El 25 de noviembre se instituyó por parte de las Naciones Unidas como el día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer, este es uno de los logros internacionales que obtiene la mujer para que sus derechos logren una mayor materialidad. Aunque importante es precisar que el 25 de noviembre tiene su origen en 1981 en el contexto del Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, allí 262 mujeres reunidas se comprometieron a conmemorar el 25 de noviembre como día internacional de no a la violencia en contra de las mujeres y de este dato histórico da cuenta la Casa de la Mujer en su sitio web.
Y aunque de gran relevancia es que se tenga un día para hacer un mayor eco a la eliminación de la violencia contra la mujer, es claro que cada día es propicio para que todo tipo de violencia (física, psicológica, emocional, espiritual, política, académica, religiosa, cultural, de género, credo, raza) que se ejerza contra la mujer, sea abolida o al menos reprendida o reflexionada.
La Mujer a lo largo de la historia ha sido invisibilizada en muchos escenarios: político, laboral, académico, social, cultural, religioso, entre otros, aunque ha sido usada en los mismos escenarios y en muchos hasta abusada, desprestigiada, subutilizada, maltratada, humillada, golpeada, discriminada, escondida y muchas otras atrocidades que están bien documentadas y registradas en los anaqueles de bibliotecas, juzgados, empresas, instituciones educativas, organizaciones estatales, organizaciones no gubernamentales, Clinicas y Hospitales, organizaciones religiosas, archivos personales y sobre todo en la mente y el corazón de cada mujer.
No ha sido fácil para las mujeres conquistar un espacio. Los espacios religiosos y académicos se conquistaron primero antes que los políticos y laborales, aunque dichos espacios fueron primero en calidad de ayudantías y ecónomas y sólo con el pasar del tiempo las ideas de las mujeres en lo político y académico, empezaron a tener un poco de consideración, sin embargo e infortunadamente, la ambición y la creencia de superioridad masculina siempre salió al paso para derruir los espacios conquistados por mujeres.
Infortunadamente, muchos hombres veían a la mujer como una peligrosa rival que debía mantenerse sometida, muchos ni siquiera la reconocían como rival válido y; unos u otros, acudían al descrédito, disminución, invisibilización, desconocimiento y deslegitimación y otro tanto a la violencia física, aunque lo otro también era y es violencia, porque es la violencia de la descalificación y el desconocimiento que se traduce en hacer ver y creer que la mujer no es apta sino para ciertas labores y oficios, pero no para pensar, dirigir, administrar, devengar un salario, participar en política con voz y voto, decidir su rumbo de vida y autodeterminarse.
En muchos contextos políticos se podía ser mujer con grandes ideas y grandes obras, pero siempre que la mujer se situara detrás de un hombre, aunque éste no tuviera ideas, no tuviera obra, ni fuera grande.
Si una mujer florecía, conquistaba espacios de acción e interacción, conquistaba jeans o escotes, o conquistaba en sí misma el empoderamiento necesario para enfrentar el mundo dominado por lo masculino y reclamar de él, en él y dentro de él un espacio igualitario, se veía abocada a que los señalamientos y persecuciones violentas le llovieran cual tormenta capaz de derribarla o desenraizarla, aunque para ello tuvieran que acudir a vulnerar, incluso su dignidad.
Lo que se ha afirmado ha ocurrido en todas las latitudes, ningún contexto geográfico escapa en la historia a estas descripciones, en ellos se encuentran registros claros y contundentes que dan cuenta histórica, pero también presente, de que en relación con la conquista de derechos y logros de las mujeres: Hay personas que por frustración, envidia, ingratitud, resentimiento, ignorancia, deslealtad, falta de ética interpersonal, inseguridad, incompetencia, imprudencia o simplemente porque se trata de mujeres, dan rienda suelta a señalamientos y afirmaciones mentirosas que las desprestigian y las difaman, olvidando que cuando se acude a esa mala práctica, lo que logran es desprestigiarse, dejar de ser de confianza y perder credibilidad y respeto en el devenir histórico que les dejará un registro no grato por ser generadores de actos de violencia contra la mujer, afirmación esta confirmada en los argumentos fundantes y fundamentadores de los derechos y espacios hoy reconocidos.
