Decencia Democrática
Por: Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
La democracia es una forma de gobierno que surgió en la antigua Grecia y lleva consigo la posibilidad de que todos, no solo algunos, participen de forma activa en las decisiones que los afecten. Es un modelo que sirve de antónimo a las dictaduras y los totalitarismos y es, además, una manera ideal de procurar que las personas no solamente hagan parte de una sociedad, sino que se sientan realmente parte de ella y sean tenidas en cuenta.
Sobre esta forma de gobierno, Naciones Unidas en el año 2000 “recomendó una serie de importantes medidas legislativas, institucionales y prácticas para consolidar la democracia (resolución 2000/47), y en 2002, declaró como elementos esenciales de la democracia los siguientes:
- Respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales;
- Libertad de asociación;
- Libertad de expresión y de opinión;
- Acceso al poder y su ejercicio de conformidad con el imperio de la ley;
- La celebración de elecciones periódicas, libres y justas por sufragio universal y por voto secreto como expresión de la voluntad de la población;
- Un sistema pluralista de partidos y organizaciones políticas;
- La separación de poderes;
- La independencia del poder judicial;
- La transparencia y la responsabilidad en la administración pública;
- Medios de información, libres, independientes y pluralistas.”[1]
Y agregó este organismo internacional que “los valores de la libertad, el respeto a los derechos humanos y el principio de la celebración de elecciones periódicas por sufragio universal son elementos esenciales de la democracia; a su vez, la democracia proporciona el entorno natural para la protección y la realización efectiva de los derechos humanos. Estos valores están incorporados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y desarrollados en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que consagra una serie de derechos políticos y libertades civiles que sustentan democracias significativas.[2]
La democracia es una de las mayores conquistas que ha hecho la humanidad porque es la que le permite realizar esa humanidad, de hecho, el Economista, Filósofo y Nobel de Economía Amartya Sen en uno de sus Artículos titulado La democracia como valor universal, se refiere a ella no solamente como uno de los mayores logros del siglo XX, sino que la consideró como “la única forma de gobierno aceptable.”[3] Agregó este autor que: “tuvo que pasar mucho tiempo para que surgiera tal y como la conocemos hoy en día. Fueron varios los acontecimientos que permitieron su gradual y finalmente exitosa instauración como sistema efectivo de gobierno, desde la firma de la Carta Magna en 1215 hasta la universalización del sufragio en Europa y Norteamérica en el siglo XX, pasando por las revoluciones francesa y norteamericana del siglo XIX. Sin embargo, sólo en el siglo XX llegó a establecerse como la forma “normal” de gobierno a la que tiene derecho cualquier nación, sea en Europa, América, Asia o África.”[4]
Pero ¿qué es exactamente la democracia? Sen responde esta pregunta indicando que: “No se debe identificar la democracia únicamente con el gobierno de la mayoría. La democracia implica exigencias complejas, que incluyen el voto y el respeto hacia los resultados de las elecciones, pero también implica la protección de las libertades, el respeto a los derechos legales y la garantía de la libre expresión y distribución de información y crítica. Incluso las elecciones pueden resultar lesivas si tienen lugar sin que los diferentes contendientes tengan la oportunidad de presentar sus programas, o sin que el electorado goce de la libertad de obtener información y de considerar los puntos de vista de los principales partidos. La democracia es un sistema exigente, no una simple condición mecánica –el gobierno de la mayoría– tomada de forma aislada.
Vistos así, los méritos de la democracia y la afirmación de su valor universal pueden relacionarse con algunas virtudes distintas inherentes a su práctica sin restricciones. De hecho, se puede decir que la democracia enriquece la vida de los ciudadanos de tres formas diferentes. Primero, la libertad política se inscribe dentro de la libertad humana en general, y el ejercicio de los derechos civiles y políticos es una parte crucial de la vida de los individuos en tanto seres sociales. La participación social y política posee un valor intrínseco para la vida y el bienestar de los hombres. El hecho de impedir la participación en la vida política de la comunidad constituye una privación capital.
