Podríamos morir en un abrazo y ningún abrazo cargará las conciencias de haber matado. Aunque abrasa, el amor más abraza y aunque los brazos se entrecrucen apenas forman refugio, puerta de cierre, pacto sagrado y silencio que solo deja audible el latir de los corazones y el jadear de una pieza fundida de cuerpos indistinguibles. Es ahí, donde nos hacemos un solo y mismo fluido, que nos penetra y que corre por nuestras venas como ríos por cauces subterráneos todos al mar, al mar, al mar…al eterno proceso.
Mucho me ha inquietado el facilismo extremo al que hemos llegado o al que nos han traído y en parte con nuestra culpa y complicidad y desde alguna lectura de Kant, me aferré a cuestionar y buscar las aristas cortantes para la crítica del facilismo con el que se recurre a la “sobre demanda” de tolerancia, como si el postulado Kantiano de que ella solo es posible “entre pares” fuera uno de esos “fallos que el mercado mismo corrige”; la virtud “customizada”.
Facilismo que por insuficiencia de la virtud debió recurrir y no de ahora, sino desde hace muchos años [Fundación Rockefeller] a la resiliencia orgánica y física de seres vivos e inertes, esencialmente hechos con la potencia de adaptarse, de recuperar sus estados y sus formas como la lombriz a la que vuelve a crecer la parte amputada o la pelota que se achata con la pared con la que choca y “reacciona” y vuelve a su esfericidad.
Ya hemos andado un buen trecho del sinuoso camino; de la virtud: aguantar, soportar, resistir con paciencia avanzamos a la resiliencia como estado impostor de “desmemoria” en su empaque “verde natural de ecoperdón y ecoolvido”.
Y había que completar la “santísima trinidad social” ante la concienciación de la insuficiencia de la alianza virtud tolerancia-resiliencia para aguantar, soportar adaptar y recuperar estados y formas de individuos y comunidades y como pegante o aglutinante de la débil alianza ha debido recurrirse a la “customización” del perdón extraído con fórceps como residuo de humanidad que queda en algunos animales humanos y extrapolarlo como “perdón social”.
Primero nos expropiaron el lenguaje y La Palabra y la música y la poesía y los diccionarios de la Real Academia de la Lengua y los diccionarios de los enamorados y los alfabetos para ciegos y el lenguaje de señas y de las miradas furtivas aunque todo el mundo las esté viendo y destruyeron los ritos del inefable “amor ciego” y ya nada es lo que la palabra dice, ni la palabra es lo que dice, ya no sabemos siquiera si la palabra es, ni si es lo que se dice y de tal modo que ya no tenemos memoria, por el irrefrenable deseo de olvido apenas sintiendo dolor por los árboles talados que se consumieron Kant, Kierkegaard, Austin, Wittgenstein, Bertalanffy, etc., en el papel usado en sus escritos…del pasado y borraron la “creencia por ser creencia” que: “no puede cortarse una rosa sin que se perturbe una estrella” y ya el “domesticar nuestra propia rosa” legado en El Principito tiene la lectura de los “intelectuales seriales” en palabrejas de dominación, esclavitud, alienación, lucha, ferocidad, odio…porque para ellos sí son las palabras y sí son lo que dicen y el resto de mortales mientras tanto no vamos siquiera equivocados, sino en eterna huida.
Tolerancia-resiliencia a las que ya sabemos se “acoplan algunos cerebros” en los que aún no se puede leer su “totalidad eléctrica”, pero a los que se les puede incorporar todo lo que “deben y han de tener por leído” desde la cajita de “diccionario universal” que contiene, por supuesto y enjaulados a Mizaru, Kikazaru, Iwazaru, los “tres monitos sabios”, como para que no sea muy visible la nueva condición propia de monos sabios.
Así, la tolerancia-resiliencia nos cubrirá los ojos, las orejas y las bocas. No veremos el mal, no escucharemos el mal, no diremos el mal y la demanda de “tolerancia” será cada día más creciente, mientras crecen en progresión geométrica los monos sabios resilientes.
Perdida por saturación la utilidad de la tolerancia-resiliencia haciéndose inocuas en el “cuerpo social de los monosabios” y aunque en “fase de experimentación” se trajo a cuento la “tercera dosis” salida de los laboratorios de la “izquierdocidad global” en presentación de “cuentas de camándula” de Santo Rosario cristiano, en “pequeñas dosis” de “Perdón Social”.
Bien conoce el "intelectual serial", estratega, táctico, sinuoso, manipulador, que someter al hombre no consiste tanto en atar su cuerpo, como en sofocar su espíritu.
¿Qué individuo de la especie animal humano por vacío de humanismo que se hallare no vería plausible el “perdón social”?
Mas, no contaron los “laboratorios de la izquierdocidad global” con los “efectos colaterales” que produciría esta “tercera dosis” entre la heterogénea comunidad de monos sabios, oscilantes, en ir y venir de péndulo entre Bukele y Roa Duterte.
Tampoco faltaron los empresarios de la [in]formación democrática que vieron “entrampado” al singular filósofo “intelectual serial” de viejo cuño, pero sin ojos y sin cámaras para mirar que los monos sabios aún conservaban algo de su “piloto automático” en buen funcionamiento y que al contrario no fueron entrampados en las redes tendidas del “perdón social”.
