Colombia y el maltrato a la sentencia de Nuremberg
Por: Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
Twitter: @JuridicaAsesora
Y es que todos sabemos, o al menos deberíamos saberlo, que la segunda guerra mundial fue un acontecimiento nefasto para la humanidad, no solo por los millones de muertes que se presentaron, cuya estadística jamás tendremos exacta, sino porque desveló el extremo del mal al que pueden llegar personas ávidas de poder, o mejor dicho enfermas, deseosas y sedientas de poder, que las vuelve capaces de destruir lo construido, acabar con quienes creen que no son sus iguales y ponerle un blanco en la espalda a todo aquel que se le oponga a sus planes de conquista.
En relación con los juicios de Nuremberg y como lo señala en su texto el Profesor José Luis Pérez Triviño: “El proceso empezó el 20 de noviembre de 1945 en la gran sala de la audiencia del Palacio de Justicia de Nuremberg y se hicieron 402 vistas públicas a lo largo de diez meses. Las sentencias fueron leídas el 30 de septiembre y el 1 de octubre de 1946. Después de una breve introducción del presidente del Tribunal, el inglés Geoffrey Lawrence, los fiscales hicieron una lectura de las actas de acusación. Al día siguiente se pidió a los acusados que se declarasen culpables o inocentes. Entre los fiscales destacó el norteamericano Robert Jackson. En su primera intervención presentó un discurso en el que resumió elegantemente los principales objetivos que se perseguían con el juicio: “El privilegio de inaugurar, por primera vez en la historia, un proceso por crímenes contra la humanidad impone una grave responsabilidad. Los crímenes que nos preparamos a condenar y castigar han estado premeditados, han tenido consecuencias nefastas y ruinosas que la civilización no puede ignorar porque no podría sobrevivir si todo eso se repitiese”[1](resaltado fuera del texto).
Como sujetos de investigación y juzgamiento, no solo estuvieron miembros del gobierno nazi, sino también los jueces que conocieron hechos atentatorios contra la dignidad humana y supremos valores de justicia, pero que bajo el falaz principio de que “eran la boca de la ley” no dispensaron justicia, sino que impusieron sello a las injustas leyes y actos nazistas con decisiones judiciales, todo lo cual les implicó el reproche y cuestionamiento al final de los juicios de Nuremberg y no era para menos. Por eso, si un Juez no quiere ser cuestionado por sus decisiones, debe tomar buenas decisiones y tomarlas en Derecho, sin usar el derecho para fines políticos o turbios, propios o de terceros, porque el cargo no convierte ni en jurídica, ni en justa, una decisión tomada por fuera del orden jurídico, aunque la apruebe la mayoría y eso ha quedado muy claro en la historia con la sentencia de Nuremberg.
Nunca sabremos lo suficiente sobre lo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial, pero al menos sabemos lo necesario como para dejar claro que no se debe tolerar ningún crimen contra La Paz. También sabemos que no hay justificación para tanto horror y para tanta crueldad, por ello todo símbolo que le haga apología al crimen y que reviva sin consideración el dolor que tantos han padecido, debe ser censurado. Pero si se tiene que exhibir, por alguna razón, que dicha razón sea para decir a viva voz que se rechaza toda discriminación y todo acto que de forma directa, camuflada o disimulada, atente contra la memoria de las víctimas o contra la verdad que deben saber las nuevas generaciones.
Así entonces y dado el título de la columna, oportuno es señalar que es muy infortunado que justo cuando se conmemoraba el inicio de los juicios de Nuremberg para sentir que se logró sentencia condenatoria en contra de quienes participaron de los exterminios cometidos por los nazis y también en contra de los jueces alemanes que habiendo debido juzgar bien, no lo hicieron, en Colombia se hubiese realizado un evento por parte de la Escuela de Policía de Tuluá, usando símbolos nazistas que lo único que encierran son muerte, discriminación, agresión, vejámenes, torturas, crueldad al extremo y vergüenza. Este bochornos episodio no solo debe estar acompañado de la decisión de haber destituido al director de la Escuela, sino que debe apoyarse en decisiones que impliquen mejorar el proceso de formación de los miembros de la fuerza pública, para que comprendan que el llamado vocacional al que se les invita como parte de la institución, no es para hacer apología a quienes hicieron guerras de agresión, sino para defender la vida al extremo y con ella la dignidad, la igualdad, el pluralismo y la libertad.
Referencias:
[1] PÉREZ TRIVIÑO, José Luis. Los Juicios de Nuremberg. http://openaccess.uoc.edu/webapps/o2/bitstream/10609/111646/6/Los%20juicios%20de%20Nuremberg%20CAST.pdf