Mis deducciones del juego del calamar
Por: Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
Twitter @JuridicaAsesora
Y la vida funciona de manera similar, pero la realidad, en múltiples ocasiones, supera la ficción, aunque no cabe duda que realidad y ficción se combinan una gran cantidad de veces como si se complementaran y se llenaran mutuamente los vacíos que hay en una y en otra.
Una de las series más llamativas en lo corrido del siglo XXI y que ha sido producida, rodada y puesta en escena por Netflix en medio de una pandemia, es el juego del calamar. Esta serie está dando de qué hablar y no poco. Ya muchos académicos la han analizado desde sus campos de conocimiento, incluida la teoría política, porque las reglas del juego que en ella se fijan y pactan, son una especie de expresión democrática muy propia del estudio de esta ciencia.
Pero, además del valor académico que se infiere o extrae, se resalta que el juego del calamar se ha posicionado mundialmente como una serie retadora y enigmática, porque propone las soluciones desde lo económico mediante la disposición de unos desafíos que solo conocen sus creadores y que de forma ciega, cual ruleta rusa, asumen los jugadores. Esta serie es una apuesta al todo o nada (el dinero o la vida), pero a mi juicio y como estratega que soy, esta serie, al menos en su primera temporada porque las otras serán de corte policiaco, permite deducir y construir varias estrategias y tácticas que bien pueden ser útiles para muchos para ejercer el derecho, sino para los distintos escenarios que en la vida se despliegan, pero teniendo en cuenta que la utilidad no siempre estará en aplicarlas:
1. El impulso en las decisiones no es buen consejero.
2. En las competencias no debe haber amigos, porque mientras se compita, la ganancia del otro en nada aprovecha, salvo que aproveche antes de llegar a la meta.
3. Si se defienden intereses personales no deben hacerse amigos porque siempre serán expuestos o manipulados para los propios provechos.
4. Si se defienden intereses de alguien, tu competidor que defiende también intereses de otro, no es tu amigo y fiarse de él pone en riesgo lo que se defiende y a quien se defiende.
5. Las alianzas con los competidores solamente se hacen si permite obtener un beneficio para tu interés defendido o para el interés que defiendes de otro.
6. Las decisiones tienen que tomarse para la defensa de los intereses que se defienden y si las decisiones son acertadas no tienen que ser cuestionadas.
7. La información no se retiene si a otro le sirve, pero no si le sirve para mejorar la ventaja sobre la propia ventaja.
8. Cuando lo que se persigue es el premio que cambia el malestar por el ideal de bienestar, no hay colaboración, solo ambición personal. El fin justifica los medios. (¿Solamente Maquiavelo se ha atrevido a tanto?)
9. El que sabe cuando detenerse está a salvo, pero esto no siempre aplica como decisión individual, porque muchas veces se requiere la decisión de la mayoría para poder detener lo que perjudica a todos, sin embargo, si la ambición personal por el premio prometido es más alta, la prioridad jamás será la vida o el bienestar de otros, sino el logro personal aunque eso cueste sacrificarlos a todos. Ese logro personal es a veces de grupos que actúan de consuno.
10. Para el que solo quiere ganar o su propio provecho, los demás no solamente son un medio, tampoco son amigos, ni son de su importancia y muchas veces son un estorbo.
11. La oportunidad de ser bueno y hacer el bien la define el dinero, pero la intención también aunque no alcance o sea suficiente.
Definitivamente y en principio, el juego del calamar crea lo que denomino el rol del exclusivo y el excluyente que son dos caras de la misma moneda. Capitalizar la oportunidad fue lo que algunos pocos hicieron en el juego del calamar, pero lo hicieron para su propio provecho, de allí que el juego si bien hace muchos aportes para lidiar con diferentes situaciones difíciles de la vida, lo que no hace es aportar sobre cuál es la mejor manera de convivir, colaborar, compartir, servir, enmendar y no competir excluyendo, sino sumando para obtener un bien mayor aunque al final haya que prorratear.
En conclusión, el juego del calamar no aporta para ser mejores, sino que desvela las ambiciones.