Lo descrito, pasaba y aún pasa en todos los escenarios: políticos, laborales, académicos, sociales, deportivos, entre otros, y era y es, realmente lamentable porque dicha conducta se enmarcaba y enmarca en una mala práctica que no edifica nada y lo que desvela, sobre todo en lo político, es a personas que acuden a falacias como la del ‘Argumento ad hominem’ “que, traducido del latín, significa ‘Argumento contra el hombre’ (la persona, en este escrito la mujer) y se trata de una de las falacias más famosas y utilizadas en múltiples discusiones cuando una de las partes (por lo general el hombre con una conducta mentirosa, frustrada, envidiosa, insegura, resentida, imprudente, etcétera), en lugar de rebatir lo que la parte contraria dice y argumentar su postura con algo demostrable que le dé la razón lo que hace es ofender al contrincante.” (En este contexto la mujer y tal vez esto hace parte de las causas del retraso en el reconocimiento igualitario de los derechos). De hecho en Colombia el derecho al voto solamente le fue reconocido a la Mujer en 1954 y materializado apenas en 1957, aunque ello no implicó, per se, la ocupación de liderazgo en cargos y dignidades políticas, pues ello ha implicado otro proceso de luchas para poder conquistarlos.
Tal vez una de las causas de la violencia contra las mujeres está representada en que las mujeres hemos colonizado y conquistado espacios y protagonismos que han sido muy del género masculino, y tal vez el medio más usado por hombres en contra de las mujeres ha sido el argumento de la ofensa, descrédito, desprestigio e inutilidad, muy propio de falacias como la mencionada ‘Argumento ad hominem’.
Sin embargo, una sociedad que aspira a vivir en paz y a mejorar procesos y resultados, debe rechazar con vehemencia a todo aquel, no sólo hombres, que tiene por mala práctica el ‘Argumento ad hominem’ o lo que es lo mismo el ‘Argumento contra el hombre’ (la persona y no sólo la mujer).
El debate siempre será un buen camino para reconocernos y aceptarnos en la diferencia, pero la descalificación del otro no puede nunca hacer parte de un buen debate y menos de un buen argumento.
Que la eliminación de la violencia, no sólo de la mujer, se convierta en un tema cotidiano para que cada día la práctica y acciones se dirijan en ese sentido y que no lo recordemos sólo el 25 de noviembre de cada año.
Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
3108371657
Y aunque de gran relevancia es que se tenga un día para hacer un mayor eco a la eliminación de la violencia contra la mujer, es claro que cada día es propicio para que todo tipo de violencia (física, psicológica, emocional, espiritual, política, académica, religiosa, cultural, de género, credo, raza) que se ejerza contra la mujer, sea abolida o al menos reprendida o reflexionada.
La Mujer a lo largo de la historia ha sido invisibilizada en muchos escenarios: político, laboral, académico, social, cultural, religioso, entre otros, aunque ha sido usada en los mismos escenarios y en muchos hasta abusada, desprestigiada, subutilizada, maltratada, humillada, golpeada, discriminada, escondida y muchas otras atrocidades que están bien documentadas y registradas en los anaqueles de bibliotecas, juzgados, empresas, instituciones educativas, organizaciones estatales, organizaciones no gubernamentales, Clinicas y Hospitales, organizaciones religiosas, archivos personales y sobre todo en la mente y el corazón de cada mujer.
No ha sido fácil para las mujeres conquistar un espacio. Los espacios religiosos y académicos se conquistaron primero antes que los políticos y laborales, aunque dichos espacios fueron primero en calidad de ayudantías y ecónomas y sólo con el pasar del tiempo las ideas de las mujeres en lo político y académico, empezaron a tener un poco de consideración, sin embargo e infortunadamente, la ambición y la creencia de superioridad masculina siempre salió al paso para derruir los espacios conquistados por mujeres.
Infortunadamente, muchos hombres veían a la mujer como una peligrosa rival que debía mantenerse sometida, muchos ni siquiera la reconocían como rival válido y; unos u otros, acudían al descrédito, disminución, invisibilización, desconocimiento y deslegitimación y otro tanto a la violencia física, aunque lo otro también era y es violencia, porque es la violencia de la descalificación y el desconocimiento que se traduce en hacer ver y creer que la mujer no es apta sino para ciertas labores y oficios, pero no para pensar, dirigir, administrar, devengar un salario, participar en política con voz y voto, decidir su rumbo de vida y autodeterminarse.
