Independízate. Columna de la Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez. Twitter: @JuridicaAsesora
En ese hilo conductor, hoy 20 de julio de 2023, encuentro que persisten suficientes motivos para reiterar que Colombia sí necesita un nuevo grito de independencia y esto es así porque es real lo que dice una célebre canción intitulada “soñando con el Abuelo” y que interpreta conmovedoramente el cantautor colombiano Fausto: “Aquí ya no existe paz, aquí ya no hay libertad, aquí ya no pasa un día sin nada que lamentar” y nadie puede negar que la estrofa de esa canción es realmente una afirmación de hechos siniestros y dolorosos que, definitivamente, requieren conciencia y acción ciudadana para combatir las causas raíz. Y creo, con convicción, que se puede lograr mitigar o erradicar el mal siempre que decidamos volver a considerar los motivos que otrora inspiraron y fundamentaron el grito de independencia, agregándole como esos motivos revivieron con agravantes incluidos.
¿Propongo un nuevo grito de independencia? Claro que sí. Recuérdese que “en 1810 la inequidad y la iniquidad las provocaba España y en la actualidad los actos de inequidad y de iniquidad los provocan los mismos colombianos desde estadios legítimos e ilegítimos, pero desde los que despliegan acciones y prácticas que en lugar de liberar, someten, que en lugar de igualar, aumentan las brechas, que no propugnan ni promueven la libertad real, ni el interés general, porque en muchos casos, imperan los intereses individuales, partidistas y sectarios que poco se orientan hacia la consolidación del Estado social de derecho, democrático, participativo y pluralista, fundado en el respeto de la dignidad humana.”[2] Tal vez otra prueba de esta aseveración puede estar representada en las decisiones gubernamentales que poco han servido para procurar una sociedad en paz y libre, pero sí están siendo útiles para invertir la escala de valores encumbrando lo más indigno y socavando la moral de lo que edifica y sustenta la dignidad.
Con esto que planteo y a lo que además sumo el hecho de que para ser elegido para los cargos de elección popular no se exige un mínimo de formación profesional (basta ser bachiller para legislar o lustrabotas para ser concejal), sino que se requiere solo una mayoría abrumadora de votos, sepa o no sepa firmar el elegido, sepa o no sepa firmar el sufragante, deja en evidencia serias goteras en la democracia, porque su ejercicio se ha centrado solo en el voto de una ciudanía activa/pasiva que ha venido inundando el gobierno de aficionados y no ha considerado unos mínimos conocimientos y experiencia seria para el manejo de los asuntos públicos que requieren decisiones para superar lo que motivó el primer grito de independencia y que hoy se hallan presentes, no por virtud de la opresión del Estado Español, sino por las situaciones opresoras e inequitativas e inicuas que hoy agobian a la mayoría de los colombianos por la deficiencia en la prestación de los servicios públicos y por la poca garantía para lograr la efectividad de los derechos, entre otros aspectos de similar relevancia, pero con una diferencia entre los titulares en 1810 y los actuales y es que ahora el acceso al conocimiento es absolutamente posible y en ese sentido, también es posible pensar por sí mismo para no seguir siendo pensados por otros y para ellos.
En ese hilo, el grito de independencia que propongo no es exactamente el que ocurrió el 20 de julio de 1810 y que se consolidó el 7 de agosto de 1819 con la batalla de Boyacá, sino que propongo un grito de independencia pero de pensamiento, del saber y del pensar, que le permita al ser humano poner en perspectiva cuanta ideología política lo adoctrinó y aglutinó alrededor del mal y de los malvados. Sí, propongo un grito de independencia del pensamiento, del saber y del pensar, de allí que ese grito de independencia sugerido, hoy lo enfoco desde una consideración Kantiana en la forma como el filósofo Immanuel Kant respondió en 1784 la pregunta: ¿Qué es la ilustración? y con respecto a la cual dijo con total acierto:
La pereza y la cobardía son causa de que una tan gran parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela (naturaliter majorennes); también lo son que se haga tan fácil para otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los tutores, que tan bondadosamente se han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo bello) considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de entontecer sus animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde los metieron, les muestran los peligros que les amenazarían caso de aventurarse a salir de él. Pero estos peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas aprenderían a caminar solitos; ahora que, lecciones de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las ganas de nuevos ensayos.
Es, pues, difícil para cada hombre (entiéndase ser humano) en particular lograr salir de esa incapacidad, convertida casi en segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz de servirse de su propia razón, porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso o más bien abuso, racional de sus dotes naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a ese estado. Quien se desprendiera de ellas apenas si se atrevería a dar un salto inseguro para salvar una pequeña zanja, pues no está acostumbrado a los movimientos desembarazados. Por esta razón, pocos son los que, con propio esfuerzo de su espíritu, han logrado superar esa incapacidad y proseguir, sin embargo, con paso firme....”
Un nuevo grito de independencia del conocimiento, del saber y del pensar, por la propia voluntad y no la subordinación al conocimiento, al saber y al pensar de los otros para sus particulares intereses.