más propiamente a arrejuntarse, lo que nos ha posibilitado sostener que la forma de gobierno del Estado, es hoy, más un híbrido conmutativo, desde los términos de la relación conceptual: “capitalismo-socialistoide-comunistoide”, o de otra manera, una manguala entre algunos o muchos capitalistas (capital legal e ilegal, medios de producción, dinero, economía, mercado, medios de comunicación) y las élites de la dictadura proletaria y la dictadura proletaria misma, con sus “medios de producción únicos” en la secuencia de los actos de habla: decir, prometer y provocar confrontación, división, odio, destrucción, sin que aporten nada distinto a la conseja de planeación central, arrebatar, quitar, expropiar, “repartir” miseria, esa sí, bajo el “ficho en fila de perfecta igualdad” haciéndose los ciegos ante hechos históricos irrebatibles y ante la suerte desgraciada de no pocas naciones en estos precisos momentos.
Así, haremos referencia a: los pobres, en el discurso de la pobreza.
El advenimiento del Estado Social de Derecho, democrático y participativo, se frustró, al sucumbir ante una economía de mercado global, que lo secuestró y lo condenó a “no hacer y dejar pasar” desde su “mínima intervención” al amparo de normas internacionales y de las constituciones nacionales en sus variopintas concepciones ideológicas y de bolsillo hoy eufóricas y circulantes por toda América Latina.
A no hacer: sino el mínimo intervencionismo y regulación jurídico legal en la economía; a dejar de cumplir funciones esenciales institucionalmente a cargo del Estado e irrenunciables, como: salud, educación, servicios públicos, vivienda, infraestructura, comunicaciones, justicia, pero sí a mantener y garantizar las excluyentes demandas de seguridad personal y seguridad y estabilidad jurídica, etc., la minoración del Estado, la austeridad en el gasto público con la finalidad dudosa de generar más bienestar y con el desarrollo tecnológico para hacer “países felices”.
A dejar pasar: mediante el derrumbamiento de las fronteras comerciales nacionales, la desregulación tributaria sobre toda suerte de bienes y servicios venidos de las más lejanas naciones y sobre todo la apertura al gran capital transnacional (inversores) para dejar de ser economías nacionales de empanadas de parroquia y pasar a ser eficientes y competitivas globalmente en lo cual se cifró el retroceso de la pobreza, del hambre y la exclusión social, sin dejar de abrir los brazos a las migraciones trasnacionales radicando en la falacia del potencial multiculturalismo el motor del desarrollo económico.
Anexo a ello se demanda del Estado una mayor cobertura educativa por “competencias-meritocracia”, básicamente de expertos y técnicos y de “obligar por decreto que nazcan” procesos de: creación, innovación, emprendimiento, empresarismo, tareas en las cuales de manera exótica sólo unos pocos innovadores y emprendedores [preelegidos] podrán hacerse empresarios y brillar en el “Hall de la fama” y en los “libros sagrados de la innovación y el emprenderismo”.
El modelo cobró sus primeras víctimas y las dificultades se intentan solucionar con las TIC y quizás con apoyo en la tesis económica de Romer sintetizada como: «Los países no se desarrollan por su capacidad de construir fábricas en otros países, sino por su capacidad de exportar ideas» a la cual la élite proletaria hábilmente le torció el pescuezo para propiciar que en el Caribe y en América Latina tengamos “países altamente exportadores de ideas” para la confusión y la incertidumbre y el colapso democrático, de tal manera que en el contexto del discurso de la pobreza agitado por la “élite de la dictadura proletaria”, el desplazamiento, el desarraigo nacional, la migración forzada no son más que una renovada “industria del turismo internacional de la masa proletaria”, útil a “enfriar el calentamiento global” como sucedáneo de las industrias del petróleo de las economías capitalistas.
¿Dónde están y que rol cumplen los pobres, en el discurso de la pobreza?
Es justamente la ubicación de los pobres en el discurso de la pobreza, lo que quizás ha marcado con mayor rigor la desfiguración de la democracia y del Estado Social de Derecho democrático y participativo, en América Latina.
Los pobres, en el discurso de la pobreza, como monotema de la “élite proletaria” no son más que un recurso retórico, un comodín, hacia esa hibridación del Estado, pero sumamente importante en tanto representan el anhelado “mercado de capital político-electoral” de los políticos de nuevo cuño o del nuevo empresarismo electoral, para el que son su más valiosa “materia prima”. Así y como privilegio de la “élite del proletariado” los pobres solo están insertos en su discurso en espera del “maná que les ha de caer del cielo prometido”, mientras que, en el Estado Social de derecho democrático, muchísimos pobres-clase media estamos ocupadísimos en el puesto de trabajo y productivos lo que no se desmerece por la existencia del desempleo y la existencia de miles de seres humanos en condiciones infrahumanas y en gran medida sosteniendo en sus privilegios a no pocos improductivos de la “élite proletaria”.