En muchos contextos políticos se podía ser mujer con grandes ideas y grandes obras, pero siempre que la mujer se situara detrás de un hombre, aunque éste no tuviera ideas, no tuviera obra, ni fuera grande.
Si una mujer florecía, conquistaba espacios de acción e interacción, conquistaba jeans o escotes, o conquistaba en sí misma el empoderamiento necesario para enfrentar el mundo dominado por lo masculino y reclamar de él, en él y dentro de él un espacio igualitario, se veía abocada a que los señalamientos y persecuciones violentas le llovieran cual tormenta capaz de derribarla o desenraizarla, aunque para ello tuvieran que acudir a vulnerar, incluso su dignidad.
Lo que se ha afirmado ha ocurrido en todas las latitudes, ningún contexto geográfico escapa en la historia a estas descripciones, en ellos se encuentran registros claros y contundentes que dan cuenta histórica, pero también presente, de que en relación con la conquista de derechos y logros de las mujeres: Hay personas que por frustración, envidia, ingratitud, resentimiento, ignorancia, deslealtad, falta de ética interpersonal, inseguridad, incompetencia, imprudencia o simplemente porque se trata de mujeres, dan rienda suelta a señalamientos y afirmaciones mentirosas que las desprestigian y las difaman, olvidando que cuando se acude a esa mala práctica, lo que logran es desprestigiarse, dejar de ser de confianza y perder credibilidad y respeto en el devenir histórico que les dejará un registro no grato por ser generadores de actos de violencia contra la mujer, afirmación esta confirmada en los argumentos fundantes y fundamentadores de los derechos y espacios hoy reconocidos.
Lo descrito, pasaba y aún pasa en todos los escenarios: políticos, laborales, académicos, sociales, deportivos, entre otros, y era y es, realmente lamentable porque dicha conducta se enmarcaba y enmarca en una mala práctica que no edifica nada y lo que desvela, sobre todo en lo político, es a personas que acuden a falacias como la del ‘Argumento ad hominem’ “que, traducido del latín, significa ‘Argumento contra el hombre’ (la persona, en este escrito la mujer) y se trata de una de las falacias más famosas y utilizadas en múltiples discusiones cuando una de las partes (por lo general el hombre con una conducta mentirosa, frustrada, envidiosa, insegura, resentida, imprudente, etcétera), en lugar de rebatir lo que la parte contraria dice y argumentar su postura con algo demostrable que le dé la razón lo que hace es ofender al contrincante.” (En este contexto la mujer y tal vez esto hace parte de las causas del retraso en el reconocimiento igualitario de los derechos). De hecho en Colombia el derecho al voto solamente le fue reconocido a la Mujer en 1954 y materializado apenas en 1957, aunque ello no implicó, per se, la ocupación de liderazgo en cargos y dignidades políticas, pues ello ha implicado otro proceso de luchas para poder conquistarlos.
Tal vez una de las causas de la violencia contra las mujeres está representada en que las mujeres hemos colonizado y conquistado espacios y protagonismos que han sido muy del género masculino, y tal vez el medio más usado por hombres en contra de las mujeres ha sido el argumento de la ofensa, descrédito, desprestigio e inutilidad, muy propio de falacias como la mencionada ‘Argumento ad hominem’.
Sin embargo, una sociedad que aspira a vivir en paz y a mejorar procesos y resultados, debe rechazar con vehemencia a todo aquel, no sólo hombres, que tiene por mala práctica el ‘Argumento ad hominem’ o lo que es lo mismo el ‘Argumento contra el hombre’ (la persona y no sólo la mujer).
El debate siempre será un buen camino para reconocernos y aceptarnos en la diferencia, pero la descalificación del otro no puede nunca hacer parte de un buen debate y menos de un buen argumento.
Que la eliminación de la violencia, no sólo de la mujer, se convierta en un tema cotidiano para que cada día la práctica y acciones se dirijan en ese sentido y que no lo recordemos sólo el 25 de noviembre de cada año.
Abogada Gloria Yaneth Vélez Pérez
3108371657