Introducción
El concepto de cambio climático es quizá uno de los más complejos de tratar en la actualidad; sus efectos e implicaciones, se analizan hoy en día, ya no desde el plano meramente ambiental, sino que se convierte en un tema de seguridad internacional.
Recientemente el Secretario General de Naciones Unidas, tras el último informe que hiciera el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), en agosto de 2021, declara el cambio climático como una situación de “código rojo para la humanidad” [1]
Escasez de recursos naturales, inseguridad hídrica, alimentaria y energética, desplazamientos forzosos, estrategias militares y geopolíticas, política exterior, de recursos además de la baja gobernabilidad en los países que son más susceptibles de los impactos del calentamiento global, son solo alguno de los temas que rodean este fenómeno, catalogado como el desafío más importante del siglo XXI; y es precisamente, como abordaremos a lo largo del presente documento, el cambio climático, como un detonador que amenaza la seguridad internacional, que merece un profundo análisis, considerando el impacto trascendental que tiene para la gobernabilidad nacional e internacional.
Existen situaciones de amenaza, que se ven potencializados por estos fenómenos climáticos, y que, si bien son de naturaleza ambiental, pueden llegar a desequilibrar la estabilidad en el campo político, económico, y social y comprometer la seguridad y la paz.
Vale la pena preguntarse si el sistema internacional a través de sus instrumentos internacionales ha podido contener esta problemática.
Si pudiéramos hacer un símil, diríamos que el cambio climático es asemejable a una bomba que esta por estallar, por tanto, la pregunta que guiará este texto será: ¿Puede el sistema jurídico aspirar a desactivar esta bomba?
Capitulo 1: El cambio climático como factor multiplicador de amenazas para la seguridad internacional
El 9 de enero de 2004, David King, el principal consejero científico del gobierno del Reino Unido, señaló que el cambio climático es una amenaza mucho mayor para el mundo que el terrorismo internacional[2]
A partir de entonces, se empezó a considerar este tema como uno de los más serios de los últimos tiempos, y como uno de los desafíos más grandes para la humanidad, haciéndolo un centro de preocupación y objeto de múltiples debates en instancias nacionales e internacionales y desde diferentes perspectivas.
La Directora de Inteligencia Nacional (DNI) de Estados Unidos, Avril Haines, ha declarado que el cambio climático debe estar en el centro de la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos, en tanto constituye un multiplicador de amenazas que afecta a todas las funciones del gobierno y de la sociedad: la integridad territorial, el bienestar económico, la estabilidad social y las capacidades militares se ven afectadas por el cambio climático, directa e indirectamente[3]
Entendamos qué tipo de amenazas pueden detonarse con el cambio climático.
a. Estrategia militar de los estados
La defensa colectiva y la seguridad cooperativa son amenazadas directa o indirectamente cuando fenómenos como la alteración de escenarios meteorológicos se hacen extremos, y los ejércitos dirigen sus tácticas y procedimientos para repeler la amenaza y generar seguridad, en lo que se conoce como política de defensa, cuyo objetivo no es otro que procurar preservar el bienestar y la construcción de un espacio mejor y más seguro,
“El impulso tras la ‘seguridad climática’ y su demanda surgen de un poderoso aparato militar y de seguridad nacional, en particular de los países más ricos. Esto significa que la seguridad se percibe en función de las ‘amenazas’ que representa para sus operaciones militares y su ‘seguridad nacional’, un término que lo abarca y que básicamente se refiere al poderío económico y político de un país.[4]
De esta manera, los ejércitos del mundo hoy ven como punto estructural en su estrategia militar el cambio climático, pues el impacto de este fenómeno en el modo como las fuerzas militares llevan a cabo sus comitivas militares y sus futuras misiones militares, tendrán que afrontar las condiciones climáticas más adversas, como huracanes, cambios de temperatura extremos y fenómenos tales como: los cambios de salinidad que pueden afectar el comportamiento de buques marinos, el fenómeno del aumento del nivel del mar, amenaza las bases militares y hasta puede llegar a impedir sus operaciones.
Podemos citar las palabras utilizadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, sobre la seguridad climática como “una era de conflicto persistente... un entorno de seguridad mucho más ambiguo e impredecible que el que se enfrentó durante la Guerra Fría”.
