Ánforas de Pandora
Por: Abogado Nelson Hurtado Obando
Twitter @abogadohurtado
No importa quien sea el tirano, “mientras la tecnología y las redes preserven nuestra libertad al alcance de nuestras manos".
Es la conclusión que aventuramos, aunque “nuestra libertad en nuestras manos” sean “nuestra libertad y en nuestras manos”, en manos ajenas.
No sabemos qué diría Kelsen en el tiempo actual [si viviera] sobre “qué es el derecho” y sobre si la norma jurídica es su excluyente objeto de estudio, no importa que los poskelsenianos siempre tengan la respuesta.
Quizás la más elaborada teoría de la tridimensionalidad del derecho [hecho-valor-norma] sea la del jusfilósofo argentino Carlos Cossio, en la cual el primer miembro de la tríada inescindible es el hecho en sí de la vida, de la vida humana, su sentido y su valor y su regulación por ser valiosa. Así, el derecho y desde el principio de la dignidad humana debe garantizar la libertad de cada persona y garantizar la prevalencia del bien común en el contexto de la pluralidad y diversidad de relaciones sociales humanas intersubjetivas e interdependientes.
Evidente la existencia en el trasfondo del principio kantiano que nos enseña que “el hombre es un fin en sí mismo” que no puede ser tratado como objeto, medio o instrumento.
Hechos recientes [no nuevos] nos devuelven violentamente a plantear si somos como personas humanas “seres esencialmente sociales” miembros de “la familia humana” o si a pesar de ello conservamos gran parte del “homo homini lupus” [con el perdón de los nuevos técnicos redactores y correctores de estilo] o que “el hombre es un lobo para el hombre” o que “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”.
Cerrarían A. Huxley con su profundidad: "Las personas llegarán a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen su capacidad de pensar" y el mismo G. Orwell con su: "La corrupción de la política empieza por la corrupción del lenguaje", que también fue objeto de reflexión por parte de Confucio.
Para contrastarnos y confrontarnos no hay que abarcar el mundo; basta referirnos a nuestro país Colombia y más puntualmente a una ciudad, a un barrio y con máximo lujo de detalles a una urbanización o unidad residencial en propiedad horizontal o nuevas “republiquetas” del moderno urbanismo desde las cuales insistimos en decir que “lo que pasa afuera” no es nada distinto a “lo que pasa adentro y más adentro en cada apartamento”.
"La dictadura perfecta tendría la apariencia de democracia; una prisión sin muros cuyos presos no pensarían en escapar. Un sistema de esclavitud donde, a través del consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre".
Huxley no escribió ciencia ficción y en efecto, ni B. Gates, ni M. Zuckerberg pueden considerarse solo como grandes creadores, innovadores y empresarios de “neutral and philanthropic technology”, no. Ellos, además de jugar en las grandes ligas de la economía global, son actores políticos protagónicos del “nuevo orden mundial”, algo que ya es inocultable.
Tampoco es gratuito que Z. Brzezinski haya propuesto que: “…en el próximo siglo, dos décimas de la población trabajadora serían suficientes para mantener la actividad de la economía mundial" y que de la mano con la tecnología concretara su propuesta con el concepto “Tittytainment” y en contexto de muchos de sus escritos.
Para lo que nos concierne y confesándonos públicamente partidarios del desarrollo y uso de las tecnologías, también es cierto que preferimos que pese sobre nosotros cierto “macartismo o derivas de bullying social, político y jurídico” y hasta el matoneo por pretender mantenernos atrás de la línea que separa a la humanidad del transhumanismo, punto fijo desde el cual, como abogados mantenemos nuestra línea de considerar que estamos haciendo del medio, el derecho mismo.
Un dudamos en sostener y solo desde el ámbito de la dualidad vida-libertad y por hechos recientes que entre eutanasia y suicidio la diferencia la pone la economía, como la pone de igual modo entre “la mínima intervención punitiva” y “la desprisionización” aun a costa del descrédito institucional, la cultura humana jurídica, la figura egregia del juez y de tal modo que en todas las ciudades de Colombia, Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, etc., los ciudadanos-medio estamos sometidos a las hordas de todas las criminalidades donde el cuchillo y el plomo se hunden y penetran la humanidad de niños, jóvenes, viejos, hombres y mujeres despojándolos primero de la vida, antes que del bolso, del celular, de la bicicleta, de la mascota, de lo que sea.