Segundo, como acabo de señalar–cuando impugnaba la afirmación de que la democracia está reñida con el desarrollo económico–, la democracia posee un importante valor instrumental en el reforzamiento de la respuesta obtenida por el pueblo cuando expresa y sostiene sus demandas de atención política –incluidas las demandas económicas–. Tercero –y este es un punto que exige una mayor profundización–, la práctica de la democracia ofrece a los ciudadanos la oportunidad de aprender unos de otros y ayuda a la sociedad a formar sus valores y prioridades. Hasta la idea de “lo necesario”, aun la comprensión de las “necesidades económicas” requiere el debate público y el intercambio de información, opiniones y análisis. En este sentido, la democracia posee una importancia constructiva, además de su valor intrínseco para las vidas de los ciudadanos y de su valor instrumental en las decisiones políticas. La defensa de la democracia como valor universal deberá tener en cuenta toda esta diversidad de consideraciones.”[5]
En el contexto anterior, quise titular esta columna como Decencia Democrática con el fin de promover la reflexión en relación con ella, pero sobre todo, acerca de lo que estamos haciendo con ella que es usarla como bandera para realizar ansias de poder y venganzas, para desconocer de forma flagrante la comunidad a la que se le debe servir y no explotar, ni amedrentar o someter.
La democracia como bien lo indicó Amartya Sen no es un asunto que se reduzca a una decisión de las mayorías, sino que ella debe implicar toda una práctica de lo que denomino modales democráticos, como otrora era el Manual de urbanidad y buenas maneras de Manuel Antonio Carreño. Es decir, la democracia implica no solo actos, sino conductas con prácticas democráticas reales y no aparentes (modales democráticos). Lleva consigo ese reconocimiento de los derechos humanos de todos y por todos y no solamente el reclamo de ellos para su propio beneficios, mientras en la práctica quién los reclama se los desconoce a otros.
La decencia democrática es poner en práctica los elementos esenciales de la democracia que adoptó Naciones Unidas, ya mencionados, pero es también y retomando a Sen “la oportunidad de aprender unos de otros porque la democracia ayuda a la sociedad a formar sus valores y prioridades. Hasta la idea de “lo necesario”, aun la comprensión de las “necesidades económicas” requiere el debate público y el intercambio de información, opiniones y análisis.”
En ese orden de ideas, no hay decencia democrática en los bloqueos, en limitar con ellos el acceso a la salud y otros servicios públicos, en la destrucción de la propiedad privada y pública, en el ataque a civiles y a la fuerza pública, en limitar la alimentación y el abastecimiento y menos en que las vías se conviertan en trampas mortales para motociclistas, es decir que no hay decencia democrática en todo aquello que afecta los derechos humanos y las libertades fundamentales. Pero tampoco la hay cuando se compromete la separación de poderes, la independencia del poder judicial o cuando los jueces con sus decisiones deciden impedir prácticas democráticas. Igualmente no la hay cuando se afecta la transparencia y la responsabilidad en la administración pública nacional y local y cuando los medios de información son sometidos a la censura o cuando se prestan para informar de manera sesgada la verdad de cualquier acontecimiento.
Y en tanto la democracia lleva intrínseco el bienestar de todos mediante el ejercicio de derechos y libertades, el trabajo como parte de ellos, no hay decencia democrática en una sociedad holgazana que es aquella caracterizada por el amor a lo gratis, el desprecio por el trabajo, la vida fácil y los deseos de tenerlo todo, sin hacer absolutamente nada. Esa que cree merecerlo todo y que no se supera, que toda exigencia la considera un maltrato y que cualquier trabajo por mínimo que sea le queda grande.
No hay decencia democrática en la sociedad indiferente que equivale a aquella que es perezosa y carente de amor, porque como lo afirma Aldous Huxley “La indiferencia es una forma de pereza, y la pereza es uno de los síntomas del desamor. Nadie es haragán con lo que ama” y en la indecencia no hay amor. La decencia democrática, además de implicar buenos modales democráticos, es también amor a la democracia.
Referencias:
[1] Naciones Unidas. La Democracia y los Derechos Humanos. Recuperado de: https://www.un.org/es/events/democracyday/2008/pdf/DEMOCRACIAYDERECHOSHUMANOSDEFINITIVO.pdf
[2] Ibidem
[3] SEN, Amartya. La democracia como valor universal. Discurso pronunciado en el Congreso por la Democracia celebrado en Nueva Delhi (febrero de 1999), to- mado del Journal of Democracy, julio de 1999, vol. 10, número 3, pp. 3-17, The John Hopkins University Press and National Endowment for Democracy. Recuperado de: http://www.circulodoxa.org/documentos/Amartya%20Sen,1999%20%28VI%29.pdf
[4] Ibidem
[5] Ibidem