Del mismo modo, a medida que se produzcan más catástrofes climáticas, como incendios forestales, inundaciones, etc., se espera que los militares sean capaces de soportar todas estas condiciones climáticas adversas; pero también se espera el uso de armas nucleares, que puede haber una relación intrínseca entre la crisis climática y la militarización, sobre todo cuando hablamos de armas nucleares y el impacto humano y ecológico que implican; no sólo cuando se disparan contra otros pueblos, sino también en su proceso de desarrollo, pruebas, así como los residuos tóxicos que expulsan. Todo ello, sin olvidar el enorme desvío de recursos económicos que se destinan a esta industria de destrucción masiva en detrimento de la inversión en la calidad de vida de los diversos seres y ecosistemas del planeta.
La organización internacional Pax Christi, ha dicho con razón que “las armas nucleares y el cambio climático son dos de las mayores amenazas que enfrenta el mundo” y que “el cambio climático amenaza a todas las vidas y responder a él implica desviar las prioridades y los recursos de las fuerzas armadas y la guerra, hacia una paz justa y sostenible”.
Fenómenos como el derretimiento de la capa de hielo de la Antártida Occidental, podría agravar las tensiones y conflictos existentes, en lo que se conoce como “escenarios de guerras nuevos” pues con el deshielo se dejan al descubierto recursos minerales nuevos, que podrían ser objeto de disputas por el control entre las principales potencias.
Los glaciares del Himalaya se están reduciendo, cortando el caudal de los ríos críticos que comparten India, Pakistán, Bangladesh y China y exacerbando las tensiones militares. Los cambios en el régimen de lluvias en África y Oriente Medio están provocando sequías, hambrunas, enfermedades, conflictos étnicos, desestabilización nacional, radicalismo y terrorismo internacional.
Los estudios de la ONU muestran que más del 40% de los conflictos armados internos de los últimos 60 años, están vinculados con los recursos naturales”, aseguró el Secretario General.[5]
La distribución injusta de los recursos naturales, su mala gestión y la corrupción que emana que de allí se deriva, son otros vectores que conducen al conflicto, especialmente en los países que tienen instituciones débiles[6]
Ahora bien, derivado de la escasez de recursos naturales, se genera: inseguridad alimentaria, inseguridad hídrica, e inseguridad energética, desplazamientos forzosos, lo que agudizan los conflictos sociales y agravan las tensiones políticas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el cambio climático puede tener importantes consecuencias en: La producción, Los medios de vida de las personas que dependen de la agricultura[7], La seguridad alimentaria y nutricional de la población en general. Esto se manifiesta en la modificación de los patrones de lluvia, temperatura y viento, y en el aumento de la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, y aumenta el riesgo de desastres que afectan a la agricultura.
Este escenario aumenta el riesgo de que los grupos insurgentes tomen las armas y se apoderen de las tierras para asegurarse los alimentos, o que se produzcan enfrentamientos entre la población civil.
El agua, por su parte, es uno de los recursos naturales vitales y no renovables, y según la ONU, los principales retos en torno a este mineral llamado "oro azul" son:
- 2.200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura. (OMS/UNICEF 2019).
- Casi 2.000 millones de personas dependen de instalaciones sanitarias que carecen de servicios básicos de agua (OMS/UNICEF 2020).
- Más de la mitad de la población -4.200 millones de personas- carece de servicios de saneamiento gestionados de forma segura (OMS/UNICEF 2019).
- 297 000 niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades diarreicas causadas por un saneamiento deficiente o por agua insalubre (OMS/UNICEF 2019).
- 2 000 millones de personas viven en países que sufren escasez de agua (ONU 2019).
- El 90% de los desastres naturales están relacionados con el agua (UNISDR).
- El 80% de las aguas residuales vuelven al ecosistema sin ser tratadas ni reutilizadas (UNESCO, 2017). [8]
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al 2018 se han detectado 263 conflictos internacionales, como el de la cuenca del Zambeze, la tragedia del Nilo, el drama del Volta en África, las batallas en Malí, Nigeria y el sureste de China, así como el enfrentamiento en el Golfo de Bengala en la India; incluso en México se registran al menos 916 conflictos sociales derivados de la lucha por el agua; como ejemplo tenemos el lago de Cuitzeo, ubicado en Michoacán, que pasó de cuatro metros de profundidad en 1946 a 20 centímetros en 2018.[9]
Así mismo, según el Centro de Investigación Conjunta de la Unión Europea, durante el año 2021 se identificaron las áreas potenciales donde podrían iniciarse estos conflictos, centrándose en las regiones de los ríos Nilo, Indo, Tigris, Éufrates, Ganges y Colorado.
