En vilo, en vela y con velo
Por: Nelson Hurtado Obando
Una de las trampas que coadyuvan la extinción de las abejas, es el balso negro, cuyas flores atraen a las abejas, a las que atrapa y asesina; una abeja cuya organización social, como la de las hormigas, podría decirse que todo lo tiene previsto naturalmente y no escapa a la trampa, a la celada, que la misma naturaleza ha creado.
De la comunidad humana, son miles las referencias científicas y sociológicas que remiten a aquellas organizaciones sociales de abejas y hormigas, en busca de explicaciones a las complejidades negativas que implica vivir, para el ser humano.
El quehacer normalizado, que hasta el 12 de marzo cumplíamos los colombianos fue abruptamente interrumpido, no por la decisión de confinamiento, sino por el confinamiento mismo en tanto descorrió el velo y nos dejó ver y sentir que el quehacer “normalizado”, en grandes áreas y sectores de nuestro quehacer vital, no correspondía al quehacer normal, holístico y sincrónico y armonioso con la propia naturaleza y que algo estábamos haciendo mal, como individuos, como personas y como sociedad. En los primeros quinces días de confinamiento muchas personas empezamos a disfrutar de cielos más limpios de contaminación, lo mismo que de ríos y mares limpios de lo cual hay bastantes evidencias en los medios, al igual que de la presencia de especies vivas en los contornos de poblados centros urbanos.
Sea lo que sea, la presente crisis desatada por el coronavirus no nos ha llevado a la autoreflexión, imperativa, en tanto gozamos de una naturaleza esencialmente social, de tal modo que comportamientos significativos evidenciados en la crisis nos muestran como escindidos entre “dioses y bestias” y lo más significativo con las nociones perdidas de la familia humana con un destino común.
En estos escenarios, han aparecido infame e impunemente, candidatos presidenciales proponiendo en general a la educación, como la cura contra todos los males que nos afligen, sin que aún la humanidad y la ciencia hayan logrado la vacuna contra el coronavirus. Educación: ¿cómo, por qué y para qué?
Nos atrevemos a asegurar, que en las dos últimas décadas “la educación” ha permitido mayores coberturas en todos los niveles del sistema educativo, mayor acceso a la educación profesional, técnica y tecnológica, mejores condiciones económicas para los padres de familia y de los educandos y a la par preocupantes niveles de desescolarización, por diversas razones.
No obstante, lo anterior, agregadas a la crisis del coronavirus han aparecido nuestras propias tragedias: niña violada por jóvenes soldados de nuestra patria, la pira humana de Tasajera, policías agresores y agredidos, toques de queda que son razón suficiente para la “expedición de contradecretos de carnaval”, hostigamiento, discriminación y agresión a médicos y personal de salud, incremento de situaciones de divorcio y hechos de violencia intrafamiliar e inocultables estrechez e incertidumbre económica.
No puede ser una educación para el empleo, según el horizonte mediato que le señala algún candidato en sus ecuaciones que circulan en las redes sociales, es decir, el recicle del mismo sistema bajo la falacia que describe: “serás más, si te educas, porque si te educas, ganarás más y si ganas más, podrás tener más cosas”, lo que no es admisible respecto del ser humano como fin en sí mismo y porque la realidad educativa, en países como EE. UU., ha demostrado que miles de egresados de sus más prestigiosas universidades terminan desempeñándose en empleos para los cuales no se formaron, es decir desempeñando “empleos basura”.
Podrá citarse las veces que se quiera una de las más populares frases de Mandela, pero si la educación se asume solo bajo las directrices económicas del mercado, de la producción, el mundo en nada va a cambiar.
La fastuosidad de las ciudades está en declive; sus sistemas de salud, por cierto, en algunas muy “internacionalizados”, el coronavirus les corrió el velo dejando al descubierto sus precariedades al punto que desde la bioética y el bioderecho se juega al descarte sobre quien debe recibir atención a la salud en la relación de escasez de recursos (UCI)/ años promedios de vida.
Seguiremos pues, en vilo y en vela y con muchos velos por muchos años, especialmente en Latinoamérica, al menos por la próxima década en materia económica según fuentes de organismos internacionales, con pérdida de miles de empleos, con la familia como núcleo de nuestra sociedad rota, disuelta.
En contra de lo que enseñaron los abuelos de “no poner todos los huevos en la misma canasta”, hoy se dirige a la humanidad a poner toda su fe, toda su esperanza en la tecnología, sin que aún se hayan descorrido todos los velos, los “puntos ciegos” y los “huecos negros”, que le son inherentes.
Se impone la auto reflexión sobre el ser, la vida, su valor, su sentido, es decir la reflexión filosófica.
Como las abejas, los seres humanos discurrimos por un mundo de jardines artificiales, plantado de flores de balsos negros.