En el discurso de la pobreza, los pobres son arrastrados a “su reivindicación”, son llevados a las urnas del cabestro como “élite electoral” a consolidar la especie sui géneris de la “élite de la dictadura proletaria”. Los pobres, (seres humanos, personas, ciudadanos) en el discurso de la pobreza han sido convertidos en “medios o instrumentos en asnos, jumentos de carga, idiotas útiles”, sentados alrededor de la mesa del “Rico Epulón”. Los hijos de “los pobres en el discurso de la pobreza”, no se educan en Europa.
En el discurso de la pobreza, todo está destinado a que los pobres como en una especie de “Cinta de Möbius” sean ellos mismos los reproductores de más pobres y de más pobreza para mantener renovada su propia y parasitaria, simbionte “élite de la dictadura del proletariado”.
Se trata de reproducir y mantener inalteradas las condiciones de relevo cíclico desde las cuales el discurso de la pobreza pervive inalterado e imperturbable lo que asegura que la nueva dictadura del proletariado, no su élite, más que fiel, permanezca cautiva, en tanto como masa proletaria tendrá el suficiente teflón por su inserción en el juego de naturaleza democrática, para emitir los suficientes votos o sufragios en “elecciones libres” a través de las cuales la cúpula del proceso podrá retener de manera “legítima” y legal el verdadero poder de decisión, de control y de reparto, mismo que se blinda y consolida con toda la parafernalia disponible en la red mediática. Los pobres ponen los votos, retienen la “fuerza electoral” para “elegir a su élite proletaria” que retiene, conserva y controla el poder total en un aparente escenario democrático.
Así, la dictadura de la élite proletaria se incorpora o inserta en el discurso democrático y en la conformación del gobierno del Estado para consolidar el mesianismo o redentorismo que finalmente no precisará tanto de votos, como de DEVOTOS para la supresión de la crítica y la suplantación de los principios, valores y fines del Estado por una práctica de gobierno que ya no se enmarca siquiera como de beneficencia y asistencialismo, ante la cual sucumbe Kant y el hombre termina siendo un medio, un instrumento como “masa proletaria amorfa”.
Los regímenes socialistas y comunistas han colapsado en el mundo, pero es claro que la “élite de la dictadura proletaria” a la sombra de la democracia y de la economía de corte capitalista se ha procurado un discurso “innovador” y se incorpora al proceso de formación, administración y gobierno del Estado Social de Derecho y de su institucionalidad, “compartiendo asiento” [forma de lucha] por consenso, transacción o pacto [que no son democráticos, ni siquiera como los de caballeros] con los actores de las más diversas y hasta contradictorias élites del poder económico y político a las que tradicionalmente “han combatido” desde su discurso monotemático.
Es como un contubernio político, un amancebamiento transaccional, entre los extremos que siempre se han rozado, es como un “arrejuntémonos ahora” dispuestos a concederse mutuamente los beneficios de la economía de mercado y del poder político, pero esencialmente seguridad: personal y seguridad jurídica del reparto entre simbiontes. Cualquier parecido con situaciones económico-financieras, de mercado y político-electorales de la actual realidad son apenas meras “coincidencias”.
¿“Polarización”? Medellín es una “inmensa biblioteca”. De la pobreza del lenguaje y de la pauperización de La Palabra y el sentido y el valor del humanismo apenas sí dan cuenta las “peroratas” de Petro, Quintero, Upegui, Corredor, Restrepo, pobres de ideas y argumentos y ricos en violencias suficientes “alimentos” a asegurarse el monopolio sobre la “materia prima” de su “industria electorera”: ¡los pobres!
La “dictadura proletaria” o el gobierno de los pobres sólo dura hasta que cada ciudadano deposita su voto en las urnas; de ahí en adelante sigue la “dictadura dura y pura de la élite proletaria” de los elegidos y muy tarde será cuando los pobres se den cuenta que su destino será el de ser reproducimos como pobres en todas sus generaciones y primeras víctimas del saqueo de “sus gobernantes de élite proletaria”.
Los tiranos primero sofocan el espíritu del hombre y después ponen cadenas a sus cuerpos. Ellos aún tienen la “hoz y el martillo” y los martillos en las manos de los tiranos sólo golpean los clavos rectos.
El que quiera leer y comprender, que lea y comprenda, si anhela tan siquiera modesta libertad.