Parece que nos acercamos cada vez más al nefasto pronóstico de que el agua se convierta en un desencadenante de guerras. A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años, la escasez sigue aumentando; según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 5 millones de personas podrían sufrir la falta del vital líquido para el año 2050, y según el Instituto de Recursos Mundiales, para el año 2040 nuestra realidad sería extremadamente complicada, ya que predice que al menos 14 de los 20 países de Oriente Medio se enfrentarán a cortes en el suministro de agua, así como Estados Unidos, China e India.[10]
Ahora bien, el mundo enfrenta hoy en día un proceso de transición energética, clave para luchar contra el cambio climático, que genera riesgos geopolíticos derivados de la descarbonización, ya que en la COP 26, todo el mundo acordó mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 grados, lo cierto es que esto genera incertidumbres a nivel mundial, dadas las posiciones de poder de los estados.
Hay que tener en cuenta que: "Las naciones ricas en petróleo, como Arabia Saudí, se verán afectadas si no tienen compradores para su principal producto y pierden importancia estratégica. El acceso a los elementos de tierras raras necesarios para las baterías y los circuitos podría provocar enfrentamientos entre China y Estados Unidos en lugares como la República Democrática del Congo y Groenlandia. Los países en los que es probable que haya escasez de agua como Irak y Somalia- se enfrentarán probablemente a más conflictos".[11]
China es uno de los países cuya posición ante el cambio climático es contraria a sus intereses de desarrollo económico, y dejaron claro en esta COP 26, que su intención no es eliminar totalmente el uso de combustibles fósiles, sino reducirlo progresivamente, pero al mismo tiempo, y paradójicamente, poseen más del 80% de estos minerales raros, que son materia prima para la producción de energías alternativas y se han dedicado a negociar con los países africanos, en toda esta transición energética.
En medio de esta transición energética, hay un gran riesgo para la humanidad, que es pasar de la dependencia del uso de combustibles fósiles a la dependencia de las energías renovables:
Mientras países como China, Estados Unidos y otras potencias se preparan para hacer frente a estas amenazas, los países en desarrollo, donde irónicamente hay más recursos naturales, sufren las consecuencias perversas de la mala gobernanza, la corrupción y la posible estrategia de apropiación de recursos por parte de los países desarrollados.
Para concluir este capítulo diremos que, el mundo se prepara para una intensa competencia geoestratégica, en la que las tensiones geopolíticas y las crecientes fracturas pueden ser otra fuerza de divergencia social.
La competencia entre Estados Unidos y China es cada vez mayor, Estados Unidos está estableciendo alianzas con Australia y el Reino Unido, y Estados como Rusia y Turquía también están mostrando una mayor capacidad y voluntad de proyectar poder en el extranjero. Mientras tanto, las principales potencias mundiales y regionales están poniendo a prueba los límites del derecho y la cooperación internacionales, realizando ejercicios militares en zonas de tensión, como la frontera entre Rusia y Ucrania y el estrecho de Taiwán. La competencia se está intensificando en nuevas dimensiones y geografías, como la militarización, la militarización del espacio en el ciberespacio, donde seguirán aumentando las tensiones entre los gobiernos afectados por la ciberdelincuencia y los gobiernos cómplices de su comisión.
En definitiva, estamos ante un escenario en el que la posesión de información sobre el cambio climático y la biodiversidad puede ser utilizada como arma por los países hegemónicos para posicionarse y liderar, influyendo en el resto del mundo y preparándose para todas las contingencias que puedan surgir: aparición de grupos armados, guerras, etc., etc.
