37 años después…“Muero pero no me doblego” Columna del Abogado Nelson Hurtado Obando. Twitter: @abogadohurtado
Mientras más de medio país se conduele, 37 años después del horrendo crimen del Palacio de Justicia, en la ceremonia eucarística en conmemoración y recordación de las víctimas, actores de ese horrendo crimen, como el mismísimo hoy presidente de la República, ríe y comparte risas con la ancestral vicepresidenta. Grotesco.
No es falta de compostura porque nadie podrá creer en la religiosidad, [bajo ningún culto] de un Petro que no se ha arrepentido de la barbarie y la sangre que ayudó y ayuda a que se siga virtiendo por las calles y campos de Colombia, sangre inocente y sangre injusta y estérilmente derramada en nombre de la ignominia, la ignorancia y el cinismo.
Me remito a un video, de RCN de antes de elecciones presidenciales, en la cual el candidato Petro, palabra más, palabra menos, afirma que de ser elegido presidente de Colombia “quiero regresar a mi juventuT…regresar 30 años atrás…”, pocos reseñamos este texto y casi nadie, ni siquiera los medios le dieron contexto.
37 años después del Holocausto del Palacio de Justicia, regresa el pirómano a su “…juventuT…” y algo más de “30 años atrás” con el mismo inveterado discurso y de frente a las cenizas de su “sombrío mundo” al que pretende revitalizar e imponer como dogma dictatorial y de validez humana universal absoluta como redentor o mesías bajo la promesa-alacrán de “Colombia potencia mundial de la vida”, que: “…concrete un nuevo contrato social para el buen vivir y el vivir sabroso…para entrar por fin en una era de paz”, la “paz total”.
Hace 37 años, unos, insignes y paradigmáticos colombianos y otros tantos humildes y otros tantos equivocados colombianos alcanzaron la “paz total” a plomo, fuego y sangre.
Nunca dejaré de rememorar estas palabras: “Por voluntad de Dios y autoridad de la Ley, vine a la Corte a administrar justicia en nombre de la República de Colombia... no voy a llorar ni a pedir clemencia. Dios está conmigo y me ayudará a conservar mi dignidad de magistrada. Si es designio de Dios que yo muera para que se conserven inmaculadas las instituciones jurídicas y vuelva la paz a Colombia, entonces que Dios, el presidente y las Fuerzas Armadas salven la Patria. Muero, pero no me doblego”.
Claro que el “feminismo, el generismo, el sexismo” y toda esa babel actual no han mandado ni siquiera un burdo tuit de homenaje a esa MUJER MAYÚSCULA, Fanny González Franco, magistrada sacrificada en el holocausto del Palacio de Justicia y cuyas palabras inmarcesibles son las mismas de las que hacemos eco miles de compatriotas y conciudadanos colombianos en estos momentos de negras incertidumbres y mientras su nombre pasa, quizás como “una más del establecimiento” en el inveterado discurso. De algo reía, señor presidente, en el acto eucarístico de conmemoración a sus “propios reos” víctimas sin fórmula de juicio de sus alucinaciones y fijaciones, a las que solo usted cree que les llegó “la hora en la historia” de la patria; ahí está el registro fotográfico, sin edición y sin “entrampamientos”.
Imagino que en dicho acto estaban las Altas Cortes y en especial los magistrados [varones] y muy probablemente, para el caso y la ocasión, desprovistos de la “perspectiva de género” y sin perspectiva de Dios para pedir que les ayude: “…a conservar mi dignidad de magistrad[o]. Si es designio de Dios que yo muera para que se conserven inmaculadas las instituciones jurídicas y vuelva la paz a Colombia, entonces que Dios, el presidente y las Fuerzas Armadas salven la Patria. Muero, pero no me doblego”. ¡Qué colosal mujer! y por encima de irremplazables varones como Reyes Echandía y otros de quienes la genética jurídica colombiana poco heredó sus genes.
Fanny González Franco, vive, como mujer, como madre, como hermana, como ciudadana, como magistrada, incólume “human symbol” en medio de una sociedad humana decadente y de individuos pusilánimes. Más grande que cualquiera otra que haya sido hecha símbolo de la “sociedad líquida”. ¡Colombia ingrata que olvida según la paga!
Que de hoy y hacia 37 años atrás, no hay sino escasas 24 o 36 horas, es que no más fue ayer.
Y el Holocausto de hace 37 años se repite y se intensifica y “se transforma como la energía” o más propiamente “muda de piel” como los reptiles rastreros y ponzoñosos.
Anarquía total, desde el lenguaje fosilizado del inveterado discurso de la “lucha de clases” y almibarado hoy como especie de “cohabitación, tolerancia o resiliencia” entre todas las fuerzas sociales sin los mínimos éticos humanos para salvaguardar y mantener incólumes la vida, la dignidad humana y la libertad, ante lo cual se desploma toda estructura jurídica como si los “remiendos y remedios legales” bastaran. Nunca nadie dió respuesta al interrogante: “¿Qué es el derecho?” pero en Colombia y sin ser antojadizo ahora nos preguntamos: ¿Qué hicimos del derecho? Y sin responder la primera y universal pregunta sentimos y vivimos que arde nuestra piel y se ampolla por las cotidianas marcas del no-derecho, del que nadie dará concepto en el imperio de los “relativos líquidos”. ¡Todo es una tesis brillante del sincretismo!