No es entonces afortunado que desde las trestigas [redes sociales] se afirme que la única muerte “justificada es la violenta”.
Consideramos que se abre día a día un espacio mayor y más peligroso a la justicia por manu propria, hoy popularmente llamada “paloterapia”, la cual rechazamos de plano sin que la tecnología (cámaras, robocops, videos, brazaletes electrónicos, juicios virtuales, etc) tengan ninguna acción plausible en pro de los ciudadanos inermes e indefensos.
Quizás muchos han podido apreciar numerosos “experimentos sociales” como el de un gorila que “sabe” usar muy bien un teléfono celular y manifestar por ello sorpresa; pocos han sentido asombro de una mamá que dice: “mi niño tiene cinco años, si usted viera cómo es de inteligente, si usted viera como maneja el celular, como aprovecha los videojuegos…”
Probablemente como abogados estemos en desuso por seguir convencidos que como seres humanos y por lo profesional, nuestra facultad privilegiada es y ha de seguir siendo la del acto de comprender y no el acto de explicar, este último con enorme carga “viral en las redes” en tanto es expresión concreta del “Tittytainment” jurídico.
No creemos que sean tóxicas las exposiciones de Yuval Noah Harari y a la luz de muchos estudios e investigaciones creemos que el cerebro humano es en contexto, una “pieza de alta plasticidad” que hasta se ve sometido a la exigencia de las “ciudades abiertas 24 horas” y a otras numerosas variables con incidencia profunda en los contenidos relacionales sociales intersubjetivos e interdependientes produciendo el volcamiento de fundados principios y valores como la vida, la dignidad humana, la libertad y la escisión de la familia humana desde la relación: dote natural (talento)-patrimonio y además de la subdivisión por razón etaria, raza, condición sexual, moda, diversión, género, al grito enardecido de “juventud, juventud”.
El facilismo ha permitido cargar el crecimiento de la tasa de suicidios en la población entre 18 a 30 años solamente al “inocente Covid19”.
Ninguna pasión puede ser útil o plausible incluida la pasión por la libertad aun en nombre de la democracia.
Pensamos que es hora de reflexión profunda como seres humanos y como abogados, que quizás nos hemos olvidado de Ícaro, pero también del guardián de la civilización humana, Prometeo y que de modo ingenuo jugamos con el ánfora de Pandora.
Es la conclusión que aventuramos, aunque “nuestra libertad en nuestras manos” sean “nuestra libertad y en nuestras manos”, en manos ajenas.
No sabemos qué diría Kelsen en el tiempo actual [si viviera] sobre “qué es el derecho” y sobre si la norma jurídica es su excluyente objeto de estudio, no importa que los poskelsenianos siempre tengan la respuesta.
Quizás la más elaborada teoría de la tridimensionalidad del derecho [hecho-valor-norma] sea la del jusfilósofo argentino Carlos Cossio, en la cual el primer miembro de la tríada inescindible es el hecho en sí de la vida, de la vida humana, su sentido y su valor y su regulación por ser valiosa. Así, el derecho y desde el principio de la dignidad humana debe garantizar la libertad de cada persona y garantizar la prevalencia del bien común en el contexto de la pluralidad y diversidad de relaciones sociales humanas intersubjetivas e interdependientes.
Evidente la existencia en el trasfondo del principio kantiano que nos enseña que “el hombre es un fin en sí mismo” que no puede ser tratado como objeto, medio o instrumento.
Hechos recientes [no nuevos] nos devuelven violentamente a plantear si somos como personas humanas “seres esencialmente sociales” miembros de “la familia humana” o si a pesar de ello conservamos gran parte del “homo homini lupus” [con el perdón de los nuevos técnicos redactores y correctores de estilo] o que “el hombre es un lobo para el hombre” o que “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”.
Cerrarían A. Huxley con su profundidad: "Las personas llegarán a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen su capacidad de pensar" y el mismo G. Orwell con su: "La corrupción de la política empieza por la corrupción del lenguaje", que también fue objeto de reflexión por parte de Confucio.
Para contrastarnos y confrontarnos no hay que abarcar el mundo; basta referirnos a nuestro país Colombia y más puntualmente a una ciudad, a un barrio y con máximo lujo de detalles a una urbanización o unidad residencial en propiedad horizontal o nuevas “republiquetas” del moderno urbanismo desde las cuales insistimos en decir que “lo que pasa afuera” no es nada distinto a “lo que pasa adentro y más adentro en cada apartamento”.