Abogada Paola Marcela Gil Morales
Dubai, Febrero 20 de 2022
Referencias:
[1] IPCC report: ‘Code red’ for human-driven global heating, warns UN. (2021, 14 Dec). UN News. https://news.un.org/en/story/2021/08/1097362
[2] This report is derived from a half-day conference in April 2021 co-sponsored by the Intelligence Project and the Environment and Natural Resources Program at Harvard Kennedy School’s Belfer Center for Science and International Affairs, along with the Center for Climate and Security and The Cipher Brief. It explores the requirements of the U.S. IC to fulfill the mission prescribed by President Biden, DNI Haines, and Secretary Kerry. The IC must rise to challenge, unshackled from the past, to re-imagine its role in combatting climate change. The IC has talked the talk about climate change, and now it needs to walk the walk. The stakes are too high not to do so. Walton, C., Power, S., Brooks, H., Lynn-Jones, S. M., Allison, G., & Glick-Unterman, J. (s/f). Report: Climate change, intelligence, and global Security. Belfer Center for Science and International Affairs. Consulted January 12 de 2022, https://www.belfercenter.org/publication/report-climate-change-intelligence-and-global-security
[3] Walton, Power, Stavins and Clement, (2022)
[4] Aproximación a la seguridad climática. (2021, noviembre 1). Transnational Institute. https://www.tni.org/en/node/25740
[5] “Los Recursos Naturales Causaron Más Del 40% de Las Guerras de Los Últimos Sesenta Años.” 2018. Noticias ONU. October 16, 2018. https://news.un.org/es/story/2018/10/1443762.
[6] Webersik, C. (2010). Climate Change and Security: A Gathering Storm of Global Challenges (Ilustrado. ed.). Praeger.
[7] García, G. (2021, January 22). Riesgos del cambio climático en la seguridad alimentaria. The Food Tech. https://thefoodtech.com/seguridad-alimentaria/riesgos-del-cambio-climatico-en-la-seguridad-alimentaria/
[8] Global. (2020, December 12). ONU. https://www.un.org/es/global-issues/water
[9] Aguilar*, S. V. (2021, March 20). Se acercan las guerras por agua. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/20/politica/se-acercan-las-guerras-por-agua/
[10] Ibidem
[11] Militaries are among the world’s biggest emitters. This general wants them to go green. (2021, December 30). The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/climate-solutions/interactive/2021/climate-change-military-emissions-security/
El concepto de cambio climático es quizá uno de los más complejos de tratar en la actualidad; sus efectos e implicaciones, se analizan hoy en día, ya no desde el plano meramente ambiental, sino que se convierte en un tema de seguridad internacional.
Recientemente el Secretario General de Naciones Unidas, tras el último informe que hiciera el Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), en agosto de 2021, declara el cambio climático como una situación de “código rojo para la humanidad” [1]
Escasez de recursos naturales, inseguridad hídrica, alimentaria y energética, desplazamientos forzosos, estrategias militares y geopolíticas, política exterior, de recursos además de la baja gobernabilidad en los países que son más susceptibles de los impactos del calentamiento global, son solo alguno de los temas que rodean este fenómeno, catalogado como el desafío más importante del siglo XXI; y es precisamente, como abordaremos a lo largo del presente documento, el cambio climático, como un detonador que amenaza la seguridad internacional, que merece un profundo análisis, considerando el impacto trascendental que tiene para la gobernabilidad nacional e internacional.
Existen situaciones de amenaza, que se ven potencializados por estos fenómenos climáticos, y que, si bien son de naturaleza ambiental, pueden llegar a desequilibrar la estabilidad en el campo político, económico, y social y comprometer la seguridad y la paz.
Vale la pena preguntarse si el sistema internacional a través de sus instrumentos internacionales ha podido contener esta problemática.
Si pudiéramos hacer un símil, diríamos que el cambio climático es asemejable a una bomba que esta por estallar, por tanto, la pregunta que guiará este texto será: ¿Puede el sistema jurídico aspirar a desactivar esta bomba?
Capitulo 1: El cambio climático como factor multiplicador de amenazas para la seguridad internacional
El 9 de enero de 2004, David King, el principal consejero científico del gobierno del Reino Unido, señaló que el cambio climático es una amenaza mucho mayor para el mundo que el terrorismo internacional[2]
A partir de entonces, se empezó a considerar este tema como uno de los más serios de los últimos tiempos, y como uno de los desafíos más grandes para la humanidad, haciéndolo un centro de preocupación y objeto de múltiples debates en instancias nacionales e internacionales y desde diferentes perspectivas.
