Los aturdidos y abrumados
Una estrofa de una canción dice con acierto: “llegó diciembre con su alegría, mes de parrandas y animación, en que se baila de noche y día y es solo juergas y diversión”. Y esto, sin duda, por regla general, tiene mucho de cierto, salvo que haya mucha tristeza o amargura en el corazón, generalmente, por la pérdida de un ser querido, del empleo o por la necesidad que padece un gran número de personas pobres y que duele y les duele más en esta época que, si bien invita a la caridad, esa caridad expresada en natilla, buñuelos, hojuelas y regalos para niños, no alcanza para llenar los verdaderos vacíos.
Y si en esta navidad el primer plano lo ocupan, por mucho, las personas que no tienen ni cena, ni familia, ni ropa, no son solamente ellos los que llevan la peor parte, sino que SON LOS ANIMALES, esa otra especie de la naturaleza, la que recibe lo peor de las formas de celebración con pólvora a la que acuden todavía una parte de las personas que arrastran la cultura mafiosa que tanto ha golpeado a Colombia y de la que no se han podido desprender, pero que, además, decidieron conservar transmitiéndole dicha práctica a las nuevas generaciones. Ellos y ellas, no han comprendido que la pólvora es peligrosa en todos los sentidos, porque afecta la salud humana y daña gravemente la salud de los animales que terminan aturdidos y abrumados y muchos de ellos desbocados, huyendo y perdidos, causando con ello tristeza y desolación a sus cuidadores y protectores.
La pólvora y su uso no hacen grande a nadie, al contrario, eso lo único que muestra es lo hueco que aún tienen el corazón porque solamente encuentran en el estrepitoso ruido que la pólvora hace y en las momentáneas luces, una sensación de alegría, sin embargo, ¿qué alegría real hay en causarle tanto daño a la naturaleza, a los animales y a los sentidos y en invertir cuantioso dinero en una satisfacción tan efímera cuando hay bienes y valores más altos que deben y pueden ser rescatados, edificados y defendidos?
No hay que ser un ambientalista fanático para, simplemente y desde el sentido común o como diría Cicerón razón natural, comprender que es necesario armonizarse con la naturaleza y todo lo que ella nos ofrece. Es un imperativo respetar todo ser vivo y su integridad y los animales no pueden ser la excepción a la regla cada que ‘llegue diciembre con su alegría’. Si trabajamos conscientemente en una mínima moral rectora en la que nos comprometamos como individuos, como sociedad y como Estado, ningún animal, en lo sucesivo, volverá a hacer parte de los aturdidos y abrumados o, al menos, no por nuestra causa.
Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
Directora Revista Jurídica
WWW.VOZJURIDICA.COM
Esta Editorial no compromete en nada el pensamiento autónomo y la libertad de expresión de todos los columnistas de la Revista Jurídica Digital VOZ JURÍDICA.
Y si en esta navidad el primer plano lo ocupan, por mucho, las personas que no tienen ni cena, ni familia, ni ropa, no son solamente ellos los que llevan la peor parte, sino que SON LOS ANIMALES, esa otra especie de la naturaleza, la que recibe lo peor de las formas de celebración con pólvora a la que acuden todavía una parte de las personas que arrastran la cultura mafiosa que tanto ha golpeado a Colombia y de la que no se han podido desprender, pero que, además, decidieron conservar transmitiéndole dicha práctica a las nuevas generaciones. Ellos y ellas, no han comprendido que la pólvora es peligrosa en todos los sentidos, porque afecta la salud humana y daña gravemente la salud de los animales que terminan aturdidos y abrumados y muchos de ellos desbocados, huyendo y perdidos, causando con ello tristeza y desolación a sus cuidadores y protectores.
La pólvora y su uso no hacen grande a nadie, al contrario, eso lo único que muestra es lo hueco que aún tienen el corazón porque solamente encuentran en el estrepitoso ruido que la pólvora hace y en las momentáneas luces, una sensación de alegría, sin embargo, ¿qué alegría real hay en causarle tanto daño a la naturaleza, a los animales y a los sentidos y en invertir cuantioso dinero en una satisfacción tan efímera cuando hay bienes y valores más altos que deben y pueden ser rescatados, edificados y defendidos?
No hay que ser un ambientalista fanático para, simplemente y desde el sentido común o como diría Cicerón razón natural, comprender que es necesario armonizarse con la naturaleza y todo lo que ella nos ofrece. Es un imperativo respetar todo ser vivo y su integridad y los animales no pueden ser la excepción a la regla cada que ‘llegue diciembre con su alegría’. Si trabajamos conscientemente en una mínima moral rectora en la que nos comprometamos como individuos, como sociedad y como Estado, ningún animal, en lo sucesivo, volverá a hacer parte de los aturdidos y abrumados o, al menos, no por nuestra causa.
Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
Directora Revista Jurídica
WWW.VOZJURIDICA.COM
Esta Editorial no compromete en nada el pensamiento autónomo y la libertad de expresión de todos los columnistas de la Revista Jurídica Digital VOZ JURÍDICA.