"La dictadura perfecta tendría la apariencia de democracia; una prisión sin muros cuyos presos no pensarían en escapar. Un sistema de esclavitud donde, a través del consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre".
Huxley no escribió ciencia ficción y en efecto, ni B. Gates, ni M. Zuckerberg pueden considerarse solo como grandes creadores, innovadores y empresarios de “neutral and philanthropic technology”, no. Ellos, además de jugar en las grandes ligas de la economía global, son actores políticos protagónicos del “nuevo orden mundial”, algo que ya es inocultable.
Tampoco es gratuito que Z. Brzezinski haya propuesto que: “…en el próximo siglo, dos décimas de la población trabajadora serían suficientes para mantener la actividad de la economía mundial" y que de la mano con la tecnología concretara su propuesta con el concepto “Tittytainment” y en contexto de muchos de sus escritos.
Para lo que nos concierne y confesándonos públicamente partidarios del desarrollo y uso de las tecnologías, también es cierto que preferimos que pese sobre nosotros cierto “macartismo o derivas de bullying social, político y jurídico” y hasta el matoneo por pretender mantenernos atrás de la línea que separa a la humanidad del transhumanismo, punto fijo desde el cual, como abogados mantenemos nuestra línea de considerar que estamos haciendo del medio, el derecho mismo.
Un dudamos en sostener y solo desde el ámbito de la dualidad vida-libertad y por hechos recientes que entre eutanasia y suicidio la diferencia la pone la economía, como la pone de igual modo entre “la mínima intervención punitiva” y “la desprisionización” aun a costa del descrédito institucional, la cultura humana jurídica, la figura egregia del juez y de tal modo que en todas las ciudades de Colombia, Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, etc., los ciudadanos-medio estamos sometidos a las hordas de todas las criminalidades donde el cuchillo y el plomo se hunden y penetran la humanidad de niños, jóvenes, viejos, hombres y mujeres despojándolos primero de la vida, antes que del bolso, del celular, de la bicicleta, de la mascota, de lo que sea.
No es entonces afortunado que desde las trestigas [redes sociales] se afirme que la única muerte “justificada es la violenta”.
Consideramos que se abre día a día un espacio mayor y más peligroso a la justicia por manu propria, hoy popularmente llamada “paloterapia”, la cual rechazamos de plano sin que la tecnología (cámaras, robocops, videos, brazaletes electrónicos, juicios virtuales, etc) tengan ninguna acción plausible en pro de los ciudadanos inermes e indefensos.
Quizás muchos han podido apreciar numerosos “experimentos sociales” como el de un gorila que “sabe” usar muy bien un teléfono celular y manifestar por ello sorpresa; pocos han sentido asombro de una mamá que dice: “mi niño tiene cinco años, si usted viera cómo es de inteligente, si usted viera como maneja el celular, como aprovecha los videojuegos…”
Probablemente como abogados estemos en desuso por seguir convencidos que como seres humanos y por lo profesional, nuestra facultad privilegiada es y ha de seguir siendo la del acto de comprender y no el acto de explicar, este último con enorme carga “viral en las redes” en tanto es expresión concreta del “Tittytainment” jurídico.
No creemos que sean tóxicas las exposiciones de Yuval Noah Harari y a la luz de muchos estudios e investigaciones creemos que el cerebro humano es en contexto, una “pieza de alta plasticidad” que hasta se ve sometido a la exigencia de las “ciudades abiertas 24 horas” y a otras numerosas variables con incidencia profunda en los contenidos relacionales sociales intersubjetivos e interdependientes produciendo el volcamiento de fundados principios y valores como la vida, la dignidad humana, la libertad y la escisión de la familia humana desde la relación: dote natural (talento)-patrimonio y además de la subdivisión por razón etaria, raza, condición sexual, moda, diversión, género, al grito enardecido de “juventud, juventud”.
El facilismo ha permitido cargar el crecimiento de la tasa de suicidios en la población entre 18 a 30 años solamente al “inocente Covid19”.
Ninguna pasión puede ser útil o plausible incluida la pasión por la libertad aun en nombre de la democracia.
Pensamos que es hora de reflexión profunda como seres humanos y como abogados, que quizás nos hemos olvidado de Ícaro, pero también del guardián de la civilización humana, Prometeo y que de modo ingenuo jugamos con el ánfora de Pandora.