La Directora de Inteligencia Nacional (DNI) de Estados Unidos, Avril Haines, ha declarado que el cambio climático debe estar en el centro de la política exterior y la seguridad nacional de Estados Unidos, en tanto constituye un multiplicador de amenazas que afecta a todas las funciones del gobierno y de la sociedad: la integridad territorial, el bienestar económico, la estabilidad social y las capacidades militares se ven afectadas por el cambio climático, directa e indirectamente[3]
Entendamos qué tipo de amenazas pueden detonarse con el cambio climático.
a. Estrategia militar de los estados
La defensa colectiva y la seguridad cooperativa son amenazadas directa o indirectamente cuando fenómenos como la alteración de escenarios meteorológicos se hacen extremos, y los ejércitos dirigen sus tácticas y procedimientos para repeler la amenaza y generar seguridad, en lo que se conoce como política de defensa, cuyo objetivo no es otro que procurar preservar el bienestar y la construcción de un espacio mejor y más seguro,
“El impulso tras la ‘seguridad climática’ y su demanda surgen de un poderoso aparato militar y de seguridad nacional, en particular de los países más ricos. Esto significa que la seguridad se percibe en función de las ‘amenazas’ que representa para sus operaciones militares y su ‘seguridad nacional’, un término que lo abarca y que básicamente se refiere al poderío económico y político de un país.[4]
De esta manera, los ejércitos del mundo hoy ven como punto estructural en su estrategia militar el cambio climático, pues el impacto de este fenómeno en el modo como las fuerzas militares llevan a cabo sus comitivas militares y sus futuras misiones militares, tendrán que afrontar las condiciones climáticas más adversas, como huracanes, cambios de temperatura extremos y fenómenos tales como: los cambios de salinidad que pueden afectar el comportamiento de buques marinos, el fenómeno del aumento del nivel del mar, amenaza las bases militares y hasta puede llegar a impedir sus operaciones.
Podemos citar las palabras utilizadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, sobre la seguridad climática como “una era de conflicto persistente... un entorno de seguridad mucho más ambiguo e impredecible que el que se enfrentó durante la Guerra Fría”.
Del mismo modo, a medida que se produzcan más catástrofes climáticas, como incendios forestales, inundaciones, etc., se espera que los militares sean capaces de soportar todas estas condiciones climáticas adversas; pero también se espera el uso de armas nucleares, que puede haber una relación intrínseca entre la crisis climática y la militarización, sobre todo cuando hablamos de armas nucleares y el impacto humano y ecológico que implican; no sólo cuando se disparan contra otros pueblos, sino también en su proceso de desarrollo, pruebas, así como los residuos tóxicos que expulsan. Todo ello, sin olvidar el enorme desvío de recursos económicos que se destinan a esta industria de destrucción masiva en detrimento de la inversión en la calidad de vida de los diversos seres y ecosistemas del planeta.
La organización internacional Pax Christi, ha dicho con razón que “las armas nucleares y el cambio climático son dos de las mayores amenazas que enfrenta el mundo” y que “el cambio climático amenaza a todas las vidas y responder a él implica desviar las prioridades y los recursos de las fuerzas armadas y la guerra, hacia una paz justa y sostenible”.
Fenómenos como el derretimiento de la capa de hielo de la Antártida Occidental, podría agravar las tensiones y conflictos existentes, en lo que se conoce como “escenarios de guerras nuevos” pues con el deshielo se dejan al descubierto recursos minerales nuevos, que podrían ser objeto de disputas por el control entre las principales potencias.
Los glaciares del Himalaya se están reduciendo, cortando el caudal de los ríos críticos que comparten India, Pakistán, Bangladesh y China y exacerbando las tensiones militares. Los cambios en el régimen de lluvias en África y Oriente Medio están provocando sequías, hambrunas, enfermedades, conflictos étnicos, desestabilización nacional, radicalismo y terrorismo internacional.
