Sistema Penal Enfermo
Por: Abogada Diana Muñoz Castellanos
Me cuesta pensarlo y me cuesta decirlo, pero acudimos en los últimos años al lecho de enfermo del Derecho Penal.
En suspenso, como un enfermo terminal se encuentra nuestro sistema penal, lo hirió de muerte la implementación del sistema penal acusatorio que no es otra cosa que una importación mal concebida. Somos hijos del derecho romano germánico, nuestra idiosincrasia tan única, tan especial, tan convulsa, tan caótica, nuestra idiosincrasia criminal no puede asumir como propia una figura procesal anglosajona, mucho menos un sistema, que parte de premisas imposibles de implementar en nuestro ordenamiento.
Entendimos al revés el principio de publicidad, lo pusimos por encima de la dignidad humana y a partir de allí no tuvimos marcha atrás, sabido es, que los juicios de valor respecto de las conductas que revisten las características de delito empezaron a generarse en los medios de comunicación y no en estrados judiciales como corresponde. El sistema entonces se arrodillo al clamor del noticiero del mediodía, a la tendencia en las redes sociales y no a la dogmática penal. Crucificamos al juez que toma decisiones en derecho y presenciamos el linchamiento mediático de quien tiene la mala fortuna de estar bajo una investigación penal.
Agotamos la presunción de inocencia, se convirtió en lugar común escuchar a los procesados prometer que demostraran su inocencia, como si hiciera falta, como si no fuera labor de la fiscalía general de la nación enervarla y solo entonces acudir al juicio. La condena se hace social, sin importar que luego la persona resulte absuelta.
El sistema anglosajón que importamos, ese bonito vestido que no es de nuestra talla, no concibe la persecución penal de todas las conductas, el juicio debe ser la excepción cuando no se consigue una terminación anticipada del proceso, bien sea por un acuerdo o porque el ente acusador no encuentra elementos mínimos para acudir al estrado judicial y en virtud de ello renuncia a la persecución. Ello aquí no es permitido, es expresa obligación perseguir todas aquellas conductas que revistan características de delito sin importar el impacto o la connotación que tengan.
El derecho penal está gravemente enfermo, no solo porque el sistema penal acusatorio lo hirió de muerte sino porque no sirve para nada distinto a calmar las fauces hambrientas de los medios de Comunicacion amarillistas (que ahora parecen ser todos), que ruegan porque toda conducta sea perseguida penalmente, y suplican por incrementos en las penas consiguiendo con ello desquiciar el sistema, incrementar costos operativos penitenciarios y lo que es peor degradando a las personas que sufren la peor restricción de los derechos fundamentales, la indigna privación de libertad que no resocializa.
Permítanme entonces decir en voz alta lo que muchos pensamos, el derecho penal no nos protege, este solo opera cuando los bienes jurídicos han sido lesionados o puestos en peligro, la idea del aumento en las penas no disuade al delincuente, pues ninguno tiene en sus planes ser judicializado, el delincuente siempre le apuesta a la impunidad.
Más que una invitación es una exhortación a salvar nuestro sistema penal, necesitamos evitar que una transfusión no compatible lo lleve a la muerte, recordar que somos un Estado social y democrático de derecho que tiene como pilar fundamental la dignidad de las personas, dignidad que ahora mismo se convirtió en valor flexible, recuperar las instituciones que no por criollas son menos valiosas, instituciones como la reserva del sumario que debe entenderse como una forma de procurar salvaguardar al individuo y no como guarida de la corrupción al interior de los procesos penales. Luego del salvamento vendrá la rehabilitación, y seremos testigos de la implementación de penas accesorias como principales que permitirá realmente, la tan anhelada resocialización.
En suspenso, como un enfermo terminal se encuentra nuestro sistema penal, lo hirió de muerte la implementación del sistema penal acusatorio que no es otra cosa que una importación mal concebida. Somos hijos del derecho romano germánico, nuestra idiosincrasia tan única, tan especial, tan convulsa, tan caótica, nuestra idiosincrasia criminal no puede asumir como propia una figura procesal anglosajona, mucho menos un sistema, que parte de premisas imposibles de implementar en nuestro ordenamiento.
Entendimos al revés el principio de publicidad, lo pusimos por encima de la dignidad humana y a partir de allí no tuvimos marcha atrás, sabido es, que los juicios de valor respecto de las conductas que revisten las características de delito empezaron a generarse en los medios de comunicación y no en estrados judiciales como corresponde. El sistema entonces se arrodillo al clamor del noticiero del mediodía, a la tendencia en las redes sociales y no a la dogmática penal. Crucificamos al juez que toma decisiones en derecho y presenciamos el linchamiento mediático de quien tiene la mala fortuna de estar bajo una investigación penal.
Agotamos la presunción de inocencia, se convirtió en lugar común escuchar a los procesados prometer que demostraran su inocencia, como si hiciera falta, como si no fuera labor de la fiscalía general de la nación enervarla y solo entonces acudir al juicio. La condena se hace social, sin importar que luego la persona resulte absuelta.
El sistema anglosajón que importamos, ese bonito vestido que no es de nuestra talla, no concibe la persecución penal de todas las conductas, el juicio debe ser la excepción cuando no se consigue una terminación anticipada del proceso, bien sea por un acuerdo o porque el ente acusador no encuentra elementos mínimos para acudir al estrado judicial y en virtud de ello renuncia a la persecución. Ello aquí no es permitido, es expresa obligación perseguir todas aquellas conductas que revistan características de delito sin importar el impacto o la connotación que tengan.
El derecho penal está gravemente enfermo, no solo porque el sistema penal acusatorio lo hirió de muerte sino porque no sirve para nada distinto a calmar las fauces hambrientas de los medios de Comunicacion amarillistas (que ahora parecen ser todos), que ruegan porque toda conducta sea perseguida penalmente, y suplican por incrementos en las penas consiguiendo con ello desquiciar el sistema, incrementar costos operativos penitenciarios y lo que es peor degradando a las personas que sufren la peor restricción de los derechos fundamentales, la indigna privación de libertad que no resocializa.
Permítanme entonces decir en voz alta lo que muchos pensamos, el derecho penal no nos protege, este solo opera cuando los bienes jurídicos han sido lesionados o puestos en peligro, la idea del aumento en las penas no disuade al delincuente, pues ninguno tiene en sus planes ser judicializado, el delincuente siempre le apuesta a la impunidad.
Más que una invitación es una exhortación a salvar nuestro sistema penal, necesitamos evitar que una transfusión no compatible lo lleve a la muerte, recordar que somos un Estado social y democrático de derecho que tiene como pilar fundamental la dignidad de las personas, dignidad que ahora mismo se convirtió en valor flexible, recuperar las instituciones que no por criollas son menos valiosas, instituciones como la reserva del sumario que debe entenderse como una forma de procurar salvaguardar al individuo y no como guarida de la corrupción al interior de los procesos penales. Luego del salvamento vendrá la rehabilitación, y seremos testigos de la implementación de penas accesorias como principales que permitirá realmente, la tan anhelada resocialización.