El Ejercicio del Derecho será la Revolución. Columna de la Abogada Diana Muñoz Castellanos. Twitter: @DianaMunozC
Colombia está de cabeza, llegaron los que llegaron al poder y en cuestión de meses se apoderaron de todas las instituciones, la división de poderes desapareció, los órganos de control también están en sus bolsillos y día a día vemos como delinquen descaradamente porque han perdido el miedo, no tienen quien los controle, porque el control son ellos mismos. Como ciudadanos responsables e informados no hacemos más que aterrarnos cada semana con las barbaridades del gobierno y sus secuaces, una valiente periodista judicializada por poner en evidencia los actos de censura en RTVC, un laboratorio de estupefacientes supuestamente desmantelado pero que parecía en inauguración con unas canecas relucientes que serían la envidia de Marie Kondo, una vicepresidente que por tomarse unas buenas fotos termina distribuyendo el coronavirus a los más vulnerables que utilizó para darse pantalla y una moción de censura cercenada por unos congresistas prevaricadores, todo esto en una semana.
También se han apoderado de la información, los medios de comunicación tradicionales son cajas de resonancia de los actos arbitrarios de gobierno, graduando de analista a cualquier badulaque con apetito burocrático disfrazado de académico y que convenza a la audiencia de la postura de gobierno, sin ir demasiado lejos, con ocasión de la formulación de imputación que la Fiscalía pretende a hacerle a la otrora directora de Señal Colombia que denunció la censura ejercida por Juan Pablo Bieri, varios abogados afines al establecimiento anunciaron sin sonrojarse siquiera que efectivamente esas revelaciones constituían una conducta punible por tratarse de información reservada, como si la reserva fuese posible como mecanismo legítimo para ocultar actuaciones contrarias a la Constitución Política y a la ley.
Ante semejante panorama desolador no podemos ser los ciudadanos unos espectadores silentes, tampoco comentaristas de redes sociales multiplicadores de una indignación estéril, tenemos el deber moral de hacer la revolución, no una revolución armada que no solo es dolorosa sino que además sería fracasada, debemos hacer la revolución usando para ello el último bastión que nos queda de esta democracia, la justicia.
La Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado han exhibido independencia y dignidad, por supuesto, también allí el gobierno ha depositado sus alfiles y lo seguirá haciendo en el menor descuido, pero de momento contamos con la justicia como el único mecanismo para atajar la barbarie que está padeciendo este país. Y no solo las altas cortes, la rama judicial cuenta entre sus filas con excelentísimos jueces que administrando justicia entre la pobreza defienden el Estado Social y Democrático de Derecho que cada día parece más desvanecido, como un enfermo terminal en agonía.
Pero los jueces no pueden andar por la vida buscando las causas, somos los ciudadanos quienes tenemos la obligación de ponerlas en evidencia, no sólo en redes sociales, sino convirtiéndonos en dolientes juiciosos de las arbitrariedades del gobierno y de todos los miembros de su burocracia, iniciando acciones judiciales que permitan llegar hasta el final en la persecución de la corrupción y tiranía institucional que nos han impuesto como paisaje, este ejercicio revolucionario no será nunca efectivo sin una ciudadanía informada.
También se han apoderado de la información, los medios de comunicación tradicionales son cajas de resonancia de los actos arbitrarios de gobierno, graduando de analista a cualquier badulaque con apetito burocrático disfrazado de académico y que convenza a la audiencia de la postura de gobierno, sin ir demasiado lejos, con ocasión de la formulación de imputación que la Fiscalía pretende a hacerle a la otrora directora de Señal Colombia que denunció la censura ejercida por Juan Pablo Bieri, varios abogados afines al establecimiento anunciaron sin sonrojarse siquiera que efectivamente esas revelaciones constituían una conducta punible por tratarse de información reservada, como si la reserva fuese posible como mecanismo legítimo para ocultar actuaciones contrarias a la Constitución Política y a la ley.
Ante semejante panorama desolador no podemos ser los ciudadanos unos espectadores silentes, tampoco comentaristas de redes sociales multiplicadores de una indignación estéril, tenemos el deber moral de hacer la revolución, no una revolución armada que no solo es dolorosa sino que además sería fracasada, debemos hacer la revolución usando para ello el último bastión que nos queda de esta democracia, la justicia.
La Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado han exhibido independencia y dignidad, por supuesto, también allí el gobierno ha depositado sus alfiles y lo seguirá haciendo en el menor descuido, pero de momento contamos con la justicia como el único mecanismo para atajar la barbarie que está padeciendo este país. Y no solo las altas cortes, la rama judicial cuenta entre sus filas con excelentísimos jueces que administrando justicia entre la pobreza defienden el Estado Social y Democrático de Derecho que cada día parece más desvanecido, como un enfermo terminal en agonía.
Pero los jueces no pueden andar por la vida buscando las causas, somos los ciudadanos quienes tenemos la obligación de ponerlas en evidencia, no sólo en redes sociales, sino convirtiéndonos en dolientes juiciosos de las arbitrariedades del gobierno y de todos los miembros de su burocracia, iniciando acciones judiciales que permitan llegar hasta el final en la persecución de la corrupción y tiranía institucional que nos han impuesto como paisaje, este ejercicio revolucionario no será nunca efectivo sin una ciudadanía informada.