- Escasez de Recursos Naturales
Los estudios de la ONU muestran que más del 40% de los conflictos armados internos de los últimos 60 años, están vinculados con los recursos naturales”, aseguró el Secretario General.[5]
La distribución injusta de los recursos naturales, su mala gestión y la corrupción que emana que de allí se deriva, son otros vectores que conducen al conflicto, especialmente en los países que tienen instituciones débiles[6]
Ahora bien, derivado de la escasez de recursos naturales, se genera: inseguridad alimentaria, inseguridad hídrica, e inseguridad energética, desplazamientos forzosos, lo que agudizan los conflictos sociales y agravan las tensiones políticas.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el cambio climático puede tener importantes consecuencias en: La producción, Los medios de vida de las personas que dependen de la agricultura[7], La seguridad alimentaria y nutricional de la población en general. Esto se manifiesta en la modificación de los patrones de lluvia, temperatura y viento, y en el aumento de la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, y aumenta el riesgo de desastres que afectan a la agricultura.
Este escenario aumenta el riesgo de que los grupos insurgentes tomen las armas y se apoderen de las tierras para asegurarse los alimentos, o que se produzcan enfrentamientos entre la población civil.
El agua, por su parte, es uno de los recursos naturales vitales y no renovables, y según la ONU, los principales retos en torno a este mineral llamado "oro azul" son:
- 2.200 millones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de forma segura. (OMS/UNICEF 2019).
- Casi 2.000 millones de personas dependen de instalaciones sanitarias que carecen de servicios básicos de agua (OMS/UNICEF 2020).
- Más de la mitad de la población -4.200 millones de personas- carece de servicios de saneamiento gestionados de forma segura (OMS/UNICEF 2019).
- 297 000 niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades diarreicas causadas por un saneamiento deficiente o por agua insalubre (OMS/UNICEF 2019).
- 2 000 millones de personas viven en países que sufren escasez de agua (ONU 2019).
- El 90% de los desastres naturales están relacionados con el agua (UNISDR).
- El 80% de las aguas residuales vuelven al ecosistema sin ser tratadas ni reutilizadas (UNESCO, 2017). [8]
De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al 2018 se han detectado 263 conflictos internacionales, como el de la cuenca del Zambeze, la tragedia del Nilo, el drama del Volta en África, las batallas en Malí, Nigeria y el sureste de China, así como el enfrentamiento en el Golfo de Bengala en la India; incluso en México se registran al menos 916 conflictos sociales derivados de la lucha por el agua; como ejemplo tenemos el lago de Cuitzeo, ubicado en Michoacán, que pasó de cuatro metros de profundidad en 1946 a 20 centímetros en 2018.[9]
Así mismo, según el Centro de Investigación Conjunta de la Unión Europea, durante el año 2021 se identificaron las áreas potenciales donde podrían iniciarse estos conflictos, centrándose en las regiones de los ríos Nilo, Indo, Tigris, Éufrates, Ganges y Colorado.
Parece que nos acercamos cada vez más al nefasto pronóstico de que el agua se convierta en un desencadenante de guerras. A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años, la escasez sigue aumentando; según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 5 millones de personas podrían sufrir la falta del vital líquido para el año 2050, y según el Instituto de Recursos Mundiales, para el año 2040 nuestra realidad sería extremadamente complicada, ya que predice que al menos 14 de los 20 países de Oriente Medio se enfrentarán a cortes en el suministro de agua, así como Estados Unidos, China e India.[10]
Ahora bien, el mundo enfrenta hoy en día un proceso de transición energética, clave para luchar contra el cambio climático, que genera riesgos geopolíticos derivados de la descarbonización, ya que en la COP 26, todo el mundo acordó mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1,5 grados, lo cierto es que esto genera incertidumbres a nivel mundial, dadas las posiciones de poder de los estados.
Hay que tener en cuenta que: "Las naciones ricas en petróleo, como Arabia Saudí, se verán afectadas si no tienen compradores para su principal producto y pierden importancia estratégica. El acceso a los elementos de tierras raras necesarios para las baterías y los circuitos podría provocar enfrentamientos entre China y Estados Unidos en lugares como la República Democrática del Congo y Groenlandia. Los países en los que es probable que haya escasez de agua como Irak y Somalia- se enfrentarán probablemente a más conflictos".[11]
China es uno de los países cuya posición ante el cambio climático es contraria a sus intereses de desarrollo económico, y dejaron claro en esta COP 26, que su intención no es eliminar totalmente el uso de combustibles fósiles, sino reducirlo progresivamente, pero al mismo tiempo, y paradójicamente, poseen más del 80% de estos minerales raros, que son materia prima para la producción de energías alternativas y se han dedicado a negociar con los países africanos, en toda esta transición energética.