Anarquía total, 37 años después tienen igual presencia el incendio y la pira y el acto eucarístico colombiano más se dibuja como festín neroniano cuyas similitudes con aquella época romana de “tensiones y transición” no son meras coincidencias.
Anarquía total y se conmemora a las víctimas del holocausto colombiano y a la par se abre paso la misma “Hidra de Lerna” con sus siete o cien mil cabezas como: “derecho a estar enfurecidos” y la afirmación de la “nueva realidad oficial” de no-terrorismo; el terrorismo no es terrorismo por el número de víctimas mortales y heridos que se cobre, ni por la destrucción de “Las torres gemelas” o la voladura de un oleoducto o la explosión de un burro-bomba; el terrorismo es una industria que monopoliza el mercado con un producto exclusivo: el miedo. Y aunque vamos en estampida nos pide “la sabiduría estatal” un alto para dialogar.
Anarquía total, cuando en contra de toda evidencia se punza sobre la herida que más nos duele a los seres humanos, la seguridad social: pensiones y salud y se enfatiza que el sistema de salud colombiano es el más malo del mundo, cuando la OMS lo califica de los mejores y la realidad así lo confirma nada más comparándolo con el sistema de salud de los Estados Unidos. ¡Hay que acabar con las utilidades de los ricos! Por lo pronto al estilo de las proveedurías de antaño, “Drogas La Rebaja” será la primera “drug store” estatal colombiana y con duda sobre la especialidad de “medicamentos”.
Anarquía total, pero no importa, la “nueva realidad estatal de lo no-impúdico” permitirá que los “viejitos y viejitas” santurrones vayan a las “protestas pacíficas” cubiertos con “hojas de parra” y no con camisetas de “todo a mil” o con marquillas de “cocodrilo” atentando contra el medio ambiente.
Anarquía total. Mil “Maximilianos” encajando en los “minimalismos”; Paulas Andreas por miles violadas y muriendo por el “viejo camino por donde tantas veces pasé/ llevando al hombro mi taleguera, con mis cuadernos y mi pizarra/ rumbo a la escuela de doña Inés/…Hoy que regreso a mi vereda/después de tanto vagar sin fe,/vine a buscarte, viejo camino,/camino viejo de mi niñez/y con tristeza sólo encontraba,/seguramente por tu vejez,/que ya no existen las clavellinas,las amapolas ni el girasol/y solo quedan las viejas ruinas/de aquella escuela de doña Inés”.
Anarquía total cuando en Medellín, la Sodoma postmoderna, avanza el hambre y la desnutrición y la muerte en “los alfa y los omega” de la vida que nuestros ojos han visto disputando con los “galembos urbanizados de Laureles” y los perritos callejeros, las “sobras exquisitas” que en toneladas vierte la industria gastronómica de los “corredores turísticos” y desafiando “la prohibición” de “bucear” en las “aguamasas” objeto de contratos de suministro pa´engordar marranos…que en esta ciudad, hasta los marranitos de barro venidos de Ráquira, qué bien han engordado.
Anarquía total. Gimen los muros de las escuelas amenazando ruina.
Anarquía total. Una ciudad en manos de un alcalde que no cumple las obligaciones que la Constitución y las leyes le imponen y orondamente se sustrae a los mandatos de la democracia participativa, privando al concejo de ejercer sus funciones de discusión y aprobación del presupuesto 2023 y a todos los “medellinenses” ciudadanos sin poder ejercer el control político.
Bien por el Concejo de la ciudad que en pleno derecho se abstuvo de considerar el proyecto de presupuesto presentado extemporáneamente por el alcalde, quien no tiene facultad para adoptarlo por decreto por el principio “venire contra factum proprium non valet” [nadie puede ir en contra de su propio acto]. Y reiteramos [frente a algunas críticas de respetables “reproductores de la ley como derecho”] que el alcalde de Medellín no puede adoptar por decreto el presupuesto para la vigencia fiscal de 2023 y que otra cosa muy distinta es que en el Estado Social de derecho, ningún nivel, ni entidad, ni empresa estatal puede carecer de presupuesto por cada anualidad. ¿Tienen la defensa lista? Variadas transgresiones a la Constitución y a la ley y a una constelación de derechos fundamentales en el contexto de la democracia participativa.
Anarquía total. Después de más de 10 meses para que la justicia defina la suerte de una acción de cumplimiento en pro de la revocatoria del alcalde de Medellín que cuenta con todos los soportes fácticos y jurídico-legales para su prosperidad, la Sala del Tribunal Administrativo de Antioquia registro ya el “proyecto de sentencia”. Esta acción de cumplimiento [y para dar respuesta a “los batracios” de las redes] la ejercí[mos] como simple ciudadano-abogado, ni siquiera como promotor o adepto a comité alguno y menos porque sea “uribista” que no lo soy, circunstancia que aprovecho para afirmar que eso no quiere decir que no conserve ningún respeto por la persona y la dignidad del expresidente Uribe. ¡Horda de zurdos y bizcos!
Aspiramos a que Colombia escuche al vivo pueblo de Medellín repetir con altivez y honor las palabras de la inmolada magistrada: “Muero pero no me doblego”.
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