Salud: Bien Público y Derecho Humano
Por: Francisco Javier Castellanos Romero
Mucho es lo que se evidencia en estas épocas en las que una pandemia afectó al mundo entero. En varios países de América Latina, millones de personas que viven con enfermedades crónicas se han quejado de no recibir a tiempo sus tratamientos y controles en consultas médicas presenciales. Cientos de mujeres gestantes también se quejaron por no tener controles prenatales adecuados y oportunos. Los casos de suicidios también se “dispararon” en la región y los pacientes de salud mental se multiplicaron. En general, la emergencia sanitaria derivada de la pandemia mostró que los sistemas de salud no estaban preparados para afrontar un reto epidemiológico de tal magnitud.
De otra parte, la pandemia también desnudó que varios modelos de salud en los países de la región, incluyendo el de Colombia, no están diseñados para prevenir las enfermedades y que estructuralmente se han concebido para tratarlas. Se evidenció que el modelo de salud se enfoca en “apagar incendios” de manera individual, pero no en un abordaje de la salud colectiva desde sus determinantes sociales.
Además, se evidenció que la salud está concebida dentro de los modelos de la región, como un servicio por el que se cobra dentro de un mercado: El mercado de la salud.
Pues bien, sobre esa concepción de la salud como servicio y como mercado, debemos reflexionar: la salud es un bien público y es un derecho humano.
La salud es un estado de bienestar de las personas y no es la mera ausencia de enfermedad. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que: “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social… La salud de todos los pueblos es una condición fundamental para lograr la paz y la seguridad y depende de la más amplia cooperación de las personas y de los Estados.”
De gran importancia para la humanidad sería que la salud se conciba exactamente como un bien público y que sea, como bien público, administrada por los Estados. Sin embargo, es asombroso como el ánimo de lucro pasa por encima del derecho a la salud en varios países del mundo donde se concibe es como un servicio que debe venderse para que rinda gruesos márgenes de utilidad.
Colombia, no escapa de a esa concepción mercantilista y vemos como para acceder a los servicios de salud, los usuarios del sistema se clasifican de manera clasista y quienes compran planes de medicina prepagada o pólizas de seguro bastante onerosas, son atendidos como reyes, mientras que la clase media accede intermitentemente a los planes de beneficios incluidos dentro del régimen contributivo y, “más abajo”, la clase pobre sufre el calvario de acceder al llamado régimen subsidiado, siempre y cuando su caracterización en la encuesta SISBEN, lo permita.
La reflexión a la que llamo a los lectores de esta pequeña columna no es otra que a tomar acciones por la dignificación de la salud. Para que el acceso a ella sea equitativo, para que se eliminen esas odiosas brechas clasistas, para que se exijan políticas públicas en salud que se basen en los principios universales de Derechos Humanos y para que la salud sea, en la practica, un bien público que no distinga entre unas personas y otras, por tal o cual condición, llamo a reflexionar sobre el enfoque humano de la salud.
Así como todas las personas tenemos derecho a acceder permanentemente al agua potable, al saneamiento básico, al respirar aire no contaminado, así, también, tenemos derecho a acceder a un modelo de salud no mercantilizado. Reflexionemos sobre una salud humanizada.
De otra parte, la pandemia también desnudó que varios modelos de salud en los países de la región, incluyendo el de Colombia, no están diseñados para prevenir las enfermedades y que estructuralmente se han concebido para tratarlas. Se evidenció que el modelo de salud se enfoca en “apagar incendios” de manera individual, pero no en un abordaje de la salud colectiva desde sus determinantes sociales.
Además, se evidenció que la salud está concebida dentro de los modelos de la región, como un servicio por el que se cobra dentro de un mercado: El mercado de la salud.
Pues bien, sobre esa concepción de la salud como servicio y como mercado, debemos reflexionar: la salud es un bien público y es un derecho humano.
La salud es un estado de bienestar de las personas y no es la mera ausencia de enfermedad. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que: “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social… La salud de todos los pueblos es una condición fundamental para lograr la paz y la seguridad y depende de la más amplia cooperación de las personas y de los Estados.”
De gran importancia para la humanidad sería que la salud se conciba exactamente como un bien público y que sea, como bien público, administrada por los Estados. Sin embargo, es asombroso como el ánimo de lucro pasa por encima del derecho a la salud en varios países del mundo donde se concibe es como un servicio que debe venderse para que rinda gruesos márgenes de utilidad.
Colombia, no escapa de a esa concepción mercantilista y vemos como para acceder a los servicios de salud, los usuarios del sistema se clasifican de manera clasista y quienes compran planes de medicina prepagada o pólizas de seguro bastante onerosas, son atendidos como reyes, mientras que la clase media accede intermitentemente a los planes de beneficios incluidos dentro del régimen contributivo y, “más abajo”, la clase pobre sufre el calvario de acceder al llamado régimen subsidiado, siempre y cuando su caracterización en la encuesta SISBEN, lo permita.
La reflexión a la que llamo a los lectores de esta pequeña columna no es otra que a tomar acciones por la dignificación de la salud. Para que el acceso a ella sea equitativo, para que se eliminen esas odiosas brechas clasistas, para que se exijan políticas públicas en salud que se basen en los principios universales de Derechos Humanos y para que la salud sea, en la practica, un bien público que no distinga entre unas personas y otras, por tal o cual condición, llamo a reflexionar sobre el enfoque humano de la salud.
Así como todas las personas tenemos derecho a acceder permanentemente al agua potable, al saneamiento básico, al respirar aire no contaminado, así, también, tenemos derecho a acceder a un modelo de salud no mercantilizado. Reflexionemos sobre una salud humanizada.