En medio de esta transición energética, hay un gran riesgo para la humanidad, que es pasar de la dependencia del uso de combustibles fósiles a la dependencia de las energías renovables:
Mientras países como China, Estados Unidos y otras potencias se preparan para hacer frente a estas amenazas, los países en desarrollo, donde irónicamente hay más recursos naturales, sufren las consecuencias perversas de la mala gobernanza, la corrupción y la posible estrategia de apropiación de recursos por parte de los países desarrollados.
Para concluir este capítulo diremos que, el mundo se prepara para una intensa competencia geoestratégica, en la que las tensiones geopolíticas y las crecientes fracturas pueden ser otra fuerza de divergencia social.
La competencia entre Estados Unidos y China es cada vez mayor, Estados Unidos está estableciendo alianzas con Australia y el Reino Unido, y Estados como Rusia y Turquía también están mostrando una mayor capacidad y voluntad de proyectar poder en el extranjero. Mientras tanto, las principales potencias mundiales y regionales están poniendo a prueba los límites del derecho y la cooperación internacionales, realizando ejercicios militares en zonas de tensión, como la frontera entre Rusia y Ucrania y el estrecho de Taiwán. La competencia se está intensificando en nuevas dimensiones y geografías, como la militarización, la militarización del espacio en el ciberespacio, donde seguirán aumentando las tensiones entre los gobiernos afectados por la ciberdelincuencia y los gobiernos cómplices de su comisión.
En definitiva, estamos ante un escenario en el que la posesión de información sobre el cambio climático y la biodiversidad puede ser utilizada como arma por los países hegemónicos para posicionarse y liderar, influyendo en el resto del mundo y preparándose para todas las contingencias que puedan surgir: aparición de grupos armados, guerras, etc., etc.
Abogada Paola Marcela Gil Morales
Dubai, Febrero 20 de 2022
Referencias:
[1] IPCC report: ‘Code red’ for human-driven global heating, warns UN. (2021, 14 Dec). UN News. https://news.un.org/en/story/2021/08/1097362
[2] This report is derived from a half-day conference in April 2021 co-sponsored by the Intelligence Project and the Environment and Natural Resources Program at Harvard Kennedy School’s Belfer Center for Science and International Affairs, along with the Center for Climate and Security and The Cipher Brief. It explores the requirements of the U.S. IC to fulfill the mission prescribed by President Biden, DNI Haines, and Secretary Kerry. The IC must rise to challenge, unshackled from the past, to re-imagine its role in combatting climate change. The IC has talked the talk about climate change, and now it needs to walk the walk. The stakes are too high not to do so. Walton, C., Power, S., Brooks, H., Lynn-Jones, S. M., Allison, G., & Glick-Unterman, J. (s/f). Report: Climate change, intelligence, and global Security. Belfer Center for Science and International Affairs. Consulted January 12 de 2022, https://www.belfercenter.org/publication/report-climate-change-intelligence-and-global-security
[3] Walton, Power, Stavins and Clement, (2022)
[4] Aproximación a la seguridad climática. (2021, noviembre 1). Transnational Institute. https://www.tni.org/en/node/25740
[5] “Los Recursos Naturales Causaron Más Del 40% de Las Guerras de Los Últimos Sesenta Años.” 2018. Noticias ONU. October 16, 2018. https://news.un.org/es/story/2018/10/1443762.
[6] Webersik, C. (2010). Climate Change and Security: A Gathering Storm of Global Challenges (Ilustrado. ed.). Praeger.
[7] García, G. (2021, January 22). Riesgos del cambio climático en la seguridad alimentaria. The Food Tech. https://thefoodtech.com/seguridad-alimentaria/riesgos-del-cambio-climatico-en-la-seguridad-alimentaria/
[8] Global. (2020, December 12). ONU. https://www.un.org/es/global-issues/water
[9] Aguilar*, S. V. (2021, March 20). Se acercan las guerras por agua. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/20/politica/se-acercan-las-guerras-por-agua/
[10] Ibidem
[11] Militaries are among the world’s biggest emitters. This general wants them to go green. (2021, December 30). The Washington Post. https://www.washingtonpost.com/climate-solutions/interactive/2021/climate-change-military-emissions-security/