Y es que el purgante magistral “perdón social” como salido de botica antigua, no solo estaba indicado para “personas adultas”, sino para aquellas que trae un relato de mi pueblo que cuenta que “un día un campesino llegó a la botica de don Efraín y le preguntó que si tenía un jarabe bien bueno para una mujer adúltera”, a lo cual el boticario y dirigiéndose al campesino le responde: “Tengo varios jarabes muy buenos, pero, decime primero: ¿qué tan puta es la vieja?”
Inviable la sociedad sin derechos fundamentales, pero perversa cualquier sociedad en la que su garantía de plena vigencia y eficacia quede librada no a la interpretación plausible como sí a su útil acomodo económico-político-ideológico.
Es inocultable que el "fundamentalismo de los derechos fundamentales" ha sido combustible y matriz de odio de las actuales convulsiones.
El discurso del empoderamiento, en orden de civilidad, más ha consistido en la devaluación de los derechos fundamentales, la pauperización del derecho y del orden jurídico-legal y el campear de unas y otras consignas, como la del “perdón social”.
Las “dictaduras presidenciales democráticas”, las del “izquierdocismo global” no tienen hoy necesidad de cerrar las Cortes; les basta designar en ellas a sus corifeos y esto ha sido un proceso copado en las tres últimas décadas en Latinoamérica.
Si la democracia la reducimos a "elegir y ser elegido" diremos que Chile vivió su proceso democrático, pero, si vemos el "proceso democrático" de Chile, como estrategia exitosa de "todas las formas de lucha", sabremos que, Chile perdió su democracia.
Ergo, en Colombia, no es de ahora, ni de dos décadas atrás que estemos concurriendo a las urnas a elegir en nombre de la democracia “al menos malo” y forzados por el miedo y el terrorismo en todas sus especies, aquí en alguna medida nos hemos adaptado al mundo actual, mundo cuyos signos distintivos son el miedo, el temor, el riesgo, el terrorismo, la incertidumbre como lo plantea U. Beck, mundo frente al cual podemos predicar que también nos ha proveído de otras violencias que se suman a las nuestras y para las cuales también nos ha proveído de las mismas armas, no así siendo eficaces las distintas recetas para la paz.
En las últimas recetas para la paz, la del “perdón social” si tocara escoger entre dos filósofos marxistas: J. Derrida y A. Gramsci, indudablemente me quedaría con Derrida, quien en alguna medida ha sido honesto desde la crítica al trabajo del obispo Tutu.
Necesario es recordar que el concepto de “Tercera Vía”, fue mencionado por el presidente Santos en la versión de su amigo Tony Blair, una tercera vía política abierta en tapete rojo en Colombia para la “izquierdocidad global” y que en algo coincide con la propuesta por Tutu en cuanto a como perdón social, encarna verdad y responsabilidad, lo que en el sentir de los colombianos no se ha logrado a través de la justicia transicional vigente.
De ahí que los efectos colaterales de la propuesta de “perdón social” hecha por el candidato presidencial Petro, le ha pasado cuenta de cobro express, porque en Tutu como en Petro “perdón social” es el ampuloso término que político-jurídico-legalmente abraza amnistía y/o indulto general de lo cual el primer beneficiado sería el mismo Petro, quien apenas sí ostenta el status de “desmovilizado”¿? del M-19.
En algún escrito decía Derrida de la inescindible relación del olvido-perdón, en alguna medida similar a Kant sobre la imposibilidad de la tolerancia entre quienes no son pares, entre quienes por plausible que sea no pueden ser pares, sin abandonar su humanidad de la que algo queda por monos sabios que vayamos.
La proposición del “perdón social”, en boca del señor Petro no puede aislarse de la “izquierdocidad global” y menos de la cubana con su expansión dominante por Latinoamérica desde el Pacto de Sao Paulo y el Grupo de Puebla que sigue por mucho que se pretenda camuflar de “izquierda progresista” de “izquierda democrática”, como una religión política del odio, de la venganza, de la destrucción a lo cual resuena como mandamiento y como dogma lo dicho por el Ché Guevara: “El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así, un pueblo sin odio no puede triunfar”.
El “perdón social” del candidato Petro, no es entonces aquel en que podríamos morir fundidos en un abrazo y que ningún abrazo cargará las conciencias de haber matado. Que aunque abrase, el amor más abraza y aunque los brazos se entrecrucen apenas formen refugio, puerta de cierre, pacto sagrado y silencio que solo deje audible el latir de los corazones y el jadear de una pieza fundida de cuerpos indistinguibles. Es ahí, donde nos hacemos un solo y mismo fluido, que nos penetra y que corre por nuestras venas como ríos por cauces subterráneos todos al mar, al mar, al mar…al eterno proceso. No es este el ofrecido “perdón social”.
Desde el cálculo en medio de la rapiña, desde el interés personal, político, económico e ideológico, desde la utilidad, ninguna convicción-acción política puede tener valor y sentido humano-humanista como para que tal sea el “perdón social” que debe ser con sus fuertes raíces religiosas en todos los credos y en todas las culturas, a lo que como buen cristiano finalmente diría que el señor Petro le ofrece a Colombia un “perdón social” maniqueo recordando que “Cristo condenó la venganza, pero no dijo nada del desquite”.
Qué diría Francia, ¿Cristo o el Ché Guevara?